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Ácido e inteligente sentido del humor. Texto y fotos: Salvador Perches Galván.

  • eseperches
  • 15 mar 2022
  • 8 Min. de lectura


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Mujeres que se aman, buscan desesperadamente un hijo. Madres con hijos, desesperadas por asegurarles la felicidad. Hijos desorientados, desesperados por encontrar su lugar. Historias de seres buscando la vida. Y el amor que lo atraviesa todo, que todo lo permite, lo bueno y lo malo. Esto es lo que expone Claudio Tolcachir en su obra El viento en un violín.

Tolcachir es el creador de obras como La omisión de la familia Coleman (2005), que tuvo temporada en nuestro país en 2017, dirigida por Sebastián Sánchez Amunategui con: Concepción Márquez, Daniel Bretón, Inés de Tavira y Andrés Palacios entre otros; El viento en un violín (2010), Emilia (2013) y Dínamo.

El dramaturgo argentino ha afirmado: “El teatro tiene la posibilidad de atravesar la humanidad y ponerla en el escenario de una forma muy poética y esa es la intención: contar desde la poesía, desde los cuerpos, desde el espacio lo que sucede con los personajes”.

Como actor, Tolcachir ha participado en más de treinta obras; con directores como Daniel Veronese, Norma Aleandro y Roberto Villanueva, entre otros. Como director, fundó, junto con su grupo, la compañía Timbre 4 en 1998; con ella ha montado una amplia gama de dramaturgia, desde los clásicos griegos hasta los contemporáneos, pasando por musicales, y, por supuesto, sus textos.

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Su trabajo ha sido premiado y reconocido, y, sobre todo, aceptado por el público no solo de su país, sino de diversas latitudes del mundo. Sus obras se ha presentado en más de veinte países y han sido traducidas a seis idiomas. Desde 2001, dirige, junto con su grupo, el espacio cultural TIMBRE 4.

Como docente, ha impartido talleres de perfeccionamiento en Italia (Bienal de Venecia en dos oportunidades), Francia, España, Chile, Brasil, Uruguay, Perú y Estados Unidos.

Tolcachir ha recibido el Premio Konex de Platino 2021, un importante reconocimiento en Argentina. Organizados por la Fundación Konex, son galardones otorgados a personajes de distintos ámbitos por votación de sus pares.

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Para el también director, “en la vida profesional se van persiguiendo distintas metas: primero encontrar la vocación, luego desarrollar un lenguaje propio, a continuación ser reconocido y tener trabajo”. Llegado cierto punto, “la búsqueda se vuelve más profunda y se trata de encontrar un estímulo que resulte apasionante. Investigar nuevos lenguajes. Tratar de quitar el ruido de mi cabeza y encontrarme con el deseo más puro”.

En El viento en un violín el argentino expone, una vez más, el complejo mecanismo de las relaciones humanas llevadas al límite. La omisión de la familia Coleman, trata de una familia disfuncional que no es consciente de su disfuncionalidad. En Tercer cuerpo, la soledad, el dolor y el rechazo están presentes en los cinco personajes que componen la obra. Muchos afirman que estas obras conforman una trilogía de rasgos temáticos

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El viento en un violín, es la historia de amor entre Lena y Celeste que luchan contra toda adversidad en su afán de tener un hijo; para lograrlo, deciden buscar un padre. El elegido es Darío, un joven treintañero de clase acomodada cuya vida transita entre psicólogos que su sobre protectora madre (Mecha) se encarga de pagar. Darío lleva a Celeste a su casa, aunque no sabe que Lena los sigue, quien, en un momento entra. Darío no comprende lo que está pasando; Lena, cuchillo en mano, obliga a Darío a tener relaciones sexuales con Celeste. La obra se convierte en un divertido enredo de vidas cruzadas en el momento que se descubre que Dora, la madre de Celeste, trabaja de doméstica en la casa de Mecha. Darío decide luchar por hacerse cargo del niño y acompañar a Celeste hasta el final del embarazo. El niño nace, y si bien Celeste y Lena habían pensado criar a ese hijo ellas solas, se ven obligadas, ante la insistencia de Darío, a vivir los tres con el niño en la casa de Dora.

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El ilustre crítico e investigador teatral Jorge Dubatti , ha escrito en torno a su paisano: Micropolítica y razón pragmática: la poética de El viento en un violín de Claudio Tolcachir y el teatro de Buenos Aires en los años del Post-neoliberalismo (2003-2011).

Claudio Tolcachir es sin duda uno de los exponentes fundamentales del teatro de Buenos Aires en la primera década del siglo XXI. Sus principales aportes como dramaturgo-director se concentran entre 2005 y el presente: a este período corresponden sus obras principales, La omisión de la Familia Coleman (2005), Tercer cuerpo (2008) y El viento en un violín (2010).

Tolcachir se formó en el Conservatorio Labardén (1984-1987) y en la Escuela de Arte Dramático de Andamio 90 (1988-1995). Es un “teatrista”: actor, director, dramaturgo, además de docente y director de una sala independiente (Timbre 4). Cuenta con una extensa carrera como actor, iniciada muy tempranamente en el teatro independiente y luego extendida al teatro comercial y oficial. A partir de 2001 y hasta el presente dirige el Teatro-Escuela Timbre 4. Es allí donde radica sus trabajos notables como dramaturgo-director del circuito independiente, que lo transforman en uno de los creadores más singulares y visibles del nuevo teatro argentino.

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Nada puede ser igual en la Argentina luego de la dictadura militar de 1976-1983, sumada a los años de accionar de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) entre 1973-1976: 30.000 desaparecidos, campos de concentración, tortura y asesinato, exilio, censura, terror, subjetividad hegemónica de derecha y complicidad civil. Incluso uno de los espectáculos más potentes del período, Postales argentinas (1988), del director Ricardo Bartís (referente fundamental de la escena actual), habla de “la muerte de la Argentina”. Una vasta zona del teatro actual trabaja sin pausa, y de diferentes maneras, en la asunción del horror histórico, la construcción de memorias del pasado, la denuncia y el alerta de lo que sigue vivo de la dictadura en el presente. Acaso alguna vez la Argentina saldrá de la Post-dictadura cultural, pero no será en lo inmediato, ni está claro cuándo.

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Las coordenadas generales que definen el teatro en el período de la Postdictadura (abierto en 1983 y proyectado hasta hoy), siguen vigentes en la primera década del siglo XXI e incluso se han acentuado.

Hasta aquí la cita del maestro Dubatti.


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El viento en un violín se estrenó en Francia en noviembre de 2010, luego pasó a España y Chile, y finalmente a Buenos Aires, ya que se trataba de una coproducción internacional de Teatro Timbre 4, convirtiéndose en uno de los grandes acontecimientos de la temporada teatral argentina en 2011.

A diferencia de Lena y Celeste, que viven en la muy pobre y marginal casa de Dora, Darío es un chico de clase media alta: tiene dinero, inteligencia y lucidez, es atractivo, está sano, pero no le encuentra sentido a nada.

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“Es horrible, ¿no? Que el presente sea negro, y que el futuro sea negro también, tu sabes, tu sabes lo que se siente. ¿Cómo se hace para seguir? Yo estoy mal. Pero tú estás peor”, le dice Darío a su psicoanalista. La madre de Darío, Mercedes, está desesperada ante la personalidad de su hijo, vincula su apatía con un trauma del pasado (la muerte del hermano gemelo de Darío) y en su desesperación comete grandes errores.

Yo siempre pensé que cuando la vida dejara de tener sentido iba a ser un abismo insoportable, algo que no iba a poder afrontar, (le dice Mercedes a su hijo). Y ahora que ya no tiene sentido, me doy cuenta que es una liberación. La vida no tiene sentido Darío, eso es maravilloso. Te quise con toda mi alma, hice todo lo que pude. Fui feliz siendo tu mamá. Cuídate”.

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El viento en un violín es una pieza de esperanza en tiempos difíciles: La familia que formarán Lena, Celeste y Darío es atípica, pero familia al fin. La madre de Darío sólo encuentra sentido a la vida, bajo las premisas de su clase: esperaba que su hijo obtuviera un título profesional, trabajar exitosamente, tener relaciones sociales, multiplicar el dinero, formar una familia tradicional, en resumidas cuentas: hacerse “todo un hombre”. Para Darío, representante de la juventud, nada de eso tiene el mínimo sentido y el encuentro con Lena y Celeste llega a poner “orden”, en lo que no parecía tener un orden posible.

Elka Fediuk, actriz y teórica polaca, profesora de la Universidad Veracruzana de México, señaló luego de asistir a El viento en un violín: “Llama la atención una cierta constante: el debilitamiento de los personajes masculinos, y la fuerza y el protagonismo de los personajes mujeres. Esto, especialmente en piezas escritas y dirigidas por varones”. En El viento en un violín, Tolcachir plantea la enorme fuerza de Lena y Celeste para tener el hijo que desean, y la sabiduría de Dora, que parece confiar en que la vida encuentra su camino, en oposición a la debilidad de Darío, condicionado por su madre y por la incertidumbre del presente.

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Ser madres es un deseo, un impulso, de Lena y Celeste, una echa de menos algo que perdió, la otra necesita un cambio porque siente que algo le falta, pero es consciente que requiere cordura, que se terminen sus cambios de humor. Darío está en terapia psicoanalista, según su madre no termina de arrancar, de ser un bicho raro que se va quedando atrás. Tres personas con ausencias, que juegan en la vida con arcaicas fórmulas de la clase social a la que pertenecen, porque es lo que han aprendido y aprehendido.

Historias que ocurren a diario, cotidianas, a través de la pluma de Tolcachir cambian de rumbo, lo humano que hay dentro de cada personaje y sus formas de relacionarse se potencian. El autor, en complicidad con el director, Christian Magaloni, las urga, las acaricia y estruja, las exhibe y las exprime. No inventa nada que no esté al alcance de nuestras manos, que no podamos leer a diario en la prensa. Pero no se detiene lo anecdótico, profundiza para vulnerarnos, para mostrar que lo absurdo no está alejado de nuestra conducta, pues lo absurdo es humano. No somos los personajes de El viento en un violín, pero podríamos serlo. El teatro de Tolcachir es un teatro humanizado que nos cuenta historias que no se pueden ver sin tomar aire, sin acercarse hasta casi tocarlas. Un teatro que hace saltar chispas. Crea un teatro emocional que apela a la experiencia existencial de cada espectador, de cualquier espectador.

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Es el teatro de las vueltas que da la vida para construir sus soluciones; un teatro que rebasa lo preconcebido, sin prejuicios, directo y fresco. El viento en un violín habla de dos mundos que se mueven a velocidades distintas, pero en ambos, las madres sienten que van perdiendo a sus hijos, que son incapaces de resolver los problemas que la vida les va planteando.

Seis personajes, que encontraron a su autor: dos mujeres que se aman quieren ser madres y ¿cómo hacerlo sin ayuda de nadie?, ni siquiera de sus propias madres... Dos madres que no pueden ayudar a sus hijos. Un psicoanalista y su paciente que no pueden encontrar la cura a sus males.

La brillante puesta en escena del brillante Magaloni, esta permeada por un ácido e inteligente sentido del humor, muy negro, que su elenco capto de la mejor manera: la siempre acertada Assira Abbate, acompañada por Roberto Beck, Ariana Sacristán, Daniel Mandoki y dos actrices que, rompen todos los estereotipos físicos: Mercedes Hernández, Mahalat Sánchez, cuyos tipos corresponden al personaje contrario al que representan.

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“Esta es una historia potente sobre el amor y sobre la violencia que genera la impotencia de no poder realizarse. Sus personajes llegan a límites extremos siempre justificados por su amor incondicional por otro o por un deseo. Imagino esta obra como si jugáramos a correr todas las represiones que nos hacen civilizados y accionáramos sin límite para alcanzar un objetivo. La obra habla del deseo de un hijo. Del significado de una familia. De la necesidad de triunfar en la vida. Y deja un aire personal para pensar que se puede vivir la vida que uno quiera, y ser feliz. Aunque no se encaje en los moldes tradicionales." Son palabras de su autor, Claudio Tolcachir.

La producción argentina dirigida por Tolcachie del El viento en un violín se presentó en el Festival internacional Cervantino, en Guanajuato , y en el Teatro Julio Castillo, de México en 2013



El teatro es de todos. ¡Asista!


Absolutamente recomendable.


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El viento en un violín de Claudio Tolcachir

Dirección: Cristian Magaloni.

Actuación: Mercedes Hernández, Mahalat Sánchez, Assira Abbate, Roberto Beck, Ariana Sacristán, Daniel Mandoki.

Teatro Milán. Lucerna 64, Colonia Juárez, Metrobus Reforma

Miércoles 20:45 horas, hasta el 18 de mayo de 2022.

Duración aproximada: 90 minutos.

Clasificación: Mayores de 15 años.

Boletos: $400 y $250.


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