100 minutos de palabras. Texto y fotos: Salvador Perches Galván.
- eseperches
- 17 feb
- 13 Min. de lectura

Radicado en París, el irlandés Samuel Beckett forjó una manera de entender el teatro que se encuadró en el Teatro del Absurdo, junto al rumano Eugene Ionesco y el ruso Arthur Adamov, ambos también residentes en Francia, siendo los principales exponentes del género. Con Fin de partida y el monólogo La última cinta, su exploración teatral fue paralela a algunas obras literarias planteadas como antinovelas.
En 1963 llegan Los días felices, su última obra en dos actos, ya que luego solo escribió obras breves, muchas sin palabras. Con ella volvió a revolucionar el escenario mundial, diez años después del primer impacto de Esperando a Godot. El muy minoritario teatro beckettiano no ha cesado de ser representado por intérpretes de las salas alternativas y primeras figuras aplaudidas internacionalmente, con especial éxito en México, Argentina, Francia, Estados Unidos o Alemania.

La ironía de los años 60 que impone Winnie en Los días felices junto a las escasas palabras y sonidos guturales de su marido Willy se implican en una larga retahíla de palabras para aprehender el afán de supervivencia: los lugares comunes de la vida cotidiana, tales como un cepillo de dientes, un espejito, un sombrero… y una pistola a mano «en caso de necesidad».
La escritura de Happy Days, según el propio Beckett reconocería, fue sugerida por su mujer, Maureen Cusack, quien pidió al dramaturgo que escribiera una obra «alegre» después de La última cinta.

La peculiaridad principal de la obra consiste en que Winnie ya no puede andar. Nos habla enterrada hasta la cintura en un montículo. Allí menciona una y otra vez los detalles de sus días felices en una agonía a veces observada por una pareja de transeúntes que nada intentan para sacarla de esa situación. En el segundo acto, ya solo asoma la cabeza y algunas de las peculiaridades «felices» de la primera parte han desaparecido. Su voz y su texto imparable también son diferentes. La tragedia de la situación se expresa con un lenguaje de fabulosa síntesis poética. Lo ínfimo se torna en esplendorosa constancia de la nada en que podemos abundar cuando se nos arrebatan la rutina y su considerable cantidad de objetos. Por eso la estructura dramática de la pieza resulta tan interesante, porque la cada vez más incapacitada Winnie siempre habla como si se moviera en una cotidianidad común a la mayoría de los mortales, por ejemplo, la sala de su casa, moviéndose mientras va y viene simulando que todo sigue igual, mientras su marido lee los anuncios, las ofertas de trabajo «para jóvenes prometedores». Winnie, enterrada y Willy, zigzagueante se mantienen vivos hasta que la tierra los devore, sin ánimo de abandonar su estancia por mucho que crezca el deterioro del lenguaje y del cuerpo.

El año pasado asistimos a un estreno peculiar, una obra ausente de la cartelera mexicana por décadas: Días felices, de Samuel Beckett, la obra regresa en una segunda temporada en la que el espléndido actor Arturo Ríos, responsable de la dirección, ahora asume el rol masculino, una excelente oportunidad para volver a verlo en escena, que, acotación al margen, con esta puesta en escena Arturo Ríos cumple 50 años de carrera artística dirigiendo y actuando esta joya del teatro del absurdo.

Conversamos con Mónica Torres y Arturo Ríos histriones que dan vida a Winnie y Willie, los personajes de la obra.
Arturo, ¿cómo te sientes estando arriba del escenario?, la montaste, la viste por fuera y ahora estás también adentro.
Arturo. Es una experiencia de muchos nervios, pero al mismo tiempo muy rica, porque la idea original, como te conté la vez pasada, es que yo la quería hacer, pero era tan complicado para mí pensar en la dirección y al mismo tiempo estar pensando que yo iba a hacer el personaje, que por eso llamamos a Ricardo White, y ahora él tuvo un problema médico y entonces ya no puedo regresar a hacer esta segunda temporada, y no me quedó otra que entrarle porque ya teníamos muy pocos días para el reestreno cuando nos dijo que no podía, y le entré. Yo, junto con él habíamos puesto el personaje, lo habíamos armado juntos y ya no me tenía que preocupar mucho de entender lo que al principio me costaba mucho trabajo entender, eso por el lado de la dirección y por el lado de la actuación, un placer volver a pisar el escenario, estar ahí actuando, que es lo que he hecho toda mi vida, y que adoro, amo hacer.

Ahora tengo la doble oportunidad de, dirigirla por un lado, y por el otro lado poder actuarla, entonces es un doble regalo para mí, por momentos me puse muy nervioso el día del estreno, pero ya sabes que ese nervio siempre ayuda a la creación, creo que fue una función muy interesante. Me siento muy bien con la experiencia de haberme puesto ahora a hacer el Willie en Días felices.
También es un regalo los espectadores verte en escena. Ahora que decías de los nervios, a mí alguna vez me dijo Carmen Montejo, la gran Carmen Montejo: M`hijito es que me pongo tan nerviosa. Y yo ¿usted nerviosa?. El día que no sienta nervios, ese día me voy a preocupar.

Arturo. Exacto, si. Los nervios son una parte fundamental para la vida, yo siento, y más cuando se trata de presentar una propuesta de cualquier índole. Me imagino que cuando presentas tu tesis en la universidad has de estar que no cabes de nervios. Es presentarse ante el juicio del público.
Días felices, casi podría decir que son 100 minutos de palabras. Hay un diálogo que tú dices, Mónica, “Las palabras nos abandonan” pero a Winnie no la abandonan, son prácticamente 100 minutos de texto. Que dificultad, yo pienso, aprendérselo, que puede parecer tan inconexo, que uno se cuestiona ¿a donde conduce esto?, ¿qué tiene que ver esto con lo otro?. Ahora que la volví a ver, que bonita forma de decirlo, clarísimo, que buena dicción, pero no debe haber sido nada fácil.

Mónica. Pues no, la verdad es que sí tiene su grado de complejidad, porque, como dices, de repente podrían parecer textos inconexos, y al mismo tiempo si tienen una concatenación de eventos, de situaciones que la van haciendo ir hacia adelante, desarrollándose hacia adelante. Winnie nunca regresa, Winnie siembre ve hacia adelante, se sobrepone ante la situación y avanza hacia el final. En ese sentido sí fue muy complicado, por supuesto, aprenderse las palabras, las acotaciones, porque está lleno de acotaciones tanto como de palabras, casi igual. Y porque Arturo le apostó a eso, vamos a aprendernos todo el texto, tal cual, con comas y puntos, ies y puntos sobre las íes. Y eso nos ayudó mucho a entender la dimensión del mundo de Beckett, también las acciones, lo que no se dice, los espacios, las pausas, que parecieran insoportables, para mí lo son, es muy difícil sostenerlas, y nos ayudó a comprender este universo maravilloso de Beckett, tan complejo que es.
Las palabras pero además el drama, Arturo me decía: es como una heroína trágica, se revela y se impone y ella va hacia adelante y las dos cosas resultan mucho muy difíciles, porque yo nunca había hecho un personaje tan grande, la verdad, creo que he hablado 40 minutos a lo mucho y ahora es como el doble. Sí me costó.

Porque además también uno se plantea ¿qué tanto diálogo hay entre estos dos personajes?.
Arturo. Es que en realidad no hay diálogo. Hay un aparente diálogo, un diálogo que está surcado por un abismo del tamaño del universo, entonces justo este abismo que está en medio de estos dos personajes es lo que imposibilita que se puedan comunicar, ellos tratan de comunicarse pero hay algo infranqueable que los separa.
La obra tiene varias dimensiones, la dimensión, digamos cotidiana, de la pareja en su hábitat, en lo que ellos tienen como hábitat que es este montículo en el que viven; después está la dimensión de lo social, que son una pareja con muchos años de vida, que han tenido que renunciar a hacer vida social, y que, la relación entre ambos está absolutamente desgastada y deshecha; y por otro lado está el plano de lo cósmico, del universo, de este universo en el que ellos están, son como un puntito que habitan este universo vacío, que no responde a sus angustias, a sus preguntas, un universo mudo, digamos que es muy difícil de vivir, existencialmente les resulta muy difícil vivir ahí.

Él se ha abandonado por completo a un nihilismo absoluto y ella, justo como decía Mónica, esta heroína que, a pesar de todo, dice qua va a sacar su cepillo de dientes por la mañana, que se va a peinar, que tiene un espejito y trata de que la vida no se la coma, no se los coma. Entonces sí, esto que tú dices, ¿cuál es la comunicación entre esos dos personajes? pues es algo que está roto.
Que esa es una de las características principales del teatro del absurdo, la no comunicación. ¿Por qué en esas condiciones, Winnie viste tan elegante, tan sexy con su corsé y su sombrero?

Mónica. En realidad el texto lo plantea, Beckett plantea que ella trae un corpiño sin mangas, y claro, este corpiño sin mangas puede ser de muchas maneras, pero Arturo y yo encontrábamos qué Winnie se preocupa mucho por estar bien, por estar guapa, es un poco eso mismo de conservarse, siempre anteponerse, luchar por verse bien, por sentirse bien con ella misma. Y planteábamos entre los antecedentes que una noche antes ellos habían tenido digamos una especie de fiesta de pareja, y llegamos a esa conclusión, nuestra lectura fue esa un poco y entonces nos era importante que ella se viera arreglada después de una noche en la que procuro verse extra mejor, y una fiesta un poco frustrada también.

Hay otro diálogo con el que yo creo que nos identificamos todo el público, que dice Shower: “Hundida hasta las tetas en la puta tierra”. Todos nos cuestionamos, yo creo que ustedes también se cuestionan: ¿Qué hace esta mujer enterrada, en el primer acto hasta la cintura, en el segundo hasta el cuello? él puede entrar y salir de su agujero. ¿Es un búnker, este montículo, qué es? puede representar muchas cosas. Para ustedes ¿Qué es, por qué están estos personajes en esta situación?, podemos pensar que es después de una catástrofe que devastó a la Tierra y son los únicos sobrevivientes. Shower y su pareja son las últimas personas que vieron, quién sabe hace cuánto tiempo, y ya estaban en esta situación y pueden ser años, tal vez meses, semanas, o días.

Arturo. Viven en un páramo, en un desierto, y en medio de ese desierto, en medio de esa inmensidad vacía, está este montículo en dónde está Winnie atrapada hasta la cintura. Es una metáfora, es poesía, es una metáfora poética, yo siento, la obra, tú sabes, no es realista. Entonces todos los autores del absurdo y Beckett muy particularmente, plantea metáforas maravillosas, oscuras y tremendas, que lo dejan a uno pensando durante horas. Para mí en lo personal significa, ella también dice: “Estoy atrapada en este montículo hasta las tetas”. También dice: “La tierra pesa mucho hoy”, entonces la tierra es algo que sufrimos, pero no necesariamente tenemos que estar atrapados en un montículo, el montículo es la figura poética. A veces, y como creo que todos los humanos, nos sentimos atrapados, la vida es pesada, digamos, de alguna manera, difícil, hay días en los que uno no se puede levantar, o cuesta mucho trabajo levantarse, o salir a la calle, o lavar un traste… …ese es nuestro montículo… … ese es nuestro montículo.

Ahora, acá sucedió algo bien padre y tú lo resaltaste la vez anterior que platicamos, Pascal, Gabriel Pascal, el escenógrafo encontró este montículo en forma de prisma, geométrico, color negro mate, en donde cuando entras a la sala, parece que hay una cuestión como de un búnker de estos de la Segunda Guerra Mundial. Me acuerdo en el desembarco de Normandía cuando uno ve los cortos en la tele, ve una especie de búnkeres de este tipo, y de pronto tanto él como yo y Mónica, dijimos ¡Guau, que padre está esto! y él dijo, Sí ¡verdad!, parece como de la guerra. Y entonces dijimos claro, la guerra, porque Beckett, si no habla directamente de la guerra, es el contexto, se siente todo el tiempo el contexto de la guerra. Entonces también es eso en el ámbito digamos social macro, está el fantasma de la guerra detrás de estos personajes también.
Y este montículo también puede tener muchos significados, al final el que cada quien le quiera dar, porque también parece una gran falda de Winnie, y es muy bonita.

Arturo. Parece falda, y además Beckett lo pide así en la obra, y, si el público conoce la pieza, lo que suena en la cajita de música es el Vals de La viuda alegre, yo no sé si Beckett lo pensó así, o qué pasó, pero cuando nosotros lo vimos, que esta en esa gran falda negra y que sonaba La viuda alegre, era como una viuda. Yo le dije a Mónica, wow eres como una viuda con una gran falda, enorme, y tú allá arriba chiquita. Como que todo conjugó ahí.
Si analizamos ligeramente a Beckett, en Días felices un poco replica la anécdota de Esperando a Godot; en Final de partida hay unos personajes que también están atrapados en unos barriles, entonces hay ciertos elementos que se repiten en su producción dramatúrgica.
Arturo. Exacto, me acuerdo una obra que se llama Pavesas, pavesas así, las pavesas, como de las velitas, los pabilos, que son unos personajes atrapados en unas urnas mortuorias, nada más se les ve la cabecita, y abajo está la urna. Si, son figuras poéticas, plásticas, de Beckett que remiten a eso como a la muerte, a la tierra. La muerte siempre está presente, es un fantasma que angustia. Por otro lado, hay gran sentido del humor. Para la gente que lea esto, va a decir: No, ¡yo no quiero ver esto!. No, también hay sentido del humor.

Para la gente que le gusta el buen teatro, esta obra es imprescindible, y es obligada para los estudiosos de teatro, para los estudiantes de teatro. Porque, además, desde 1977no se presentaba Ah, los días felices, Final de partida ha tenido varios montajes, la Compañía Nacional de Teatro la montó, dirigida por Abrahan Oceransky con Claudio Obregón y Diego Jauregui, hará un par de años coincidieron dos versiones dirigidas por José Luis Cruz y Agustín Meza. La última cinta de Krapp también se montó hace dos años con el Maestro de Tavira, dirigido por Sandra Félix. Esperando a Godot está en el repertorio de teatro penitenciario de Santa Martha, y tambien la montó José Luis Cruz, pero está no, después de aquel montaje memorable de Manuel Montoro con escenografía de Guillermo Barclay y la espléndida actuación de Beatriz Sheridan y Héctor Gómez, pero fue hace casi 50 años.
Arturo. Exacto, cuando la obra vino por primera vez a México y la descubrieron.
Ahorita es un agasajo verla. Lo reitero, tan bien dicho un texto tan bonito por Mónica, lo haces perfecto.

Mónica. Interpretarla ha sido un desafío abrumador y maravilloso. Sus palabras y su lucha resonarán en muchas mujeres y hombres por igual. Para mí, Días Felices es una partitura perfecta de emociones, diálogos y acciones precisas que exige un equilibrio entre rigor y sensibilidad.
Arturo. Es verdaderamente un acontecimiento, yo diría, que se haya puesto después de tantos años, además, me parece, porque no soy un erudito en teatro del absurdo, un conocedor, pero me parece ser que es el único personaje femenino protagónico de una obra del absurdo. Porque los demás son como compartidos, tanto en Ionesco, Beckett, Pinter, en fin, que sea casi casi un monólogo, creo que es la única obra en el que el protagónico es un personaje femenino. Entonces por ese lado también es como decir ¡Wow! ¿cuándo se va a volver a poner esta obra?. No sé, quizás porque somos muy machines no se pone, o no sé por qué. Está un poco al lado de Godot y de Final de partida, siempre, siendo una obra fundamental de la dramaturgia de Beckett.
Del teatro del absurdo y del teatro universal.
Mónica, jamás me atrevería a hacer comparaciones, tengo fija en la memoria la imagen de Beatriz Sheridan enterrada en su montículo en el Teatro Independencia, cuando abría la sombrilla. La imagen es poderosísima. Yo más bien preguntaría, ¿tú cómo te sientes de heredar una responsabilidad como esta?. El teatro y su carácter efímero en un país de desmemoriados, no creo que haya mucha gente que la recuerde. Lo que es claro, es que se necesitan grandes actrices para hacer este personaje. Cayó sobre tus hombros esa responsabilidad y lo haces de manera magistral.

Sí es grande. Gabriel Pascal dice que también la vio con Beatriz y dice que fue de las primeras obras que vio. Darle vida es emocionante porque las mujeres protagonizando obras sucede pocas veces, y menos en roles complejos y fascinantes como este. Muchas mujeres nos conectamos con las cosas que dice Winnie y con lo que le sucede. Habla deliciosamente, con un lenguaje maravilloso, sobre la condición humana, y eso resuena profundamente.
Arturo. Si Pascal también la vio, yo no la vi. Pero según yo, se ha puesto la de Beatriz, luego una que Sandra Félix puso como examen cuando estaba en la escuelita que estaba en Amsterdam que era de Julio Castillo, el Núcleo de Estudios Teatrales, en su teatro La Gabarra, la puso ahí de examen Sandra Félix, y esta con Mónica Torres. Yo siento que Mónica está en un momento de madurez, en su momento de madurez para hacer este personaje. Creo que le llegó en su momento, sí.
El montaje de Sandra, no lo descalificamos, por supuesto, pero por ser estudiantil, más bien como que quedaría un poco al margen porque se quedan regularmente en el ámbito académico, poca gente lo ve, dos, tres funciones o una pequeña temporada para consumo al interior de las escuelas.

Arturo. La obra, nos decían unas personas, Beckett tiene algo que atrapa, ya si eres joven, si eres un poco más adulto, si eres mucho más adulto, siempre hay algo tan interesante en Beckett, que atrapa, es un objeto artístico, verdaderamente, tiene como una magia desde su propuesta estética, obviamente el lenguaje no se diga, y como concibió estos personajes tan extraños.
Lo repito, este tipo de teatro definitivamente es para un público más especializado, y los que pertenecemos a ese grupo sabemos que no vamos a ir a divertirnos pensando en una comedita ligerita, en las que te podrás carcajear, pero en la esquina ya se te olvido la obra. Y que, además, uno va a salir con más dudas que con las que llegó.
Cuestiona todo desde el ámbito existencial, filosófico, la pareja, las relaciones, siempre vamos a salir movidos y conmovidos y pensando, y eso es muy rico, que lo pongan a uno a pensar, a cuestionarse cosas, es excelente.
Arturo. Sí, claro que sí. De pronto es verse en esa pareja, mucha gente nos ha comentado: es que eran como mi marido y yo.
Y seguramente habrá gente que diga: Es que yo soy como Willie, yo soy como Winnie, o en algún momento dices, parece que me estaban espiando.
Arturo. Esa es la maravilla de Beckett que además de tocar esta cuestión filosófica, metafórica, existencial, también toca esas fibras, esos mecanismos tan cotidianos de lo que es el ser humano como pareja en su vivencia diaria, doméstica y a partir de eso, te construye una gran metáfora del sin sentido del universo.
Es la palabra clave, el sin sentido del universo.
Desde luego, esta mujer hundida en la tierra no está paralizada del cuerpo sino del alma, no la mantiene sin movimientos la enfermedad sino el destino, la vida que a todos nos hunde en cierta inmovilidad, en cierta incapacidad de luchar hasta que la muerte nos hunde en la tierra para siempre.
Mónica. Winnie es un personaje único y fascinante que nos conecta profundamente con nuestra humanidad.

El teatro es de todos. ¡Asista!
Absolutamente recomendable. Imprescindible.

Días felices, de Samuel Becket.
Dirección: Arturo Ríos.
Actuación: Mónica Torres y Arturo Ríos.
Escenografía e iluminación: Gabriel Pascal.
Lunes y martes 20 horas, hasta el 25 de marzo.
Teatro El Milagro. Milán 24 Entre Lucerna, Calle Gral. Prim y, Juárez, Cuauhtémoc, 06600 Ciudad de México, CDMX.




Comentarios