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El teatro está para poner los pies en el charco y salpicar. Texto y fotos: Salvador Perches Galván.

  • eseperches
  • 23 jun
  • 13 Min. de lectura

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El Viernes Santo de 1865, John Wilkes Booth, un actor, asesina al presidente Abraham Lincoln que asistía a una representación de teatro. Una gran paradoja: un presidente asesinado por un actor, quien a través de este gesto se volverá un ser inolvidable, un personaje. Un director temido y admirado por su gremio, se inspira en este hecho histórico para plantear una farsa que ilustra las enfermizas relaciones de poder y la esquizofrenia de los Estados Unidos. Contrata a un tándem de actores a los que les ofrece interpretar al famoso dúo de El gordo y El flaco para escenificar este asesinato. Y el director, se reserva el papel de la estatua de cera de Lincoln. Es la base argumental de Abraham Lincoln va al teatro, traducida y dirigida por Boris Schoemann, a quien le debemos montajes memorables de una nutrida dramaturgia canadiense, platicamos con él.

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Boris, tu relación con la dramaturgia canadiense es de larga data, Michel Marc Bouchard es, sin la menor duda, el principal, a el se han sumado, entre otros, los Tremblay, ¿son parientes?.

No tienen nada que ver el uno con el otro, no, de hecho escriben completamente distinto, no. Michel Tremblay es el padre de la dramaturgia quebequense, nunca he montado a Michel.

De Larry has traducido varias, recuerdo aquel memorable montaje de El ventrílocuo, y ahora este Abraham Lincoln, que es una maravilla.

Si monte El ventrílocuo en el 2004 y luego monté otra en el INBA que  se llamó Telenovela… …En una residencia que hubo de Los endebles en el Galeón.

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Exacto. Luego traduje otra que se llama Mensajes, para chavos de la UNAM pero no la monté yo, y ahora Abraham Lincoln va al teatro.

También tradujiste Alto rating. Cantata de guerra.

Claro, traduje Alto rating, que íbamos a montar pero no salió ese montaje. Sí he traducido varias de Larry y lo henos invitado varias veces a México.

Vio Abraham Lincoln.

No, no la vio.

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Es un dramaturgo prolífico.

Es dramaturgo, es especialista en Kathacali, es docente, ha enseñado mucho tiempo en la universidad de Quebec en Montreal, pero sobre todo últimamente es novelista, ha hecho muchas novelas muy potentes, L'orangeraie (2013) que se ha traducido a muchísimos idiomas (en español se ha traducido bajo el título  Dos hermanos) que es la historia de dos niños en Palestina, no está ubicado pero realmente es un asunto muy actual de esa guerra y de hasta dónde llevar el amor. Un padre por cuestiones religiosas y por cuestiones justamente de todo lo que está pasando, tiene que escoger entre sus dos hijos para ver a cuál le pone la bomba que va a estallar en el campo enemigo. Entonces es todo un asunto padrísimo que por lo mismo ha sido traducida a muchos idiomas, muy fuerte, también está una obra de teatro.

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Abraham Lincoln va al teatro la diste a conocer aquí en México, en una lectura dramatizada en una Semana de la Dramaturgia Contemporánea.

En 2022, hace 3 años, y en ese entonces la dirigió Cristian Magaloni y yo actué a Abraham Lincoln, eran también Emmanuel Lapin y Nelson Rodríguez, que viste. El año pasado obtuvimos el efi para montarlo este año, por suerte nos apoyó una empresa, que en este caso fue Herdez, para que la pudiéramos llevar a cabo. Habíamos presentado el proyecto bajo mi dirección y actuación de Cristian, siempre estuvimos dudando los dos de quién la iba a dirigir y quién la iba a actuar, los dos teníamos ganas de ambas cosas y finalmente así quedó.

¿Cómo empiezas a visualizarla, y algo de aquella lectura en la que se invirtieron los papeles se quedó para tú puesta en escena? ¿Cómo fue el proceso?.

Son procesos totalmente distintos y además un tiempo después. A mí me interesaba mucho un montaje minimalista, creo que la escenografía de Xochitl González viste muy bien este montaje, que no tiene más que tres actores, una mesa y tres sillas, que es lo único que se necesita, siento yo realmente.

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El teatro de cortina rojas me gusta mucho, porque durante hora 40 que dura la puesta, estamos finalmente en un teatro donde suceden ensayos, donde no sabemos bien quién es quién, y por lo mismo que comentas de lo vertiginoso, de los cambios de personajes y de quién es quién, lo cual no está explicado y poco a poco lo vas entendiendo.

Es lo mismo, dentro de lo mismo, dentro de lo mismo, pero nunca es lo mismo, entonces era importante para mí, poder contar con dos, tres elementos que en este caso es la escenografía y la luz, para poder dar esta progresión a esta cosa que se muerde la cola porque, efectivamente es lo mismo pero nunca es lo mismo y esa es la complejidad de este montaje efectivamente, donde las escenas se suceden. Eso ya lo vi, pero no eran los mismos personajes, entonces no es lo mismo, y es toda esta locura esquizofrénica de la obra, que Larry quiere plantear como denuncia a este mismo sistema norteamericano que es la ley del más fuerte, y que plantea justamente esta visión norteamericana de poder y de humillación del más pobre y cómo se ha construido finalmente esta sociedad. Por eso retomó este hecho histórico del hombre que finalmente abolió la esclavitud y qué fue asesinado en un teatro de manos de un actor, lo cual es un hecho trascendental para crear… …y es muy teatral… …sí, totalmente, para crear, a partir de ahí, la primera estrella norteamericana, ese actor que trascendió porque mató a un presidente de los Estados Unidos, si no, ¿quién se acordaría de él?.

No trascendió por su calidad histriónica sino por un hecho de sangre.

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¿Qué tanto hay de Boris en este director?

Larry se burla de las relaciones de poder dentro del teatro, justamente como uno se aprovecha del otro, cómo se dan estos juegos dentro del escenario, porque los conoce bien al ser el mismo actor, dirige, poco pero también ha dirigido, pero sobre todo es actor y aparte se juega efectivamente a esta dimensión.

¿Qué tanto hay de Boris en Mark Kilman o en Sebastián Johnsson?. No tengo la menor idea. Me divierte mucho a mí también ver esta relación cómo se está dando entre los personajes, porque cada vez que entras a un montaje finalmente a partir del equipo que se genera, sobre todo los actores y los directores que son los que más se ven finalmente en escena, en los ensayos, en el teatro, pues se genera siempre una dinámica muy peculiar, muy distinta, y eso es lo que es divertido finalmente. Haces un poco, te metes otra vez a prueba de que va a pasar dentro de este equipo, y las chispas que van a nacer, porque siempre hay momentos muy placenteros, luego hay momentos de mucha tensión y siempre hemos pasado por ahí dentro de los montajes teatrales, eso es lo divertido justamente del montaje, de los ensayos, que a veces el mismo proceso resulta más interesante que la puesta en escena final. en fin, aunque obviamente siempre trabajamos para que público lo vea.

Y la Semana no es algo nuevo, desde hace 25 años armo la Semana Internacional de la Dramaturgia. Estamos justamente trabajando en ese tipo de cosas y este año podré llevarla a cabo en Pachuca, ahorita justo estoy organizando la siguiente emisión con los autores, con los directores, con todo lo que va a suceder en Hidalgo en septiembre.

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¿De aquella lectura en el 2022, incluido cambio de roles, nunca pensaste en auto dirigirte para actuar y dirigir?

No, no, no, no. o  dirijo o actuó, pero hacer las dos cosas al mismo tiempo no me parece. Hay muy poca gente que lo hace bien, algunos perfectamente, y tienen distintas maneras, o tienen un ojo exterior de un asistente, o tienen video, que se graban durante los ensayos y se dirigen de esta manera. Yo siempre creo que la relación director-actor, a mí me sirve mucho, tanto cuando soy actor, que cuando soy director, claro que cuando soy actor tengo muchas ideas de cómo montar la obra, pero intento dejarme llevar por el que está a cargo, y ese ha sido el caso. Por ejemplo, con Cristian porque trabajé en La gaviota con él, él trabajo conmigo en La ira de Narciso y ahora en Abraham Lincoln y entonces es ese ir y venir de dos actores que también son directores, o dos directores que también son actores, es todo ese juego que estamos implementando en Abraham Lincoln, pero no, a mí no me late hacer todo en la creación escénica.

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Se antoja, aunque fueran pocas funciones en las que los papeles se invirtieran, que tú actuaras dirigido por él. Claro que tendría que ser con la misma producción, porque hacer otra sería prácticamente imposible.  

Más últimamente.

Ni que lo digas, ahora que las temporadas son chiquititas, reitero, creo que ahora ensayan más de lo que representan.

Por eso es importante retomar las obras y buscar darles otra vida en otro espacio, o en otra temporada, y no nada más producir por producir, porque eso no tiene mucho sentido. Por eso es importante tener políticas culturales que lleguen a la posibilidad de remontajes, de giras, de ese tipo de cosas y no nada más producir para que estés contento un rato, des un número de funciones que te permitió el efi y se acabó. Muchas veces eso sucede y me parece grave.

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No es justo que montajes que valen mucho la pena den sus 12 funciones, o 20 funciones y ya, se va la producción a la basura y la obra al olvidó. Hay obras que tienen mucha vida, como está, me parece adecuado que en una ciudad tan complicada como la Ciudad de México, que esta misma obra se pueda ver, por ejemplo, en la Sala Villarrutia, o en algún recinto del Sistema de Teatros, en el Helénico, que giren y acercan el teatro a la gente que se le complica hacer traslados muy largos.

Pues sí, aunque te diré que esta obra no ha tenido un gran éxito de público, es de las obras menos taquilleras que he tenido.

No hemos llenado más que los dos estrenos. En La Capilla cuando a una obra le va bien, llena, no es para nada el público que he tenido por ejemplo con El ventrílocuo hace muchos años, que estuvo en muchos teatros, y que le fue súper bien, o para las mismas obras de Michel Marc Bouchard.

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No es una obra fácil, para nada, no es una obra emotiva, creo que no juega para nada sobre la emotividad, y esto en México puede ser un problema. Es una obra compleja, la gente sale diciendo: La tengo que volver a ver porque no entendí todo. A mí me fascina porque me parece compleja y me gusta la complejidad, me gustan las cosas que no son sencillas, que te ponen a pensar, que dice: A ver, no entendí esto, qué pasó, qué onda. Pero a veces buscamos demasiado, creo, el consumo fácil, el consumo digerible y por lo mismo, creo que aún no encuentro el público específico de esta obra, estoy buscando todavía.

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Estos juegos me parecen fascinantes, pero al público que no está familiarizado, si puede resultarle muy difícil. Lamentablemente, la gente que va al teatro a divertirse, no sale muy contenta de este tipo de obras.

Cuando tú traduces, que este es el caso, cuando vas trasladando de un idioma a otro, que no es nada fácil, vas visualizando las obras pensando, si yo la dirigiera…

No, para nada, me quedo en lo verbal, me quedo en la comprensión del texto, del subtexto, de la manera de hablar de cada personaje. Ya son muchísimas cosas que suceden en una traducción, antes de pensar en un planteamiento escénico. De ninguna manera, y creo que sería un error traducir con ese enfoque. Lo ideal es que la obra esté excelentemente traducida, la montes tú, u otro, eso no importa finalmente.

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Ahorita estoy empezando a montar una obra que voy a presentar con la UNAM en la Sor Juana a partir de octubre, es una obra belga fársica, surrealista, loquísima, y por ejemplo, ahorita estamos empezando los ensayos, la obra ya la traduje, y me pase tiempo traduciéndola, y pensé muchas cosas, pero lo primero que vamos a hacer es revisar mi traducción, ponerla en boca de los actores para, a partir de ahí, que entiendan exactamente lo que se dice, lo que no, por qué lo dicen, por qué de esa manera, y seguramente vamos a cambiar algunas maneras de hablar de los personajes en función de lo que yo les voy a explicar y cómo vamos a platicar con los actores sobre ese texto y esos personajes, porque nunca está acabada la traducción y siempre hay que ponerla en boca de actores para que se apruebe, creo yo.

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Claro porque ahí cobra vida, no es lo mismo leer que  escuchar y ver.

Sí, y también porque una cosa es el trabajo de escritorio y otra cosa es el trabajo ya en vivo, y darte cuenta del punch de una réplica, de ciertas cosas que tal vez no te diste cuenta cuando lo tradujiste desde el escritorio.

Platícame de tu elenco. Al Gordo y el Flaco yo creo que los identifica todo mundo, no sé si eres muy jóvenes.

Para nada, yo justamente pregunté a las nuevas generaciones, muchísima gente ni sabe quiénes son. La imagen del Gordo y el Flaco es medio reconocible, pero igual muchos jóvenes nunca han visto una película de ellos, que también eso era interesante de poner esta obra hoy día porque a nuestras generaciones claro que nos habla, y los hemos visto de niños, hace mucho que no pasan esas películas.

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Y esta relación es bastante perversa, creo que por eso Larry escoge esos  dos personajes y el mismo Mark Kilman decide montar el asesinato de Abraham Lincoln en cuerpo de el Gordo y el Flaco, lo cual es una pirades absoluta pero de eso trata la obra.

Y tus dos actores están maravillosos.

Emmanuel Lapin ya había trabajado con él en Guerra oceana, lo conozco bien, es un gran actor, con una gran vis cómica, y entró muy bien en el personaje, hizo muy, muy buena mancuerna con Nelson Rodríguez, que es un chavo que salió del CUT hace pocos años, que viene de Nayarit, yo lo conocía desde Nayarit, le había dado un taller allá, y luego vino al CUT a estudiar, y cuando pensé en el reparto dije, Vamos a probar con Nelson. Y entró maravillosamente al juego con Emmanuel. También tuvimos una gran asesoría de clown, de Noemí Espinoza, que es una maravillosa maestra, actriz y directora, para  poder armar esto.

Y bueno, con Cristian, ya te digo, a los dos nos gusta mucho la obra, era la complejidad también que conlleva. Lo mas difícil fue lidiar un poco con los tiempos de Cristian que estaba dirigiendo al mismo tiempo, Arte, la obra de Yasmina Reza, luego Anatomía de un suicidio y entonces era ir viendo de qué manera, haciendo tantas cosas al mismo tiempo, porque también tuvimos reposición de Narciso, al mismo tiempo. Es mucho texto realmente de La ira de Narciso, como de Abraham Lincoln va al teatro, es complejo y nos costó tiempo, justamente la asimilación del texto, para que poco a poco pudiera fluir, de hecho ahora la obra dura 10 minutos menos que durante el estreno.

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La gente que no conozca al Gordo y el Flaco, que no sepa cómo mataron a Lincoln, tampoco es necesario que lo sepa… …para nada, no es una obra histórica. Es una  que habla de Trump completamente, aunque fue escrita mucho antes de Trump, pero obviamente las relaciones con lo que está pasando ahorita en Estados Unidos están tan a la vista, que por eso a mí la obra me parece todavía más actual que cuando fue escrita.

De hecho, muchos políticos se podrían poner ese saco porque les queda perfecto. Que pena que no esté teniendo el éxito que se merece, porque merece tener mucho éxito. La gente que está más ligada al teatro debería de responder a este tipo de oferta, que tampoco es muy frecuente.

No, creo que justamente es una obra muy distinta que no estamos acostumbrados a ver, y por eso la escogí, la verdad.

En general escojo cada vez más obras repelentes, políticamente incorrectas que es lo que me interesa realmente poner en escena cada vez más. De repente entramos demasiado a una sociedad políticamente correcta, donde la crítica es una lista donde no puedes decir una cosa, si no te acusan de no sé cuántas cosas, y creo que el teatro justamente está para poner los pies en el charco y salpicar, porque si no salpica, y si no pasa nada, a mí la verdad me aburre mucho ver obras así, donde únicamente juega sobre la emotividad. Está muy bien, también a mí me gustan las obras de Michel Marc Bouchard que son extremadamente emotivas, pero también con mucho humor, mucho humor negro, creo que eso es a lo que le tenemos que apostar para justamente que el teatro sirva de cuestionamiento a la sociedad, de espejo, y no únicamente de reivindicar cosas que ya sabemos de sobra, que está mal hacer esto, que está bien hacer lo otro, o hablar del momento político actual. Creo que hay demasiada oferta justamente porque también las convocatorias de las instituciones se van hacia la hoja política del momento y eso a mí me parece grave.

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Esta muy bien que haya  comedias, y hay comedias muy inteligentes, muy buenas, las hay muy malas, lo mismo que hay dramas muy buenos y los hay espantosos. No es cuestión de género, es cuestión de intentar alejarse del mainstream político, de lo que se está diciendo por todos lados, porque sino entonces el teatro entra dentro de un discurso político afianzando lo que se tiene que decir, lo que está bien y lo que está mal. Y ahí sí, perdón, pero creo que el teatro nunca ha servido de esto, siempre ha sido incómodo para el gobierno, para el poder, y si no tocamos, si no metemos el dedo en lo que duele de lo que no está bien todavía, entonces creo que estamos errando como artistas.

Ojalá que acuda la gente, no un examen, hay mucho divertimiento en la obra, hay mucha reflexión, en muchos sentidos en el arte no es tan importante entender, sino que se disfrute, que provoque empatía y te ponga a pensar.

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 Abraham Lincoln va al teatro es divertida, muy bien actuada, es reflexiva, propositiva, es una apuesta minimalista pero no requiere más, con los recursos de producción y escenográficos necesarios, y tu espléndida dirección, logran un muy buen espectáculo.

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De niño veía El gordo y el flaco... En francés, se llamaba "Laurel y Hardy". Y me reía. También era fan de Peter Sellers, de Kubrik y de los delirios del Doctor Strangelove, una película filmada el año en que nací. Luego crecí y conocí a Larry Tremblay, un maravilloso autor franco-canadiense, del que ya he podido traducir y montar varias obras en México, la más importante de ellas El Ventrílocuo.

Cuando leí Abraham Lincoln va al teatro, escrita por ahí del 2007, también me reí mucho. Aún no sabía nada de Trump.

Esta obra ha cobrado una aterradora actualidad -como muchas otras, desgraciadamente- desde hace unos pocos meses. El orden mundial está de cabeza, y ya no da tanta risa. Pero es mejor seguir riendo y apuntar la voracidad del imperio, que quedarnos llorando impotentes ante su tragazón.

Una obra sobre gordos y flacos, sobre lo sadomasoquista de nuestra humanidad decadente, sobre la esquizofrenia, o sobre una cosa que no es y podría ser otra. O al revés.

¡Que se diviertan!

Boris Schoemann

 


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El teatro es de todos. ¡Asista!

 

Absolutamente recomendable. Imprescindible.

 


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Abraham Lincoln va al teatro. De Larry Tremblay.

Traducción y dirección: Boris Schoemann.

Actuación: Cristian Magaloni, Emmanuel Lapin, Nelson Rodríguez.

Cantante en escena: Ana Silvia Sánchez.

Producción: Compañía Los Endebles A.c.

Producción ejecutiva: Alejandra N. Ramos.

Coordinación de producción: Estefanía Norato.

Diseño de iluminación y escenografía: Xóchitl González.

Diseñador de asociado de iluminación: Esaú Corona

Diseño de vestuario: Pilar Boliver.

Coordinador de vestuario: Emilio Rebollar.

Asesoría en clown: Nohemí Espinosa.

Diseño sonoro: Ana Silvia Sánchez.

Asistencia de dirección: Alexis Briseño Jaramillo.

Realización de escenografía: Alberto Orozco.

Realización de vestuario: Ivonne Marroquín.

Prensa y relaciones públicas: Enrique Saavedra.

Community manager: Bien Chicles.

Diseño de imagen gráfica y registro fotográfico: Héctor Ortega.

Lunes y martes 20 horas, hasta el 24 de junio de 2025.

Teatro La Capilla. Madrid 13, Col. Del Carmen, C.P. 04100, Coyoacán.

 
 
 

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