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Repensar la violencia en escena. Texto y fotos: Salvador Perches Galván.

  • eseperches
  • 25 mar
  • 9 Min. de lectura



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En el teatro El Milagro, se presenta La aguja del iceberg, obra de Bea Cármina, dirigida por Luis Ayhllón y producida por Dodo Escenas.

La obra combina elementos de comedia y drama, con atmósferas surrealistas. Está centrado en el final de una pareja que lidia con una hija diferente a la mayoría y un jardín de plástico, en decadencia.

El texto fue seleccionado por el Lark Center of Drama de Nueva York para su traducción y trabajo con actores locales, lo que derivó en el estreno dentro del marco del Alcyone Festival, en el Greenhouse Theater de Chicago.

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A la función que el que esto escribe vio, asistió su autora. Platicando con el responsable de la puesta en escena, Luis Ayhllón, le comentamos: Que bien ver a la dramaturga en la función de su obra.

Sí es todo un suceso para ella, y la familia.

No la conocía y me sorprendió, porque pensé que sería una mujer joven, y no lo es.

Sí es una mujer mayor y ha estado haciendo teatro desde hace muchos años. Ella y yo nos conocimos en el taller de Jesús González Dávila, hace como 28 años. Este proyecto ya lleva tiempo que la habíamos platicado, y como bien dices, parece que lo escribe alguien joven.

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Sí, por lo que plantea en la obra, y la manera como lo plantea. Admirable que una persona mayor escriba ese tipo de dramaturgia, mucho más audaz.

Sí claro, ella siempre tuvo una voz muy audaz, como dices, y además inquietante.

Bea Cármina es una mujer de teatro. Como actriz se desempeñó en diversas puestas en escena, trabajando con directores como Juan José Gurrola o Rodolfo Alcaraz, con quien fundó la Compañía del Teatro Popular Universitario en la Ciudad de México.

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Esta obra sintetiza muy bien su dramaturgia. Ella ha explorado en sus obras las relaciones de pareja, las relaciones de poder entre la pareja, creo que es un tema medular en su obra, y creo que aquí se manifiesta muy bien.

Una obra que va dando giros en cada uno de los cuatro “episodios” que la conforman: Al principio es una comedia, aguda, ácida, con un humor muy negro, muy sexual, audaz, que plantea situaciones complicadas de relaciones de familia, de pareja, sexuales, infidelidades, una niña especial con su gata. Una mujer compradora compulsiva de zapatos, que acaban siendo un fetiche sexual, obsesiva con un jardín de flores y plantas de plástico. Un cúmulo de cosas raras, gira 180 grados con la inclusión de otro personaje masculino, que termina siendo un perverso asesino serial.

Todo es exacerbado, los monólogos de Fernando Bueno interpretando al serial, son de una belleza poética fuera de serie, se cree un ser superior, como estos ángeles exterminadores que no tienen conciencia de maldad y sienten que están haciendo un bien, ahí nos meten en terrenos pantanosos.

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Sí, y curiosamente esas escenas ocurren en la mente del espectador, eso es lo que me interesa, que haya un ejercicio de imaginación. Todas estas palabras son las que generan las imágenes pues la palabra en el teatro es evocativa y me gusta mucho jugar con esa capacidad que tienen las voces de crear imágenes en el otro.

También Fernando es un gran actor… …tienes un elenco de lujo… …sí, creo que ya quisiera cualquier compañía de México tener este reparto. Dos de mis actores, Rodrigo Vázquez y Fernando, han estado mucho tiempo en la Compañía Nacional de Teatro, pero nuestro proyecto ha sido un ejercicio de total libertad y de muchísima comunión entre todos nosotros.

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Fernando, ahora que mencionabas a este personaje, hizo su investigación, yo no soy religioso, al contrario, soy muy crítico de las religiones y sobre todo de la Iglesia Católica. Mis ejemplos como director venían más del lado católico, de cierto tipo de iglesia cristiana y quería meter algunas referencias a estas iglesias brasileñas que pululan en la Ciudad de México, pero él me dijo, "¡No!,  no, yo ya hice una investigación y el gnosticismo está completamente fundamentado en la obra de Carmina" y se respetó tal cual.

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Esta parte de Fernando plásticamente es muy hermosa, la iluminación, es muy impactante ver colgada a Agua (Gabriela Mercado), incluso él calzando zapatos femeninos de tacón, que están cargados de erotismo. Por supuesto que uno también agradece ir a ver una gran súper producción con grandes escenografías, que cada vez es más difícil costear eso, para cualquier compañía, incluso para las poderosas, ahora se reemplaza mucho con proyecciones, cada vez hay menos escenografía física y más escenografías virtuales y eso que dices es bien bonito, que las palabras  le provoquen a uno, casi que le exijan que uno mismo vaya creando todo lo que se está planteando.

Así es. Cuando yo debuté en teatro hace mas de 20 años, mi primera obra estaba muy influenciada por el nuevo realismo norteamericano, de hecho estaba basada en un secuestro exprés sufrieron mis hermanos, era muy urbana, muy realista con violencia gráfica y descarnada. Creo que después he tratado de mutar, a un tipo de teatro que siga reflejando la condición humana. El tema de la violencia me interesa especialmente en términos de cómo poder abordarla porque ya estamos sobrepasados socialmente con el tema, ¿cómo podemos abordarla de tal suerte que no se niegue, porque está, pero que cobre otro significado, otro relieve?. La escena del psiquiátrico que es muy plástica, es como un número de danza contemporánea, de hecho Patricia Marín fue la coreógrafa y se logra una dinámica más dentro en la obra.

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Mencionabas que tiene muchos géneros. Es una obra multitonal y cada parte se aborda directamente, sin miedo, sin tapujos. A la obra no le hubiera hecho bien si de pronto le ponemos un corset tonal, y de hecho aparece una pieza de Grisey, que es un compositor contemporáneo muy importante de música, y es completamente atonal, es más textura que música. Un poco pensando en eso, se abordaron cada una de las escenas, yo les decía a los actores que ellos eran como un pequeño ensamble de cámara y que cada una de las partes se iba a atacar con diferentes consignas conceptuales.

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Claro, nuestro eje en todo momento es Roberta y su universo porque eso le da unidad al discurso, y en ese sentido, Salvador, yo debo decir que estoy maravillado con el trabajo de Lourdes Echevarría. Ella y yo ya nos conocíamos, ella ya había estado en una obra mía hace algunos años y es una actriz ¡maravillosa!, de las mejores actrices que tenemos en México, tal cual. Y soy muy afortunado porque hubo mucha química de trabajo, y creo que se nota la comunicación, y no nada más con Lourdes, sino con todo el equipo.

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Ahora que hablabas de encorsetar y etiquetar, me llamó la atención en una sinopsis que leí de la obra: “Intenso dramedy”.

Sí, ese término lo usan los gringos, yo no estoy tan de acuerdo con esas clasificaciones. De pronto se utiliza mucho en la cartelera comercial, cuando hay un drama que tiene tintes de comedia. Yo creo que es una obra inclasificable.

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En todos los sentidos. Tu eres dramaturgo, si no me equivoco empezaste como dramaturgo y después das el salto a la dirección, por lo tanto conoces perfectamente el uso de la palabra. En esta obra hasta eso cambia, porque los monólogos de Fernando, de verdad asombra que un personaje tan siniestro, una mala persona, hable y se exprese de esa forma absolutamente seductora.

Sí eso es una visión. Yo pienso que como director, dramaturgo o actor, tienes que ser el abogado de tu personaje. Como lo dijiste al principio, el personaje de Oliveiro verdaderamente cree en lo que dice, verdaderamente se cree el elegido. Hubo una gran comunicación porque los dos entendíamos al personaje, yo debo decir que tengo cierta inclinación y fascinación por los universos del cine de terror.

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Extrañamente, son muy seductores los asesinos seriales, son muy atractivos. A mi me llaman mucho la atención.

Hay un par de atmósferas ahí que sí me remiten al cine de terror, que desde niño me gusta. Incluso la escena donde sale Oliveiro, parece como una película gore, sin que haya sangre en el escenario.

Esa es como una 2ª parte, luego viene lo que decías de danza, que está este telón de plástico y todo lo que genera una luz frontal al público, es como teatro de sombras. Tiene muchos elementos plásticos hermosos, efectivamente es muy coreográfico y no hay diálogos en esa parte.

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Lo que me interesaba ahí era la música y los cuerpos, por eso optamos por esta resolución que se vuelve muy plástica, muy bella.

Me interesaba mucho eso porque la vida no tiene mucha unidad, yo creo que mientras tú sigas a uno de los personajes le puedes dar esa columna vertebral.

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En caso de Zeus, en el texto era tal cual Zeus, pero quise aprovechar el contexto actual, la gentrificación de la ciudad de México por la población norteamericana que ha llegado y que ha encarecido los servicios, y que ha tomado la ciudad, nuestros restaurantes, nuestros supermercados, a mí me produce un poco de recelo y me caen muy mal, la verdad. Hice como una especie de cita con el personaje que plantea Carmina, lo planteé como un red neck, como estos tipos que tomaron el Capitolio para defender a Trump.

De verdad me parece una pieza redonda con todos los atributos de lo que debe ser el teatro reflexivo, de donde uno sale movido y conmovido y con muchas más dudas de con las que entró.

Que padre que digas eso porque cuando uno no sale con dudas, cuando uno sale con preguntas, la experiencia se vuelve trascendente. A mí como director, y también como dramaturgo, me interesa que la gente salga shockeada, que le haya sucedido algo.

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Ocho funciones componen la temporada, que, sigo pensando que es lamentabilísimo. Por supuesto que ustedes no tuvieron ocho sesiones de ensayo. Me parece muy lamentable porque trabajos tan valiosos merecen ser vistos por mucha gente, que tuviera una larga vida por lo que dicen, porque le dejan al público cosas en el interior, que tiene que ir reflexionando, pensando. Probablemente todos hemos tenido algo de alguno de estos episodios de los que se conforma la obra, de tener relaciones no muy sanas, con respecto al segundo episodio todos sabemos que es lo que va a pasar, nada más ver el tambo, el bidón, cuando empieza a sacar de su mochila sus “instrumentos” de trabajo, por las noticias diarias, películas, series, hasta telenovelas, estamos bombardeados de esa información, entonces uno empieza a imaginarlo, además, ya hemos visto que el tipo tiene afición por los zapatos femeninos y otros detalles que apuntan que no es un hombre sano, mentalmente hablando.

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Sí, sí, correcto. Que bien que te pasó algo cuando la viste. Estas escenas, te repito, apelan más a la imaginación, como dices, ya estamos tan sobrepasados de tanta violencia, que ya no tiene caso reproducirla tal cual, y creo que el teatro es un vehículo idóneo para los sueños, para las metáforas, y sigo creyendo que las metáforas son más poderosas.

Y está muy bien que el público se impacte y sorprenda, cuando ya la violencia está normalizada y un muerto más, un desaparecido más. Aquí si mata a la gata y a la prima y lo resuelves muy bien con la mascada roja.

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Sí porque es su leimotif, aparece tres veces. Agua mata con una pistola de agua; es repensar la violencia en escena. Te repito, mi primera obra hace más de 20 años yo tenía una pistola con estopines, tronaba terrible y había mucha sangre y en ese momento era importante para mí hacerlo de esa manera, no comprendía que hubiera otra. Después de tanto tiempo creo que se puede jugar a ser más creativo, a que la representación tenga que ver más con la escena y con la dramaturgia de cada uno de los objetos.

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Tú como dramaturgo ¿qué piensas de este texto?

Es un texto muy barroco. El hilo conductor es el personaje de Roberta. Es un texto duro, denso, con unos personajes laberínticos que a mí me provocaban muchas dudas, y también mucha fascinación. Debo decir que, al trabajarlo encontré capas que no había visto cuando comencé a leerlo, las fui encontrando una vez que estaba trabajando con las actrices y los actores.

Me di cuenta que es una obra muy rica y de muchos niveles que yo no había acusado a un inicio. Es un texto fascinante, difícil pero fascinante.

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Estamos jueves y viernes, los que quedan de marzo. Vamos a apostar porque este proyecto tenga más vida.

El sistema está un poco jodido. Hay muchísimos artistas, y mucha precarización, muchos de los proyectos que valen la pena como éste, no tienen ningún subsidio, se levantan por la voluntad de un grupo de personas. Gran parte de mi obra se ha levantado así, algunas con subsidio, pero hay muy pocos espacios, las temporadas siguen siendo muy chiquitas, hay cada vez más actores, dramaturgos, directoras, directores y no hay espacios de oportunidad para que puedan desarrollar sus respectivos oficios.

Los presupuestos merman cada vez más. Los artistas estamos acostumbrados a producir en crisis y seguiremos produciendo con o sin el estado, con o sin las instituciones.

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En ese sentido quiero decir que el apoyo del Milagro fue fundamental, David Olguín es un hombre que todo mundo aprecia, no nada más porque es un gran dramaturgo, y un gran director, sino porque ha consolidado este espacio, junto con otro grupo de personas obviamente, que es fundamental para la labor teatral en la Ciudad de México, y siguen operando sin México en escena. Ahí estamos y el teatro está lleno. Muchas veces los proyectos que valen la pena salen así, sin ningún tipo de apoyo, sin ningún tipo de compromiso con nadie, solamente el compromiso con nosotros mismos y La aguja del iceberg es un ejemplo de eso. 


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 El teatro es de todos. ¡Asista!

 

Absolutamente recomendable.


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La aguja del iceberg de Bea Cármina.

Dirección: Luis Ayhllón.

Actuación: Lourdes Echevarría, Rodrigo Vázquez, Fernando Bueno y Ana María Aparicio, Gabriela Mercado y Sergio Biviano.

Vestuario, escenografía e iluminación: Carolina Jiménez.

Jueves y viernes 20 horas, hasta el 28 de marzo de 2025.

Teatro El Milagro. Milán 24 Entre Lucerna, Calle Gral. Prim y, Juárez, Cuauhtémoc, 06600 Ciudad de México, CDMX.

 

 
 
 

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