Escogí el teatro para ser el que no me atrevo a ser abajo. Texto y fotos: Salvador Perches Galván.
- eseperches
- 6 jul
- 23 Min. de lectura

Algodón de Azúcar concluye con funciones agotadas su temporada en el teatro El Milagro. Escrita y dirigida por Gabriela Ochoa, la puesta en escena atrapa al espectador desde el primer instante y lo lleva por una vorágine de emociones que van de la diversión a la intriga, pasando por el asombro, el impacto y reflexión, entre otras.
Un hombre perdido en medio de una tormenta se encuentra con tres payasos que lo incitan a entrar en una feria abandonada y, tras hacer un pacto con ellos, en cada una de las atracciones revive episodios de su infancia en un universo onírico, trastocado y delirante.

Este recorrido lleva al protagonista a desbloquear una memoria olvidada, enfrentarse con ello va a ser la clave que lo ayude a salir de ahí. La obra empieza divertida. Magenta, el protagonista, recupera su espíritu de juego desafiando a la autoridad, hasta que sus acciones van teniendo consecuencias inesperadas y el viaje se vuelve una pesadilla. Ha expresado su autora y directora Gabriela Ochoa.
Coproducida por Teatro UNAM y Seguros INBURSA, a cargo de la compañía Conejillos de Indias, la obra trata de cómo los adultos nos relacionamos o dialogamos con nuestra infancia y cómo ésta determina la manera en la que enfrentamos la vida.

Los payasos arman un mundo a la medida del protagonista, recreando la casa de su infancia y haciéndose pasar por los personajes de su pasado, como la mamá o el papá. Todo esto sucede a vista del público; solamente el protagonista lo vive como si fuera verdad. Afirma Ochoa, miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del SACPC 2021-2024, quien comparte que esta obra de humor negro surgió porque quería hablar de la infancia sin idealizarla y de todas las cosas que abarca esta etapa. Una mirada desde la adultez de cómo un adulto se relaciona con su infancia y de cómo todo lo que sucedió en esa etapa puede afectar profundamente su vida. “Es un lugar con mucha magia y libertad y, al mismo tiempo, muchas reglas: estás descubriendo quién eres a partir de cómo el mundo responde a tus acciones. Quería hablar de los claroscuros de la infancia, y pienso que la obra lo logra en el sentido que aborda momentos tanto felices como dolorosos, vividos de manera muy intensa.”

Dirigida al público adulto, Algodón de azúcar combina recursos como el onirismo, el absurdo, la farsa, el uso de elementos simbólicos y el teatro de máscara. Fue un desafío porque el texto es muy cinematográfico, como confiesa la autora: “Existen cambios muy rápidos de un lugar a otro y cada actor interpreta a varios personajes. Esta exploración fue un proceso muy enriquecedor para todo el equipo. Encontramos un lenguaje esencialmente teatral para resolver estos cambios rápidos de escenas y personajes.

Platicamos con Alejandro Morales, protagonista del impactante montaje sobre Algodón de azúcar y muchos temas teatrales más.
Que gran trabajo es Algodón de azúcar, no la vi en ninguna de sus temporadas previas, aunque la vi en La Paz, el año pasado en la Muestra Nacional de Teatro.
Me impactó muchísimo. Es paradójico porque visualmente es una obra muy bella, pero es muy ruda, es una obra redonda, el texto es de primera, su propia autora la dirige y lo hizo espléndidamente. El equipo actoral encabezado por ti es excelente. La producción de Raúl Morquecho, la escenografía de Félix Arroyo, la iluminación de Ángel Ancona. No hay ningún pero.

¿Algo de tu infancia te ayudó para crear esto, recuerdos, anécdotas para habitar esta pesadilla?
Los actores y las actrices, creo yo, sin hacer psicología profunda o personal, pero todos partimos de nuestras propias experiencias, y creo que para mí Magenta mi personaje en Algodón de azúcar, me recuerda, de alguna manera, no a mí, pero recuerdo algunas sensaciones o algunos episodios de mi infancia, como los cumpleaños, por ejemplo. La fiesta de cumpleaños donde aparentemente yo era el festejado, pero a veces yo me la pasaba mal, porque había mucha gente. Por lo general a mí no me gusta que me feliciten en mi cumpleaños, a Alejandro no le gusta, no es que me incomode ni nada. Poca gente sabe cuándo es mi cumpleaños porque no me gusta recibir felicitaciones, me decía Mahalat Sánchez, ¿Por qué?. Porque yo creo que recibí demasiadas felicitaciones cuando eran niño de gente que ni conocía, había mucha gente en mi casa. Mis papás hacían fiestas, creo que más para ellos que para mí, me la pasaba bien pero había un momento en que ya quería que se fueran todos, y seguía la fiesta, y estaba yo jugando con niños que no sabía quiénes eran, eran hijos de no sé quién, de amigos de mis papá, en fin.

De pronto hay ciertos rasgos que me sirven a mí como actor de reconocer esa incomodidad, de estar en una fiesta donde se supone que tengo que estar feliz, pero hay algo que no me deja estar bien. Magenta es un personaje que no sabe por qué no está bien, que está extraviado en la vida en este pequeño momento de la obra donde se encuentra perdido, y la historia, está pesadilla que dices, lo ayuda a recordar, o le ayuda a reconocer por qué no puede caminar con libertad, con felicidad, con tranquilidad, y, en la obra descubrimos porqué.
Creo que tiene mucho que ver con jalar recuerdos míos, episodios míos, la tristeza, el dolor de ciertas cosas, que a mí me ayudan a enganchar y que le sirven al personaje. Para mí es un clavado cada función, le decía a Gaby que esta obra en particular a mí me pone siempre como en un riesgo, porque no se que va a pasar, porque la emoción para que suceda, realmente tiene que ser verdad, no sé cómo decírtelo, pero a veces no llega, a veces… la viste en La Paz, en la Muestra, puedo decir que para mí la función que di en la Muestra, hubo algo, que no supe habitar a Magenta, y bueno, así es el teatro.

No es que me sintiera bien o mal, sentía que no llegó ese duende, como dicen, estaba en un teatro enorme, con mucha gente, y la gente reaccionaba muy bien a la obra, cosa que me parece que es como un signo de que la obra está muy bien escrita, muy bien dirigida, y que la obra pasa, pero a mí me gusta que me pasen las cosas como actor también, como personaje. Quiero decir, no me gusta sufrir, me gusta que el personaje sienta, se ría, se divierta, le duela, sufra. Al personaje, no al actor.
En esa ocasión me acuerdo mucho, y siempre me voy a acordar de esa función, yo decía, no sentí a mi personaje, no vino, no tocó mi puerta, no habitó, y así es el teatro. Todo esto lo digo porque siento que uno se pone ahí como actor, y el personaje, si siento que me habita, siento que el personaje si nace en mi cada función, si se desarrolla, a veces de una manera y a veces de otra.
Y Magenta para mí, o Algodón de azúcar, es una obra de esas, donde el personaje si llega, o a veces no, como quisieras, pero la obra se sostiene porque tiene un trabajo muy sólido en la dramaturgia, en la dirección, en la actuación de Miguel, de Caro, de Romina, de Paco, o sea, todos los elementos estamos ahí, muy bien sostenidos por la dirección, por esta capitán que es Gaby Ochoa.

En una conversación que tuve con Marina de Tavira, ella se expresó maravillosamente de ti, como lo hace mucha gente. Por supuesto que eres un gran actor, discreto, sencillo, y hace mucho tiempo que tienes una posición en el teatro en México. Esto que me dices, aunque el personaje no termine por poseer el cuerpo de Alejandro en su totalidad, estas capacitado, preparado y tienes basta experiencia y una metodología que permite que el personaje se desarrolle aunque no esté al 100. Yo vi esa función y no note que el personaje no “bajo”. Me gustó mucho y me impactó muchísimo la obra, aunque sientas que no estuvieras al 100, pero lo que dices, finalmente el teatro es un arte vivo, puede uno ir a todas las funciones y siempre van a ser distintas .
Cuando hablo esto de poseer al personaje, o que el personaje te llegue y te habite, es más allá de este asunto del cliché. Uno es actor y uno tiene un oficio, pero esta obra en particular, por eso es tan importante, creo que para mí Algodón de azúcar si es una obra que me llegó como un regalo, a mí, como persona, como ser humano y como actor evidentemente, porque es una obra donde todos nos ponemos en ese lugar porque la obra es tan sólida ,que te permite echarte ese clavado de irte.

Yo soy un actor, creo yo, bastante normal, yo acabo la función, me cambio echo relajo. Alguna vez tuve una plática con una directora y me decía que ella si cree en los actores que se llevaban el personaje a su casa, y está muy bien. Yo generalmente ¡No!, mi personaje habita y vive en el escenario, pero yo tengo que pagar la renta, tengo que llevar a mi hijo a la escuela, tengo que pagar deudas, tengo preocupaciones de otro tipo, tengo que hacer comida, lavar trastes, lavar ropa, tengo mi vida y el teatro es el teatro y lo amo, pero amo más vivir, amo más tener amigos, platicar, contigo en este momento, y que me digas lo que me dices, a mí la verdad me gusta mucho.
Y ahorita que decías que soy un actor discreto, a mí me gusta pararme en el escenario y hacer payasadas, contar historias. Abajo no me gusta, yo por eso escogí el teatro, por eso mi espacio para hacer las cosas que no me atrevo en la vida están ahí, en el escenario. Soy bastante penoso, creo totalmente que escogí el teatro para ser el que no me atrevo a ser abajo, por eso lo disfruto tanto, por eso de pronto me puedo volver loco haciéndolo, y por eso me gusta también llegar al teatro desde antes, platicar con mis amigos en el camerino, con mis compañeros, hacer café, hablar de miles de cosas. Y en el teatro ya entonces uno se vuelve loco, uno enloquece. No me llevó al personaje, mi vida no es el teatro, mi vida es mi vida y el teatro es el teatro, es el lugar donde llegó a hacer esto que digo, a hacer lo que no me atrevo a hacer.

Todo esto para decirte que sí, que efectivamente Algodón de azúcar es una obra que me reta todo el tiempo, todo el tiempo, todo el tiempo.
En una función reciente decía, para mí, bueno, para todos fue una función muy buena, y el público estaba, decía Romina en un mensaje en nuestro chat: Siento que nunca nos había tocado un público como en el que nos tocó ayer, era un público donde, de principio a fin, no respiró, no se reía, parecía que no estábamos con nadie, sin embargo al final el aplauso fue muy bonito.
De pronto nos tocó este público que quizá estaba sufriendo la obra desde el principio, o quizás sospechó que algo no estaba bien, no lo sabemos. El teatro también tiene eso con el público, el teatro es el público también, y si, esta obra nos da sorpresas todo el tiempo, aunque llevamos ya muchas funciones, cinco temporadas y estamos por iniciar una sexta.
Es una obra que no la puedes soltar, que no puedes tratarla con delicadeza, es una obra, como dices tú, oscura, fuerte, y si la tratas con frialdad, si no te metes ahí, creo que es faltarle al respeto a un tema también muy importante, no solo a la obra, sino al tema humano del que habla Algodón de azúcar, porque quizá el que está enfrente, el público que está ahí y que está viviendo la escena, quizá tiene una historia parecida a Magenta, muchos de nosotros eh, creo que desgraciadamente es muy alto el porcentaje de las personas que vivimos en el mundo que hemos sido violentadas de alguna u otra manera en nuestra niñez, en ese sentido, creo que es una obra que merece respeto, también para el público, el público se merece que la obra siempre esté lo mejor que se pueda.
En efecto, yo creo que todos nos sentimos identificados con alguna de las escenas, por lo menos, en la obra. Algo que me llama mucho la atención es que tú eres el único de todo el elenco que muestra la cara, ¿cómo te sientes ante esto, porque tú tampoco les ves la cara a tus compañeros?
No. Es como este lenguaje que Gaby tiene mucho en sus puestas, combina de pronto el realismo, que en este caso mi personaje es el más realista, o el realista de la obra, pero siempre maneja como dos lenguajes, el onírico y el realista, y lo mezcla, y creo que en Algodón… logra justo esa combinación perfecta, que hace que el público vea una pesadilla.

Efectivamente yo veo la cara de estos payasos, o Magenta ve la cara de esos payasos como cuando tú estás soñando Salvador, de pronto te ves en un sueño, volando afuera de un avión, sentado en el ala del avión. ¡No hay lógica!, digamos que en el sueño las lógicas no existen, quizá existen pero dentro del mismo sueño, dices ¿qué hago aquí volando, no adentro, sino en el ala del avión?. O ¿qué hago aquí nadando en medio del mar?.
En fin, cada uno tendrá distintos sueños y creo que el sueño, o la pesadilla de Magenta, es eso, lo que yo veo son estos payasos, pero luego veo a mi papá, a mi mamá, a mi tía, a mis amigos de la infancia, a pesar de que sobre ese maquillaje de payasos, se sobrepone una máscara, o una media máscara, o una gorra, o una peluca con elementos que yo realmente estoy viendo. Lo que Magenta ve, no es al payaso disfrazado, sino a la mamá, al papá, a su historia. Magenta no se cuestiona por qué tiene una máscara, no, aparecen, y creo que lo mágico del teatro es que aparecen también en el espectador, el espectador no se pregunta. Es el papá y aparece el papá porque Magenta lo está viendo.

En ese sentido sí soy el único actor que no se maquilla porque es el personaje realista, pero estos tres actorazos que son Miguel Romero, Carolina Garibay, Romina Coccio, falta uno porque quiero hablar de los tres payasos, son grandes actores, que aparte no son clowns, son actores de profesión, actores realistas. Trabajamos cuatro meses, Gaby les dio talleres intensivos, a todos, pero sobre todo a ellos, de máscara, de Clown, porque Gaby viene de esa escuela de la máscara.
El otro actor, Paco Mena que también muestra la cara al final, que justamente revela quién es ese personaje. Sí siento, como dices tú, que no hay desperdicio. Creo que uno de los grandes aciertos, y lo dice Gaby, la suerte que tuvo de encontrar a estos tres actores haciendo los payasos. Son estupendos, a mí me pone la piel chinita verlos, escucharlos, son grandes compañeros. Y creo que eso es lo que tiene también la obra.

Como decías que Marina hablaba cosas muy bonitas de mí, yo también podría decir lo mismo de ella, y de todos los demás. He tenido la suerte de estar en buenos proyectos, para mí sí es importante hacer equipo, el teatro a mí me deja grandes amistades, grandes historias, ahora sí que se hacen familias, no siempre, pero he tenido la suerte de que la mayoría de los proyectos en los que estoy, nos convertimos en amigos.
Algodón de azúcar es un proyecto muy importante en ese sentido, porque ha construido historias que me han cambiado la vida y que que si son compañeros que creo que confían en mí, y yo confío en ellos. Ahora mismo que ya llevamos cinco temporadas, creo que nos hemos equivocado como nunca en el texto, y si, de pronto decimos: ¿qué dijo?, ¿qué pasó aquí?, pero no se nota en la obra porque nos conocemos tan bien, que la obra no se cae, pero nos hemos equivocado muchísimo, en la primeras funciones pasó de todo.
Son grandes amistades, grandes lazos que se van haciendo y creo que se nota. El trabajo que está ahí, está sostenido, por supuesto, por el trabajo profesional, pero también por una amistad, por compañerismo y por un respeto por el trabajo entre todos. Aquí, en Algodón de azúcar nadie es más que nadie, todo es una pieza que necesita de todos los elementos: la escenografía, la luz, la música, de todo, son piezas perfectas y todos tenemos un profundo respeto por el trabajo de todos.

Y lo proyectan. Con respecto a las máscaras, cuando salen los payasos, tienen una máscara, pero cuando es la mamá, o el papá, es otra máscara. Están caracterizados para cada personaje.
Sí, total. Todo el tiempo se está proyectando algo de todos los personajes, de pronto también a mí me parece, que, por ejemplo, Magenta, como te decía es un personaje realista, pero cuando aparecen los papás y lo que dicen los papás, también vemos a los personajes, y también vemos por qué no estaban ahí los padres, o cuando sucede algo con el personaje, por qué los padres huyen, se van, por qué no ven a los ojos a su hijo y le dicen una palabra, la que quizá necesita escuchar. Se van, se van, se van.

Freud se daría vuelo con esta obra.
Como bien dices, Freud se daría vuelo con esta obra, sí. Cada escena tiene mucho que analizarse en el comportamiento humano, y hay muchas proyecciones distintas en cada espectador. Hay gente que de pronto me dice de la escena del cumpleaños. A mí me pasaba exactamente eso. Nadie iba a mis cumpleaños, siempre me quedaba solo.
A mí, por ejemplo, no tiene que ver con los cumpleaños, pero siempre me comparaban con un primo que íbamos juntos en el kínder, en la primaria, en la secundaria, estábamos en el mismo grupo, es mi primo hermano, y él era muy inteligente y siempre me comparaban. Aunque mis papás quizá no se dieran cuenta, siempre yo sacaba 7, 8 y mi primo 10, siempre. Y siempre me preguntaban al Rodo ¿cómo le fue?. Ya sabían que iba a sacar 10. Finalmente son esas pequeñas cosas, guiños que tiene la infancia, que los papás no se dan cuenta, pero que si hacen como dañito. De ese tipo de cosas está llena la obra, y bueno y la explosión final que sí había un asunto muy grave ahí, pero está llena de símbolos, de signos, de comportamientos, y si la nutre muchísimo, es complejísima la obra en ese sentido.

Aunque es una obra oscura, es entrañable, aunque es pesadillesca cuando uno la descubre, vuelve. También te ayuda, pienso, a exorcizar los demonios que trae uno adentro, creo que tiene esta gran virtud la obra. Así es el teatro, catártico.
Ahora te toco estar en dos obras que han agotado sus temporadas, El tranvía…, y esta.
Es una belleza emocional cuando sucede esto. Me decía un amigo, Que experiencia tan bonita en términos profesionales, que se juntaron dos puestas en escena como El tranvía… y como Algodón…, donde la gente quiere ver las obras, y donde tienes funciones con teatro lleno.
Obviamente uno siempre trabaja para que la gente lo vea, pero también, no sé si tú piensas lo mismo chava, pero yo siento que hay más gente yendo al teatro. Por supuesto que hay que hacer mucha difusión, pero hace algunos años 15, 20 años quizá, yo me acuerdo haber dado funciones para dos o tres personas en la Gruta, en la Capilla, o en muchos teatros.

Yo siento que ahora la gente quiere ver más teatro, esa es mi sensación, igual tiene que ver con este asunto de que El tranvía agotó, también Algodón. Pero no, porque yo también voy a ver obras dónde hay teatro lleno, o hay mucha gente, y eso para mí es como un respiro, y decir, El teatro no va a morir, puedo seguir viviendo de eso.
He tenido mucha suerte quizá, porque desde que salí de la escuela, del CUT, salí hace 24 años, y todos los años he tenido la suerte de que he trabajado, no ha habido un año en que no haya tenido teatro, claro, ha estado rudo.

Tengo la sensación de que el público va más al teatro ahora, y también esta sensación de decir, dos puestas en escena que están pasando en este momento en mi vida, tienen la fortuna de llamar la atención de la gente, son atractivas, quieren verlas. No sé si viste el Hamlet, que dirigió Angélica Rogel, sucedió un poco lo mismo, y me decía David Gaitán, que hay un estudio donde decían que Hamlet que se pusiera, estaba lleno siempre, en donde fuera, porque es Hamlet, porque es Shakespeare.
Y tengo la sensación de que con Un tranvía llamado deseo también sucede, es una obra de teatro emblemática y que parece que tiene un imán siempre. No se la historia en otras puestas en escena en México pero la obra es muy atractiva, si la pusieran yo la iría a ver. Y luego teniendo también ese elenco, encabezado por Marina, que es una actriz, muy emblemática en el teatro, una actriz sólida, que parece que el personaje la persigue y la encuentra. Siento que es Blanche DuBois, es un personaje que está hecho para que Marina lo haga en este momento de su carrera.

Le decía el otro día a Marina que me emocionaba mucho trabajar con ella, porque cuando yo estaba estudiando, casi saliendo de la escuela, vi Feliz nuevo siglo doctor Freud, pero la vi en Santa Juana de los mataderos, en el Julio Castillo, vi dos o tres veces la obra, una la vi a la mitad, me tenía que ir porque duraba 5 horas, o más. Luego la vi completa, luego regresé a verla porque estábamos montando El alma buena de Sezuan, ambas de Bertot Brecht, y Sandra Félix, que nos dirigía, nos pidió que la fuéramos a ver, también la escenografía de Philip Amand.
Era un momento muy importante para mí, como joven actor que estaba saliendo, más bien a punto de salir, ver esa enormidad de teatro, con esa enormidad de obra. Y le decía, Cuando te vi, Marina, yo quería estar ahí, quería estar en esos teatros. Mi sueño era estar en el Galeón, en el Granero, en el Orientación, en la Villarrutia, en el Julio Castillo, en todos esos teatros donde durante todos estos años que llevo, he tenido la fortuna de estar con distintas puestas en escena ahí. Para mí son estos teatros donde el actor crece, aprende, se equivoca; son teatros del estado, de actores como el que yo quiero ser, o como el que yo pretendo seguir siendo. Y mira que todos los teatros me parecen hermosos, pero esos teatros particularmente, o los de la UNAM, son teatros que han pisado los actores que yo más admiro, que seguiré admirando y que me siguen enseñando.

Y de pronto estar en el Julio Castillo con Un tranvía llamado deseo, actuado por Marina de Tavira, dirigida por Diego del Río y todos los que conformamos este ensamble que construye el tranvía, para mí es un sueño y regreso al pensamiento de dónde viene toda esta reflexión sobre el tranvía.
Estoy en dos obras en este momento, el tranvía, que tuvo una última función en el Teatro de la Ciudad y tendremos unas giras para cerrar esta temporada, o este viaje. No sabes lo que me ha enseñado estar en una obra cómo el tranvía, estar en una obra como Algodón al mismo tiempo, es algo que creo que no va a volver a suceder en la vida, y que como actor también es un aprendizaje y es un regalo que tengo que saber acomodar para poder continuar. De pronto me decían, ¿Qué obra viene?, ¿qué obra sigue para poder llenar esos huecos que quizá deje Algodón y deja el Tranvía?. Pero también el teatro es una sorpresa y el teatro está lleno de experiencias, de años y de días y de procesos. No quiero repetir absolutamente la experiencia de Algodón con otra obra, ni el Tranvía, pero si es un hueco muy importante que se tiene que llenar de otra manera. Para mí son dos obras que marcaron mi momento actoral y personal también.
Uno siempre quiere que las obras salgan bien, uno cuando inicia un proyecto, creo que todos los actores, directores, creativos, queremos que salga lo mejor que se pueda, pero también es la belleza del teatro y del arte, hay obras pictóricas, dancísticas, de cualquier disciplina, hablo del arte en general, que tienen esa magia, o tienen esa redondez de la que tú hablabas, como de Algodón o de Anatomía de un suicidio, de estas obras que son perfectas en el sentido, no de la perfección, sino en el sentido de la actuación, de la historia, y cuando sucede eso evidentemente la gente las va a querer ver, y se recomiendan. Ojalá los teatros estuvieron llenos, pero a veces no sucede, no solo que no se llenen, sino el teatro no sucede.

Hay obras como el Tranvía, algunos musicales que regresan periódicamente, y siempre les va bien, Vaselina, es una de ellas, El violinista en el tejado o El hombre de la mancha. De drama La casa de Bernarda Alba, por supuesto Shakespeare, Equus, que está por volver luego de una ausencia prolongada.
Yo también siempre digo, ojalá que le vaya bien al teatro, hasta al malo, porque levantar proyectos cuesta mucho trabajo. Hay algunas que son tan malas y que no tienen ningún interés artístico que no tendría porque irles bien. Pero a algunos les va bien, a otros no. En El Milagro, por ejemplo, no es común que sean éxitos las obras.

Sí son de estos teatros, que tiene similitud con La Capilla. La Capilla y El Milagro nacieron casi al mismo tiempo. Yo me acuerdo de haber ido al Milagro cuando todavía no estaba hecho, cuando hicieron una fiesta para recaudar fondos, estaban poniendo el piso apenas, pero tiene más o menos la misma edad que la nueva Capilla, cuando la tomo Boris.
Cuando Jesusa le dijo, Oye, no lo quieres agarrar. Porque está siendo bodega. Entonces Boris me invitó y me dijo, ¿No quieres?, lo administramos entre los dos. Entonces yo estuve administrando La Capilla con Boris como cinco o seis años, donde obviamente lo único que estaba al principio era la obra de Los endebles.
Yo hacia la producción ejecutiva de la obra, luego montamos El camino de los pasos peligrosos y todas las demás obras de los endebles. Es otra experiencia este asunto de los teatros, cómo hacer que llegue gente, también tiene su encanto esto que dices, que de pronto El Milagro se convierte en un teatro, o La Capilla sin tanta proyección. Que quizás a lo mejor le hace falta tener más, para que vaya más gente, pero son de estos teatros que tienen obras más selectas, no sé cómo decirlo. Yo fui a ver la que dirigió Arturo Ríos, Los días felices, de Beckett, nos vimos ahí, hablamos. ¿Cuántas personas habíamos 20, 15?, no sé cuántas, pero son de estas obras, no sé cómo llamarlas, pero son estas obras para poca gente. No lo sé, pero creo que le va a hacer muy bien al Milagro que Algodón de azúcar, que tiene tanta gente, que ha hecho tanto ruido, pueda ayudar a que mucha gente que no conoce El Milagro lo conozca. Yo si siento que puede ayudar.

Ojalá, yo utilizaría un término culinario, son espacios delicatessen es lo exquisito…, productos selectos y refinados, a menudo de alta calidad, exóticos o de elaboración especial, dice su definición, que se aplica perfecto. Los dos son espacios de nicho, de buen teatro independiente.
Esto que dices que son teatros de nicho, delicatessen, son teatros donde nacieron grandes directores, grandes actores, donde montó sus primeras lecturas Angélica Rogel; Pilar Boliver, sus primeros montajes Hugo Arevillaga, que es de mi generación, somos del mismo grupo del CUT; Mahalat Sánchez, mucha gente. Creo que a nosotros ahí Boris nos dio chance de experimentar, mi generación completa del CUT ahí hizo sus primeras obras, o hicimos nuestras primeras obras, cobrando a taquilla o pagando por estar ahí.
Y siento que en El Milagro sucede lo mismo, tiene también su grupo de actores, ahí se presentan Giménez Cacho, Laura Almela, que me parecen de los mejores actores que hay. Yo quisiera ser tantito así de lo que es Giménez Cacho, de los mejores actores, el mejor actor de esa generación, sí lo es, es un actor brillante, Laura Almela no se diga, David Olguín como director y dramaturgo, los últimos trabajos de Mauricio Davison, Mauricio Pimentel, todos esos actores que están ahí y que son de ese espacio. Pimentel fue apenas a ver Algodón… y le dije, Hasta que venimos a tu teatro viniste a verla. Son teatritos, y digo teatritos por el cariño, pero son teatrotes, dónde nos gusta estar, donde nos gusta seguir aprendiendo.

Que bien que Algodón se presente en El Milagro, lo conozco desde que se inauguró, y ahí he estado siempre, y se ha creado una relación, lo que decías de los teatros del INBA, para mí El Granero la Villaurrutia estaba cerrada, era como bodega, el Teatro del Bosque, en el que vi grandes montajes de Julio Castillo, que merecidamente le ponen su nombre. Como va creando una relación con espacios que para mí fueron bien formativos. He visto nacer muchos y desaparecer mas. Muchos ya no existen
Exacto ahora tantos teatros nuevos también. Tú que has vivido toda esa experiencia desde ese lugar, que te vuelves un observador, cronista, tú lo vives desde el periodismo, yo lo vivo desde el lado actoral, pero cómo ha cambiado la manera de narrar el teatro, de hacer la difusión al teatro, de hacer periodismo con el teatro.
Ahora de pronto todo se vuelve tan inmediato. Hay producciones que invitan a gente que hace videos, a los influencers, que de pronto hacen una crítica, o un comentario. Es tremendo, porque ¿a partir de dónde haces una crítica?, ¿a partir de dónde realizas una opinión de una obra?. Por supuesto tú tienes criterio, puedes hablar. A ti te gustó Algodón, te gustó Anatomía, te gustó El tranvía, pero hay gente que no, y que también pueden opinar, y tienen su portal, o tienen su canal, o lo que sea como le llamen.

Este es un tema que me parecería interesantísimo de hablar, sobre el periodismo teatral, sobre la crítica teatral, porque así como de pronto yo veo que hay “actores”, el entrecomillado tiene que ver más con. Son actores ¿por qué?, porque son bonitos, porque son guapos, porque son… y digo, ¡está bien!, pero a veces uno compite ya no con la actoralidad, compites con seguidores de Instagram, compites con fama, con belleza. Y yo no soy, ni tengo seguidores en instagram, ni soy famoso. ¡YO SOLO SOY ACTOR!.

Y el asunto, que también pasa en el periodismo, pareciera que tienes que estar como de moda, tener tu canal, salir en pantalla, para que la gente respete el trabajo, que me parece importantísimo de un periodista. Por eso me parece muy bonito leer un libro y no unirte a una página digital. Es romántico, pero sí es bello que existan las entrevistas, que existan las reseñas escritas.
Me acuerdo mucho cuando Olga Harmony escribía, corría los jueves que salía su nota, o compraba la revista Proceso para leer la nota de Rodolfo Obregón, o de Estela Leñero, que todavía escriben, creo. Ahora ya la gente es de, Ya salió mi publicación en instagram, todo es muy inmediato y en 30 palabras. O comprabas el Tiempo Libre, le decía a Maha hace poquito, Me acuerdo cuando comprábamos el Tiempo Libre y me emocionaba ver mi nombre ahí, cuando decía tal obra, con:… y a veces no aparecía mi nombre porque había tan poquito espacio. Ponían a los que son más importantes, o los famosos, yo ni siquiera. Pero cuando aparecía mi nombre me sentía muy contento, y a veces compraba el Tiempo Libre solo por eso, o para ver las fotografías, las fotografías de antes, que no solo se veían, se palpaban, de Fernando Moguel, de José Jorge Carrión, de muchos fotógrafos, Christa Cowrie, que te vendían la foto y era el recuerdo de ese momento del teatro, que se va.

Todo eso ha cambiado muchísimo pero me parece importantísimo que pudieras publicar un libro, una crónica de la historia, de tu pequeña historia, porque también nosotros vamos a morir Chava, y vendrán otros. Pero tus años vividos en el teatro, qué interesante, porque en una parte de esa historia yo estoy ahí, está esta generación de actores, pero hay otras que yo ya no conocí, que tú sí conociste, y entonces me parece muy interesante hablar no solo del teatro, de lo que ves, sino de todo, todo es un conjunto, todo es una gran obra de teatro. Todas las pequeñas obras que has visto se vuelven una gran obra de teatro en tu vida, o en la mía.

Alejandro te reitero mis felicitaciones, mi agradecimiento, eres un actor de primera.
Muchas gracias. De verdad es importante para uno, siento que somos de la generación donde tiene que haber humildad siempre, siempre. Pero es bonito cuando te dicen palabras como las que me dices, porque finalmente es bien ruda la carrera, es muy ruda y tú lo sabes. He tenido la suerte, también Maha ha tenido mucha suerte de estar trabajando y trabajando y trabajando. Pero que de pronto alguien como tú, que has visto mucho teatro, que has visto a muchos actores, te digan eso, para mí es importante y me ayuda para seguir haciendo las cosas mejor y no confiarme y seguir trabajando y seguir estudiando, seguir sintiéndome inseguro en las tablas. Agradezco mucho de verdad tus palabras.

Después de cinco exitosas temporadas, donde ha agotado todas las localidades, cosechado ovaciones al final de las funciones y obtenido el favor del público y la crítica especializada, Algodón de Azúcar llega a las cien representaciones con una mini temporada en el Teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque, emblemático recinto escénico.

En la función del domingo 13 de julio de esta multipremiada obra, se develará la placa conmemorativa por 100 representaciones, dos figuras del teatro en nuestro país: Marina de Tavira y Daniel Giménez Cacho serán los padrinos del evento.

El teatro es de todos. ¡Asista!
Absolutamente recomendable. Entrañable.

Algodón de Azúcar.
Dramaturgia y dirección: Gabriela Ochoa.
Actuación: Alejandro Morales, Romina Coccio, Carolina Garibay, Miguel Romero y Francisco Mena; actor y músico en escena, Misha Marks.
Algodón de Azúcar, originalmente coproducida por Teatro UNAM, la compañía Conejillos de Indias y Sempiterno Theatrum.
Diseño de escenografía: Félix Arroyo.
Diseño de iluminación: Ángel Ancona
Música original y diseño sonoro: Genaro Ochoa.
Vestuario: Giselle Sandie.
Video: Azael Sáenz y Cristian Cabrera.
Diseño de máscaras: Felipe Lara y Gabriela Ochoa.
Realización de máscaras y utilería: Felipe Lara.
Maquillaje: Maricela Estrada.
Diseño de imagen gráfica: Paco Argumosa.
Asesoría coreográfica: Iván Ontiveros.
Asistencia de dirección: Adriana Hohman.
Asistencia de producción: Cecille Zepol
Coordinación de producción: Raúl Morquecho.
Jueves y viernes 20 horas, sábados 19 horas, domingos 18 horas. Hasta el 6 de Julio.
Teatro El Milagro. Milán 24 Entre Lucerna, Calle Gral. Prim y, Juárez, Cuauhtémoc, 06600 Ciudad de México, CDMX. Entrada general: $300.
Algodón de Azúcar ofrecerá una corta temporada en el teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque con funciones el domingo 13, sábado 19, domingo 20, jueves 24, viernes 25, sábado 26 y domingo 27 de julio; los jueves y viernes a las 20 horas; sábados a las 19; y domingos a las 18 horas.




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