top of page
Buscar
  • eseperches

Y sigue el monólogo dando… Texto y fotos: Salvador Perches Galván.



Todo comenzó cuando Fernando Feres está en una sala de té, en China, y tiene a señoras enfrente que empiezan, con una tranquilidad pasmosa, a contarle historias terribles. Y entonces, mientras se toma un té, en China, dice: “esto sería fantástico replicarlo en México a través de una puesta en escena. Así, donde mujeres nos estén contando su historia, con una cercanía brutal”. Esto nos lo contó, así, con una cercanía brutal Daniela Parra, directora general de Historias del Té

Y continúa: Entonces lanza la convocatoria con su productora, Tejedora de Nubes, y recibe 200 monólogos cortos, todos con la temática mujer en el siglo XX, XXI, 200. Ahí es donde entra la Compañía, Fer habla con su titular, Enrique Singer, quien responde: me parece genial el proyecto, vamos a hacerlo. Algunas compañeras, más otros invitados fueron el jurado que seleccionó 20 de esos 200 monólogos.

Empezaron a hacer lecturas, me parece, estoy hablando de finales del año pasado, principios de este, y que les agarra la pandemia, como a todos.


A media pandemia me habla Singer y me dice: Tenemos esto: ¿te interesa?. Obviamente digo que sí. Las coincidencias no existen. Fernando antes me comentó el proyecto y hasta le dije: tienes una falta de ortografía en la convocatoria. Entonces yo ya sabía, por él, que estaba echando toda la carne al asador con este proyecto, entonces cuando me invitan para hacer la dirección general, pues, era que las estrellas se habían alineado para todos.

Son 20 monólogos. El número es bastante peculiar porque se seleccionaron 20 de la convocatoria, se dan 16 por función, pero como el tercero se replica por tres, entonces son 18.

Y sigue el monólogo dando. Por las condiciones sanitarias, que todavía se llevarán un buen tiempo, por las condiciones de producción, las condiciones de la escena, la sana distancia, es muy obvio, y está clarísimo que el monólogo va a ser la gran estrella del teatro durante un buen tiempo. Por ejemplo, está en su segunda temporada los espléndidos Habladores de David Olguín, otro grande de la escena mexicana con sus 23 habladores.

Historias del té tiene una peculiaridad, desde su logística, la distribución de la escena, la simultaneidad con la que se dan los monólogos. En una sola sesión se presentan todos, el espectador no puede verlos, pero se representan los 18 monólogos.

Esto es idea mía y de Fernando Feres, con la gran inspiración de aquel gran montaje El diván, que estuvo en el mismo escenario del Galeón, donde ahora atestiguamos estas Historias del té

En plena pandemia, un día me reuní presencialmente con Fernando cuando arranqué este proyecto porque, de otra manera cómo nos poníamos de acuerdo. De ahí íbamos a platicarle a las otras directoras este dispositivo que, en palabras, sonaba imposible. Tenemos 45 mil dibujitos, tablitas, cronómetros, todo por zoom.

Ustedes confíen, nosotros vamos a armarlos, ustedes a sus monólogos y nosotros los ponemos. Los acomodamos y hacemos que transiten las actrices, ustedes déjennos sus monólogos listísimos para que entren a esta mecánica que prometemos que va a funcionar.

Esta distancia que daba la pantalla del zoom, a mí, en algún momento me permitió hacer unas cosas enloquecidas que tengo más aprendidas del mundo de la ópera, hacer, por ejemplo, storyboards.


Todas las actrices, un día antes de entrar al teatro, recibieron un storyboard, mandado por mí, con mis muñequitos dibujados en la mesa de mi comedor, diciendo: aquí está la puerta de camerinos, aquí está la puerta del lobby, tú vas a empezar aquí, de aquí te vas a venir para acá, de aquí te vas a ir para allá.

Una dirección fuera de escena. Yo les digo a todas que este es un gran engranaje, cada puesta en escena lo es, pero en este caso tenemos la gran diferencia de que son 18 universos diferentes, son 18 puestas en escena. Ya a mi entrada, estuve en todos los ensayos, junto con Fernando, todos vía zoom, le llamamos la maratón, porque estuvimos dos horas con cada actriz, con su propia directora, escuchando la primera lectura a estos monólogos.

Había actrices que antes de la pandemia ya habían abordado un poco el monólogo, a nivel de mesa, con su directora, pero, al paso del tiempo hubo ajustes de elenco y otras cosas, además de la disponibilidad de las actrices de la compañía, algunas se fueron a otro proyecto.

Al final de la semana el domingo en la noche, Fernando y yo habíamos estado en 18 ensayos de dos horas cada uno, y ahí es donde nos dimos cuenta de los 18 universos concretos y vinieron otro tipo de necesidades a partir de eso. Por ejemplo: la selección de objetos, la decisión de qué monólogos conviven con qué.


Por ejemplo, los míos, los que tuve el gusto de dirigir tete a tete, son los que suceden en el sillón blanco, uno de los principios que fui encontrando en el camino, es el carácter itinerante de cada uno de los personajes. En el que queda evidentemente claro, desde la dramaturgia, es en el de Erika de la Llave, Silencio, el de la mujer de las caravanas. Es un personaje que, desde la dramaturgia, tiene una naturaleza itinerante, pero a partir de ahí, ¿cuál es la naturaleza itinerante de cada uno de los otros personajes, para que, de manera natural puedan transitar en el espacio? y de ahí mientras estás esperando a que venga tu siguiente actriz, una ,simplemente pasa enfrente de ti, pero no pasa en el fenómeno actriz tramoyista. Pasa, porque va pasando, va pasando por la vida, va pasando por el país, va pasando en un aeropuerto, va pasando porque ya se fue de su casa, va pasando porque tiene que rellenar la taza de té. A partir de allí encontramos toda esta mecánica fuera de escena.

Tuvimos muchas juntas vía zoom con las directoras, Zaide Silvia Gutiérrez, Cecilia Ramírez Romo, Mariana Giménez y yo, en donde nos íbamos monitoreando, muchísimas llamadas por teléfono: ¿cómo vas?, ¿cómo está el tono?, por ejemplo.

Eso es fundamental, ¿cómo vamos a nivel del tono?, porque lo que no debemos perder, es el carácter íntimo de las narraciones. No deja de ser una mujer que llega y te cuenta su historia, aunado al tiempo, que, si bien no está milimétricamente cronometrado, yo le llamo: la vida de la ficción. Por supuesto que tenemos puntos de llegada, pero en ningún momento podíamos sacrificar la naturaleza de la escena en pro de una cuestión cronometrada. Entonces, ¿en dónde nos podemos dar chance?, ¿qué no nos preocupa?, y ¿cuál es el pie de arranque de la siguiente ronda?. Ese sí no se puede mover, ese si es fundamental.

En gran parte esta carga recae en Amanda Schmeltz, que es un relojito de la escena, y que logra cosas fantásticas, sin ir en detrimento de la orquestación general.

Todas las actrices tienen dos monólogos, algunos sirven para romper la tensión que se genera por la fuerte temática de los mismos.

Eso fue parte importante de la orquestación general. ¿En qué monólogos podemos descansar un poquito?, descansar entre comillas porque todas las historias son tremendas, aunque sean aparentemente de descanso todas tienen un trasfondo brutal.


Hay una enfermera muy divertida, que hace acciones terribles y, sin embargo, el espectador no deja de pensar que eso terrible que ella hace, se lo merecen todos los violadores y acosadores, y pese a tener una gran empatía con ella, la historia no deja de ser terrible, y como ese, otros nos sacan una sonrisa, parece que estamos descansando, y esa fue otra parte de la orquestación, que un grupo de espectadores no vieran solamente tremebundo, tremebundo, tremebundo, sin tener ni siquiera un momento de descanso.

Una pincelada de musical, me refiero musical en cuenta que la actriz puede, de repente, mascullar una canción durante su monólogo, o hacer alguna gracejada, porque entonces estamos hablando de 18 obras de teatro, depende de donde te sientes, ya no solamente por el monólogo, sino por la convivencia entre monólogos.

Este es un “detalle” relevante porque regularmente se pide silencio absoluto, y en este caso se escuchan ciertas partes de otros monólogos que él espectador no está viendo. La provocación ahí, que es una palabra que a mí me gusta mucho usar, tiene que ver con eso. Estoy con mi atención contigo, que es el ejercicio que acá tienen, Sí o Sí, que hacer el espectador, y las actrices. Pero al mismo tiempo puede haber una frase allá atrás que me llama la atención, y ¿cómo hago para qué para la siguiente ronda vuelvas a comprometerte con la mujer que tienes ahí enfrente?.


Me decía Amanda en uno de nuestros primeros ensayos en el Galeón, todavía no teníamos paredes, y me hizo poner en palabras una sensación que yo traía desde que empezamos a trabajar esto, me decía:

“Que terrible, porque es el nivel de información que todos recibimos en la actualidad, y como, nuestro cerebro discrimina y podemos estar, y lo digo sin pudor, groseramente, contestando un WhatsApp, mientras estamos en una conversación con alguien más, al mismo tiempo tenemos las noticias prendidas, y tenemos la música del vecino”.

Lo que buscaba yo, y esa fue decisión mía desde el día uno, es el silencio del final, esa siempre fue mi gran apuesta. Después de hora y media de barullo, llegamos al final, pero llegamos al final con ese silencio, de una manera apabullante, como si las mujeres dijéramos, ¡querían que nos calláramos,no!. ¡Pues ya nos callamos!.

Después del monólogo final, a tres voces, que se escuchan porque no están sincronizadas, el silencio es totalmente contundente, tanto como las palabras que acabamos de escuchar: La extinción de las mujeres. Gabriel Ek, a quien paradójicamente no tengo el privilegio de conocer, nos regala este monólogo que se llama El día que murió la violencia, cuando leí todos los monólogos, algo en mi corazón me dijo: con este tiene que acabar el espectáculo. Precisamente por esta contundencia.

Es una provocación también, que, lo que llamó tu atención por allá, te hará decir: yo quiero venir ahora allá atrás; o allá, en quién sabe dónde, porque como el dispositivo es un laberinto, a veces tu escuchas pero no sabes de donde viene lo que está llamando tu atención.

El complejo dispositivo teatral es una suerte de trébol, está el escenario puerta de metal, el escenario cabina, y el escenario camerinos. Cada hoja tiene tres curvas, como si fueran tres hojitas, dando un total de nueve hojas, igual a nueve escenarios.

Eso es parte de la complejísima logística, nos comunicamos vía zoom con todas, para que se imaginaran algo que era intangible, hasta que no estuviéramos en el teatro. También tiene que ver con que hicimos un montón de reglas, para después poder romperlas, y en este monólogo están rotas porque ya la estructura estaba muy cimentada, entonces nos pudimos dar permiso de eso. No todos los espectadores ven todo a la entrada, no todas las actrices salen por público.

Es como una cajita china, porque si todo hubiera estado ceñido a esas reglas, entonces hubiera sido una mecánica perfecta, pero un poco predecible, y el chiste era provocar algo de elemento sorpresa. Como esto que decía, que una mujer pasa enfrente de ti, escuchas a otra, pero nunca la ves, conoces su voz, la oyes por allá, pero nunca te tocó verla y eso es parte de esta rotura de las reglas.

Si se pretende ver los 18 monólogos, ¿cuántas veces hay que volver al teatro?

Algunos monólogos se repiten, hay tres módulos, las hojas del trébol, y hay monólogos compartidos entre las tres curvas de cada hoja del trébol.

Con respecto al elenco combinado que David Olguín, un grande de los grandes, entre los grandes y los jóvenes, conjunto en Los habladores, aquí tenemos a Erika de la Llave, tenemos a Laura Padilla, pero también Tenemos a Dulce María y a Judith Indra y a Sonia Franco que se están integrando, este es el primer montaje que ellas hacen con la Compañía Nacional de Teatro.

En una primera visita al Teatro El Galeón, tuvimos oportunidad de ver:

Silencio de Edgar Zapata, con Érika de la Llave.

A cargo de Cecilia Ramírez Romo Arde la madrugada de Federico Lozano, interpretado por Diana Fidelia; Cooperación voluntaria de Cristina Solís, con Diana Fidelia; El caso de Medusa Pérez de Ángela Escobar, representado por Laura Padilla; Té Para-dos de Vera Milarka, con Octavia Popesku.

El día que murió la violencia de Gabriel Ek, con Judith Inda. Dirigida por Daniela Parra.

Y esta historia… continuará.



Medidas sanitarias

El teatro abre con un estricto protocolo que incluye el uso de cubreboca al interior del recinto, la sana distancia, la sanitización de la sala previamente a la entrada del público y la aplicación de un filtro sanitario en el que se tomará la temperatura a cada asistente para garantizar que no tenga más de 37.4ºC, se proporcionará gel antibacterial y se instalará un tapete desinfectante, además de contar con la señalética indicada en muros y pasillos.

El teatro es de todos. ¡Asista!

Absolutamente recomendable.


Historias del té. De: Edgar Zapata, Vera Milarka, Cristina Solís, Ángela Escobar y Gabriel Ek.

Idea original, escenografía e iluminación: Fernando Feres.

Dirección general: Daniela Parra.

Directoras residentes: Mariana Giménez, Zaide Silvia Gutiérrez y Cecilia Ramírez Romo.

Actuación: Erika de la Llave, Octavia Popesku, Diana Fidelia, Laura Padilla y Judith Inda.

Teatro El Galeón Abraham Oceransky. Centro Cultural del Bosque, a espaldas del Auditorio Nacional.

Metro y metrobus Auditorio. Hasta el 22 de noviembre.

Miércoles a viernes 20 horas, sábado 19 horas y domingo 18 horas.

La obra es apta para mayores de 12 años, no restrictivo.

Entrada general $ 150.00 Jueves $ 30 y viernes $45.

28 visualizaciones0 comentarios
bottom of page