¿De qué se habla?, de la condición humana. Texto y fotos: Salvador Perches Galván.
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Esperando a Godot, de Samuel Beckett, es una obra icónica del teatro del absurdo que explora la incertidumbre de la existencia humana. Vladimir y Estragón esperan en vano a Godot en un camino desolado, matando el tiempo con reflexiones filosóficas y juegos de palabras. A lo largo de la obra, aparecen Pozzo y su sirviente Lucky, así́ como un muchacho que anuncia que Godot no vendrá́ ese día. El ciclo se repite sin resolución, simbolizando la búsqueda de sentido en un mundo sin propósito. Estrenada en 1953, sigue vigente por sus profundas interrogantes sobre el tiempo, la esperanza y el significado de la vida.

La inmortal obra de nuevo se presenta en una muy afortunada propuesta escénica a cargo de la maestra Ruby Tagle, con quien tuvimos la oportunidad de conversar.
Maestra, te conozco desde hace muchísimos años, pero te ubicaba más en el mundo de la danza, del movimiento corporal, según yo, no sé si estoy equivocado, tu debut como directora fue con La Celestina, que fue la primera obra que te ubico dirigiendo y, ¡que cosa! Extraordinaria, que tamaño de directora tenemos aquí, y las subsecuentes han sido igual de buenas.

Muchas gracias. Efectivamente, yo hice la carrera de danza, pero en mis
albores creativos-escénicos, lo primero que vi, fue una obra de teatro que se llamó Santa María de Iquique, con una compañía de teatro universitario, sobre la matanza que hubo en las minas de sal de Chile, brutal, eso lo vi en un gimnasio de una secundaria, en la ciudad de Reynosa, yo tenía 11 años y me impactó de tal manera que vi todas las funciones. Era una compañía de teatro universitario de Coahuila, después me enteré, en la pandemia, que Ángel Ancona fue el que llevó esa obra para allá, estaba en una entrevista, me escribió de inmediato y me dijo, Te estoy oyendo, escuché lo que dices, y no puedo creerlo yo llevé esa obra a Reynosa. La obra me impactó de tal manera que me la aprendí de memoria, y a finales de secundaria la transcribí e hice un montaje amateur absolutamente, por las ganas de hacerla, pero me la aprendí de memoria, vi todas las funciones que dieron.

Me impactó porque era una propuesta muy atrevida, me acuerdo que había como unos clowns negros que andaban en unos triciclos, la interpretaban en forma de farsa, pero para hablar de la tortura, en el segmento, en la escena de la tortura, y eso me impactó por el movimiento, mucho antes de que yo empezara mi carrera de danza. Ahí está el origen, y la música, también me formé en la música, toco laud un poco, toco mejor la mandolina y la mandola.
Todo lo aprendí en la escuela pública, las bases en la escuela pública, a leer música en la escuela pública, a tocar un instrumento en la escuela pública, a medio hablar otro idioma, entenderlo completo, en la escuela pública. Entonces las inquietudes ahí estaban, el teatro fue lo que me cimbró, pero me cimbró desde la visión física de los personajes, desde ahí fue donde me subyugó y se van encadenando todas las cosas.

Trabajé con Jorge Vargas cuando me invitaba a algunos montajes en su compañía Teatro Línea de Sombra, hacía mi carrera y justamente ellos me invitaban eventualmente a colaborar en alguna cosa, en algún montaje con música en vivo, etcétera, entonces el teatro siempre estuvo presente.
Eso era lo que quería decir básicamente en mi formación, en mi carrera, y bueno, conozco a Rosenda Monteros llega La Celestina y fue muy afortunado ese encuentro, era el sueño de Rosenda. Mi gran maestro fue José Caballero, pero Rosenda fue el empujón completo, son mis grandes maestros, Rosenda me dio un gran impulso para la creación escénica teatral, pero siempre estuve trabajando muchísimos años con José, fuimos una pareja, una mancuerna durante muchísimo tiempo. José es un gran maestro, tanto de actores como del equipo creativo. He sido muy afortunada de tener esos grandes maestros.

El talento que tienes de manera natural, sumado a esas enseñanzas, estar al cobijo de ellos, se ven los resultados. La Celestina no es poca cosa, ha habido algunos montajes, el de Garcini, celebradísimo durante la década de los 80s, con Ofelia Guzmán. Después, otra versión, dirigida por Claudia Ríos, con Luisa Huertas en el arranque de este siglo, y la tuya que fue espléndida. Y ahora estás, que tampoco es poca cosa, con Beckett y Esperando a Godot.
Ni más ni menos, verdad.
Teatro del absurdo, que siempre implica riesgos.
Así es.

¿Cómo llegas a Godot, tú lo propones? Platícame cómo fue ese feliz encuentro entre la maestra Ruby Tagle y el maestro Beckett.
He dado clases en muchísimos lugares entre ellos él CEA y el CEFAC y ahí conocí a Gabriel Ronquillo, que es el productor de Esperando a Godot, el estudio dramaturgia después, se ha estado especializando en varias cosas. Me buscó para una obra que el escribió, no ha llegado a feliz terminó esta obra, que es Tiempo de orcas, una maravillosa obra. De pronto me busca y me dice, Oye, hagamos Godot, y claro que digo que sí.

Creo que tanto en los recursos hay que tomar los riesgos, y me parece que Godot es una gran provocación, creo que está en el inconsciente colectivo, todos bromeamos alguna vez con: No podemos. ¿Por qué?, porque esperamos a Godot. Hay gente que sabe de dónde viene y hay gente que no, yo en mi caso siempre fui muy curiosa y desde niña jugaba con esa frase. Hasta hubo por ahí unos títeres que jugaban con la idea de hacer un montaje de Esperando a Godot.

Entonces está en el inconsciente colectivo, es una gran obra, es una gran reflexión, me encanta cuando se dice que es una obra en la que no pasa nada. Me parece que pasa todo, porque pasa interiormente y la apuesta ahorita ante una sociedad terriblemente visual, que es mi debilidad también, el movimiento, que haya la posibilidad de la reflexión a través de esas palabras, es brillantísima. Yo descubro frases y frases de Beckett, y la vuelvo a redescubrir y la releo. No está dividida por escenas, está dividida en dos grandes actos, yo la divido a mi vez en estadíos, le llamé, son 14, podrían ser escenas, pero prefiero estadíos porque hay cambios emocionales de los personajes. Después de releerla y releerla hago esa subdivisión, la apoyo con música, la apoyo con transiciones de luz, me apoyó también en la creación escenográfica de Patricia Gutiérrez, que es una gran creadora escénica, entonces llegamos a ello.

Así llego a Beckett y en este momento de mi vida, me da la posibilidad de esta reflexión, el sentido de la vida, la vida misma es el sentido. Siempre estamos buscándolo, hay muchas reflexiones al respecto, pero a mí me parece eso.
El teatro me apasiona, la ópera me apasiona, la danza me apasiona, la escena misma, y para mí tiene que haber una impronta personal en cada trabajo. Entonces ¿qué me dice a mí en este momento? La reflexión del tiempo interior, la reflexión de la vida misma, hacia dónde va y que quiere subrayar para ti mismo, para ti misma. Entonces Beckett me llega en este encuentro afortunado con Gabriel, que decide producirla por iniciativa completamente personal, invierte sus recursos, invita a los actores, y hay un grandísimo actor, que todos son muy buenos, pero Eugenio Bartilotti es un actor fuera de serie, es extraordinario, es impune, se entrega a la ficción y no hay nada que lo detenga y tener un actor así es un regalo, es un gran regalo.

Eugenio es excelente actor. Está Ernesto Godoy que surgió, ahorita que dijiste que has dado clases en las escuelas de actuación de las dos grandes televisoras, hay gente muy prejuiciosa y piensa, o dice, si hace telenovela, no es actor – actriz, y, por supuesto, es un error. De hecho, cuando surge la telenovela, uno de sus pioneros, Ernesto Alonso, que era gente de cine y de teatro, se lleva gente de cine y de teatro a hacer telenovela, que hasta la fecha, se ha nutrido de talentos de estos medios en sus elencos. El CEA y el CEFAC, han formado buenos actores, Ernesto Godoy que inicio como galán de telenovelas es un buen ejemplo, ahora ya maduro, está espléndido también en Godot.

Está espléndido. Fíjate que el se aleja de la televisión y se queda de lleno en el teatro. Hay muchos prejuicios, que bueno que lo mencionas, para mí, hay buen teatro y mal teatro, hay gente apasionada para interpretar y hay gente no apasionada, hay gente que cumple. En este caso Godoy es una persona que le apuesta a la escena viva y eso es valiosísimo.
Para mí fue un reto, porque, como viste, son escuelas muy distintas. El que hace al muchacho, que lo he tenido trabajando como intérprete en ópera y demás, como bailarín, como intérprete acróbata, pero también estudia teatro; hay de formación en el CEFAC en el CEA, un actor fuera de serie que es nuestro querido Bartilotti, y hay un actor también que viene del teatro musical y del siglo de oro, nadie lo sabe, es el que interpreta al mismísimo Luky. Me siento agradecida, y muy retada por esta posibilidad de ellos para entregarse a la ficción de una manera apasionada.

¿Y cómo los envuelvo para llegar a un feliz término?. Fue bien complicado, no por su disposición, sino porque me tocaba, es lo que me correspondía en la dirección, como unificar estas maneras de abordar la ficción. Te puedo decir que con Bartirlotti no hubo ningún problema, le doy una palabra y él desde la primera lectura, vuela, así, una palabrita y él entiende perfecto el tono, los géneros y demás. El absurdo, además, reúne una serie de géneros en sí mismo, ¿por qué?, porque básicamente es la dislocación de lo que dicen, a la situación, esa es la esencia del teatro del absurdo, pero ahí te da la posibilidad de tu imprimir lo que quieres decir. Fue difícil, pero ha sido un gran reto llegar a esto.

Como bien dices, Godot está en el inconsciente colectivo. A los que nos gusta el teatro, por supuesto que conocemos varias versiones, pero, volvemos a lo mismo, en México no tenemos historia porque no tenemos memoria, lo que acabas de decir es básico, tu abordas la obra desde tu óptica y entonces te permite decir, con el texto de Beckett, lo que tú quieres decir. Vi una versión muy impactante con la Compañía de Teatro Penitenciario de Santa Marta Acatitla en la que uno comprendía que el concepto de espera, dentro de la cárcel, cobra otra dimensión.
Absolutamente. Hay una película que se llama El triunfo, me llegó después de que ya habíamos estrenado nuestra versión, que es un director poniendo Beckett, Esperando a Godot, en un penal. Entonces es muy interesante, pero sí habla de la espera y ahorita es muy pertinente en esta velocidad de imágenes que, te digo, la reflexión, el movimiento interior, subrayarlo, hablar de ello, del tiempo humano, finalmente ¿de qué se habla?, de la condición humana. Para mí Beckett nos da la posibilidad, a través de su Godot, de hablar de ciertas cosas que para mí son importantes cuando formas parte de los seres marginales, ¿cuál es tu lugar en el mundo?, ¿cuál es tu lugar de pertenencia?. El ser humano busca la pertenencia, es un ser social por naturaleza, por eso nacemos solos, y cuál es mi lugar en el mundo, siendo quién soy, teniendo esta fe, creyendo en Dios, y el amor incondicional como un sentido de la vida mismo, un lugar a donde ir, entonces me interesaba hablar de eso.

Beckett se desdice hacia el final de su vida de que no; no es Dios al que esperan; no habla de la homosexualidad, pero hay frases concretas como: Siempre soñé que fuéramos a Tierra Santa de luna de miel, le dice Gogo a Didi. Y, Espero a Godot y yo también me siento Jesús, siempre he creído en él y me he sentido Jesús, lo dice, por eso puede andar descalzo. Entonces hay una serie de referencias que para mí es importante, y lo tomo y finalmente ¿qué hace un artista escénico?, dar un punto de vista, no damos verdades absolutas.
¿En qué creo?, en la religiosidad de esta obra, en hablar de un mundo de pertenencia de los seres marginales, desposeídos. Me decían que si era gente sin hogar. ¡No!, son seres desposeídos, y también puede ser por una marginación social que están desposeídos, no necesariamente en lo material, entonces a mí me interesaba eso, y lo tomo, tomó la provocación y la llevo a las últimas consecuencias. Es una obra profundamente religiosa y espiritual para mí, y me cuestiona todas mis creencias, mi sistema de creencias. El Dios mismo como un universo espiritual donde el ser humano tiene posibilidad de ser mejor. La gran provocación, para mi, de Beckett en este momento de mi vida.
Porque si lo montaras dentro de 20 años, o lo hubieras montado hace 15, serían muy distintas las tres, aunque siga siendo la misma obra…. …así es.
Tu puesta tiene valores estéticos y plásticos fuera de serie, es una obra hermosa es plástica, y con muy pocos recursos, el árbol seco, el bailarín que comentas, es muy bonito lo que hace.
Me preguntaban que por qué hacía un intermedio, dije, porque quiero. Si la gente lo quiere ver, que lo vea, yo no quería que viéramos a un técnico entrando a ese espacio de magia, porque si lo ves, es un espacio circular.

He tenido influencia, para esta obra en particular, es muy Magritte, Magritte está muy asociado a Beckett, para mi, sus bombines, esos espacios irreales, surrealistas también. Y por otro lado, hay un fotógrafo que hace fotografía de realismo mágico que se llama Saúl Andel, que es tapatío, en el 18 lo conocí, buscando realismo mágico doy con él, y resulta que es alguien joven, trabajando imágenes que a mí me interesan mucho, y me impactan, entonces el espacio este, me baso en algo que él tiene en sus recreaciones. Hace como fotografía compuesta, como fotoinstalación, o luego las trabaja, y es muy interesante su trabajo. Esos climas desérticos del Bajío, del Norte de México, pero actuales, y sin embargo me parecen universales, me remiten mucho a Páramo, pero es un Pedro Páramo absolutamente del siglo XXI este hombre. Entonces está ahí, yo hablé con Patricia le dije que quería recrear un espacio circular para hablar de estas esferas aisladas, asociada a nuestra esfera de vida, que es el origen mismo de la biología, la espiral en movimiento, el ADN es un espiral en movimiento.

Y recreamos este espacio circular donde el tiempo se repite y se repite, y habla de la espera continua, y hay gente que dice que parece que pasa lo mismo en un acto y otro. La estructura dramática, sí, sin embargo estos personajes sí evolucionan, pese a que la llegada de Pozzo y Lucky sea en determinado momento el avance del acto, la espiral es descendente, para terminar en una posibilidad de espiral ascendente que es la esperanza.

Dios va a llegar, para mí es Godot, y la pregunta de los personajes es ¿cuál es mi lugar?, te estoy esperando y creo en ti y lo has visto, y ¿qué crees que nos va a decir?, y todo este juego de palabras que tienen ellos, habla de la esperanza, si no hubiera posibilidad de ello, pues qué sentido tendría, entonces con Patricia recreamos este espacio circular, ella lo entendió muy bien, por eso es esta charola de la que hablan los personajes, “estamos puesto como en bandeja para que nos golpeen”, a Gogo siempre lo están golpeando y ahí viene la multitud, y hay cuatro rompimientos de los personajes de cuarta pared, y los incluyen y les da miedo, les da vértigo, o sea, son cadáveres, ¿de dónde vienen estas osamentas? y se refieren al espectador, la población del mundo ha aumentado dice Pozzo, y es el espectador. Hay cuatro rompimientos específicos, entonces nos incluyen, pero nos incluyen desde esta marginación como espectadores. Es lo que buscaba con este espacio del que estabas hablando, hablar del tiempo circular.

Hace muchos años, más de 30, 40 años, cuando Julio Castillo montó aquel prodigio de De la calle le comenté a Gabriel Pascal que era un tanto paradójico, pero su escenografía y la puesta en general eran un excelente ejemplo de la estética de lo marginal, en donde se lograban dimensiones de belleza, cuando resulta difícil imaginar en lo marginado algo bonito.

Ahora que mencionas la belleza y el horror, o la belleza y la decadencia, justamente me preguntaban hace unos días acerca de La duquesa de Malfi, que es una tragedia macabra y justo hablaba de que la posibilidad de tener una reflexión de las historias horrorosas en la escena, para mí, el vehículo, el puente, es la belleza, la creación de espacios no bonitos, sino la belleza, no niego está desolación, no negar lo terrible, pero sin embargo, que te dé la posibilidad de la policía escénica como un acto de vindicación del horror, no de que tiene que existir, sino de la posibilidad de entenderlo para no repetirlo, porque siempre Insisto que cuando es terrible, las cosas que pasan en el teatros es para que nos sucedan en la realidad, es como una especie de conjuro.

De manera afortunada, hace muy poco tiempo tuvimos otro Beckett en El Milagro, Los días felices, una obra poco frecuentada en escenarios mexicanos, dirigida por Arturo Ríos, cuyo montaje también era circular, como bien lo dices, este espiral infinito que puede subir y bajar.
Así es, hacia la luz o hacia la sombra, donde tú decidas.
Estoy de acuerdo contigo. Siempre es mi búsqueda también, no hay posibilidad de que uno absorba el sub texto, la sustancia de un texto tan complicado como es nuestro Beckett, si no es a través de la belleza en medio de esta desolación, en medio de este tiempo que aparentemente no avanza, que da vuelta sobre sí mismo. Sí, la belleza es un puente importante, para mí como creadora escénica, me importa mucho como vehículo para ir a reflexiones más profundas, sin rechazarlo de entrada. Lo explícito pienso que uno lo rechaza porque ya lo tenemos, está y estamos bombardeos de ello.

Además como bien lo decías, con la vertiginosa que es la vida actual, la velocidad con la que, particularmente los chavos que están pegados a sus dispositivos electrónicos, la cantidad de imágenes y de información que tienen y que no les permite un momento para reflexionar sobre todo lo que están recibiendo, y aquí, que aparentemente no pasa nada, muchas veces uno quisiera estar en casa y que no pase nada, para pensar en lo que está pasando.
Es muy importante que la discusión se vaya hacia el humanismo inmediatamente, y que sea promovido por ambos géneros, que no sea solo una lucha genérica que era pertinente, pero yo sí tengo la esperanza de que llegue pronto ello.

Te agradezco mucho que me regales estos minutos, me siento honrado, me siento importante de poder platicar con gente de los tamaños de ustedes.
Querido Salvador para mí es muy importante tu mirada porque siempre ha sido muy fina tu lectura de lo que ves, en el asentimiento y en el disentimiento. Siempre te sigo, te leo, y me gusta mucho tu manera decir esto sí, esto no, como comulgas, cómo respetas y cómo concibes la escena, tu mirada de la escena también es muy importante para nosotros. Muchas gracias.

Bellísima puesta en escena, muy recomendable. Tendríamos que decirle a la gente, si no está acostumbrada a ver obras que se salen de la estructura aristotélica, que cuenta una historia de principio a fin, esto es distinto, pero deben arriesgarse y ver otro tipo de propuestas, que no son nuevas, y van a encontrar muchos sentidos a sus propias vidas.

El teatro es de todos. ¡Asista!
Absolutamente recomendable.

Esperando a Godot, de Samuel Beckett
Dirección: Ruby Tagle
Actuación: Ernesto Godoy, Gabriel Ronquillo, Eugenio Bartilotti, Abraham Alcalá y Christopher Lohran.
Producción: Ríos Secretos Producciones y Estudio 7.
Martes 20 horas, hasta el 3 de Junio.
Teatro El Milagro. Milán 24 Entre Lucerna, Calle Gral. Prim y, Juárez, Cuauhtémoc, 06600 Ciudad de México, CDMX. Entrada general: $300.
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