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¿Un monstruo o un mártir? Texto y fotos: Salvador Perches Galván.



Tar-tar. Tres letras que se repiten en dos sílabas. Sonido onomatopéyico que parece ser la reproducción de una lengua que se desconoce. Esta es una de las teorías sobre la etimología de la palabra tártaro. Otros la vinculan con el infierno griego de igual nombre. En la mitología griega, el Tártaro es tanto una deidad como un lugar del mundo inferior, más profundo, incluso, que el Hades. En antiguas fuentes órficas y en las escuelas mistéricas es también la “cosa” ilimitada que existió primero, de la que nacieron la Luz y el Cosmos.

El Tártaro es un profundo abismo usado como una mazmorra de sufrimiento y una prisión para los titanes. Se encontraba bajo el inframundo. Según el Fedón de Platón, el Tártaro era el lugar donde las almas eran juzgadas después de la muerte y donde los malvados eran castigados.

En la mitología romana, el Tártaro es el lugar a donde se enviaba a los pecadores. Virgilio lo describe en el Libro VI de la Eneida como un lugar gigantesco, rodeado por el flamígero río Flegetonte y triples murallas para evitar que los pecadores escapen de él. Está guardado por una hidra con cincuenta enormes fauces negras, que se sentaba en una puerta chirriante protegida por columnas de diamante. Dentro, hay un castillo con anchas murallas y un alto torreón de hierro. Tisífone, la Furia, que representaba la venganza, hace guardia insomne en lo alto de este torreón, azotando un látigo. Dentro, hay un pozo que profundiza en la tierra el doble de la distancia que hay entre la tierra de los vivos y el Olimpo. En el fondo de este pozo están los Titanes, los Alóadas y otros muchos pecadores. Dentro del Tártaro hay muchos más pecadores, castigados de forma parecida a los de los mitos griegos.

De esta forma, guiados de la mano del protagonista del montaje del mismo nombre, Tártaro, cual el Virgilio Dantesco, recorremos los nueve círculos del infierno narrados en La Divina Comedia.

En 90, minutos descendemos al inframundo, no de la ficción creada por Dante Alighieri, escrita entre 1304 y 1321, sino de la lamentable realidad que aqueja a nuestro país, dominado por el crimen organizado desde hace décadas. De acuerdo con la obra de Dante, el infierno está dividido en nueve círculos, cada uno contenido dentro del otro. A cada uno le corresponde un castigo de acuerdo al tipo de pecado.

El Primer Círculo, Limbo, es el más extenso del infierno. Aquí yacen los paganos virtuosos y las personas que fueron buenas pero que por no haber sido bautizadas no pueden entrar al cielo. Dante lo describe como un lugar con prados y castillos.

Castigo: Sentir el deseo nunca satisfecho de conocer a Dios.

Segundo Círculo. Aquí se encuentra la puerta al verdadero infierno, donde son juzgados los recién llegados. En el segundo círculo están las personas que en vida se dejaron arrastrar por la lujuria.

Castigo: un fuerte viento que sopla sin descanso y arroja a los habitantes de este círculo al suelo y paredes.

Tercer Círculo. Aquí se castiga a quienes pecaron de gula.

Castigo: Una fuerte lluvia mezclada con granizo cae sobre los pecadores. El monstruo de Hades, Cerbero, desgarra a quienes habitan en este tercer círculo.

En el Cuarto Círculo habitan aquellos que apreciaban y acumulaban muchos bienes materiales. También están los que derrochaban mucho.

Castigo: empujar grandes y pesados objetos a lo largo del círculo y chocar constantemente con otros grupos.

El Quinto Círculo es una laguna donde moran las personas iracundas y los perezosos.

Castigo: Los iracundos están inmersos en el fango de su ira, condenados a golpearse entre ellos. Los perezosos se ahogan hundidos.

El Sexto Círculo se encuentra dentro de los muros de la ciudad de Doti, vigilada por una multitud de diablos y por las furias Magera, Alecto y Tisífone, espíritus de la venganza. Aquí son castigados los herejes, quienes persisten en violar los dogmas y la autoridad de la Iglesia.

Castigo: Los pecadores de este círculo están condenados a yacer en sepulcros destapados.

El Séptimo Círculo, está resguardado por un minotauro, a partir de este círculo se encuentran los pecadores que se entregaron a la malicia. Se divide en tres anillos: de homicidas y criminales; de los violentos contra sí mismos; y de los blasfemos, sodomitas y usureros.

Castigo: Los pecadores del primer anillo están hundidos en un río de sangre hirviendo; los del segundo son convertidos en árboles que son picoteados y desgarrados por harpías; los del tercero están en un desierto ardiente con una lluvia de llamas.

En el Octavo Círculo se castiga a los pecados relacionados con el fraude y traición. Se llega a este círculo descendiendo de un gran acantilado resguardado por un monstruo alado de tres cabezas. De acuerdo con el nivel de fraudes, los pecadores se acomodan en diez recintos.

Castigo: varía de acuerdo a los recintos, la mayoría incluye torturas con fuego.

El Noveno Círculo está rodeado por gigantes bíblicos. Aquí yacen los traidores y están acompañados por el mismo Lucifer. El noveno y último círculo está dividido en cuatro rondas y en el centro está Satanás, condenado por traicionar a Dios.

Castigo: Torturas relacionadas con el hielo.

Todos estos “pecados”, llamémosles aquí, delitos, son cometidos, por la galería de personajes, podríamos omitir a los del primer círculo, porque aquí no hay paganos virtuosos, y los buenos parecen arrepentirse de haberlo sido, que describe con maestría Sergio López Vigueras, ganador del Premio Nacional de Dramaturgia Gerardo Mancebo del Castillo, en su obra Tártaro. “Réquiem de cuerpo presente por el niño que aprendió a matar.

Tártaro es un monólogo que reflexiona sobre las circunstancias a las que se enfrenta una gran parte de la juventud que construye nuestro país debido al narcotráfico imperante en todo el territorio, a partir del cruce entre la investigación sociológica y la poesía. Su autor ya había explorado la violencia con La bala, que narraba el traumático asalto en un transporte público, en aquella ocasión nos comentó en el estreno de la misma, el 1º de junio de 2018: A mí me interesaba específicamente el asalto, este marco de violencia justo como un ambiente, como algo que rodea a los personajes, un poco como el océano a los peces. Sin embargo, al mismo tiempo que se da este ambiente, que se da este marco, adentrarme en los personajes y poder observar sus trayectorias profundamente. Y la violencia, justo el asalto, me permitía condensar emocionalmente a estos personajes tenerlos en un punto muy distinto, donde empiezan a donde terminan, debido que tienen que atravesar este acto traumático. El joven autor ha escalado de manera espectacular, al igual que la violencia que tan certeramente retrata.

El protagonista, interpretado magistralmente por Bernardo Gamboa, narra la historia de un futuro sicario, hijo de una nación en ruinas, gestado en medio de una guerra fratricida. Estamos en el último instante de su último enfrentamiento: en medio de las ráfagas, siente el golpe del disparo que segará su vida e, intentando hallar sentido, recorre sus momentos clave, desde su anémica gestación y la agonía de su madre provocada por sus condiciones de trabajo. Contempló a su pueblo ocupado por camionetas de lujo y lo vio acallarse ante las ráfagas nocturnas. Vio a su hermana ser levantada y no volver. Casi jugando, se hizo halcón, luego escolta de un jefe de plaza. Ganó poder, mamó violencia, sembró muerte. Se hizo sicario y se convirtió en una máquina de muerte.

La obra cruza la trayectoria de vida de un joven, como hay miles en nuestro país. Un sicario, un asesino a sueldo. ¿Un monstruo o un mártir?

TeatroSinParedes A.C. celebra 20 años de existencia con esta obra aclamada por crítica especializada y público.

Aquí me atrevo a reproducir lo que escribió hace un par de semanas la excelente cineasta e investigadora fílmica y mejor amiga Ana Cruz…

Anoche fui al teatro Helénico con unas amigas, después de más de un año de no asistir a este tipo de espectáculos por la pandemia.

Debo decir que íbamos con cierto temor del nuevo reencuentro con el público y el espacio teatral, pero desde el instante en que ingresamos a la sala, llena en el aforo permitido, el gozo interior empezó a invadir mi cuerpo.

El inicio de la obra, con un cuerpo colgado en medio del escenario, fue provocador pero al mismo tiempo desconcertante.

Por unos minutos, no entendí lo que sucedía con el personaje y el esfuerzo físico de su postura, se trasladó al mío.

¿Qué sentirá? ¡Pensé!

Qué condición física tan estupenda para poder expresar su diálogo en esa posición.

Poco a poco, el texto de Sergio López y la interpretación de Bernardo Gamboa, bajo la magistral dirección de David Psalmon, se apoderaron del público en mente y espíritu.

De este lado del escenario, la energía resonaba emocionada ante la experiencia teatral.

La dramaturgia lograba su mágica captura en el silencio cómplice.

¡Que gozoso espectáculo!

¡Que manera de contar una tragedia escuchada tantas veces en los medios, la prensa y los discursos!

¡Que obra tan originalmente puesta en escena!

¡Mil, mil felicidades a todo el equipo de Teatro sin paredes!

¡Una emoción que hacía siglos, no me provocaba ninguna experiencia escénica!

Hasta aquí el texto de la documentalista.

Como mencionábamos líneas arriba, la obra es una creación del Colectivo TeatroSinParedes, bajo la dirección del reconocido director de escena David Psalmon, director escénico, actor, editor y productor teatral nacido en Francia en 1973. Se desempeñó inicialmente como actor en su país natal para luego dedicarse a la dirección escénica. Fundador de TeatroSinParedes, entre sus direcciones destacan La excepción y la regla (2006), Emigrados (2008) y La Inauguración (2011), por las cuales fue nominado en tres ocasiones como Mejor director por la Agrupación de Periodistas Teatrales (APT). Ha dirigido también Los Náufragos (2016), Humboldt México para los mexicanos (2015), UTOPYA (2013), IRA (2012), El que dijo sí/no de Brecht y muy recientemente Vórtice.

Psalmon se caracteriza por llevar a cabo propuestas escénicas arriesgadas y profundamente conectadas con la realidad contemporánea. Esta vez indaga en los orígenes de la violencia a través de la trayectoria de vida de un joven sicario, de una suerte de “mártir contemporáneo” sacrificado por un sistema que no se cansa de generar exclusión y desigualdad. Un joven que no tuvo otra opción para sobrevivir, que nutrir las filas del crimen organizado siempre ávido de nuevas y desechables reclutas, procedentes de los extractos más vulnerables de nuestra sociedad. Que pena que las becas del gobierno federal no sean una solución a tan terrible problema.

El diseño sonoro es de Daniel Hidalgo Valdés, premiado con el premio Ariel por la película Amores Perros en este ámbito y miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del FONCA, el vestuario fue diseño por Mario Marín del Río, creador del vestuario de más de 70 montajes teatrales con proyección nacional e internacional; y el videoarte y dispositivo multimedia corresponden a Miriam Romero, quien colabora en este rubro por tercera ocasión con la compañía.

Renglón aparte merece la actuación de Bernardo Gamboa, actor, director y dramaturgo nacido en CDMX, egresado de la Escuela Nacional de Arte Teatral (ENAT). Es co-fundador y co-director de la Compañía Luna Avante, y cofundador del grupo Teatro Bola de carne. Paralelamente, ha trabajado como actor bajo la dirección de Martín Acosta, Mauricio Jiménez, Enrique Singer, Boris Schoemann, Larry Silberman, Richard Viqueira, Hugo Arrevillaga, Alberto Villarreal, David Jimenez, David Psalmon, Julia Geröcs y Howard Lotker.

Gamboa brinda una clase magistral de histrionismo. Poseedor de un amplio rango actoral, plenamente demostrado a través de décadas sobre los escenarios, siendo aún muy joven, con Tártaro corona una impecable trayectoria en el teatro nacional. Bernardo Gamboa logra una profunda transformación, tanto física como emocional y psicológica, no solo del protagonista de la historia, sino de los personajes periféricos en torno a él. ¡Enhorabuena¡.

Tártaro es una tragedia contemporánea, un réquiem de cuerpo presente, un reflejo de lo que sucede en los ranchos, en los pueblos, en las calles donde el crimen organizado hace sentir cada vez más sus estragos.



El teatro es de todos. ¡Asista!


Absolutamente recomendable. ¡Deje todo y corra a verla!.



Tártaro. De: Sergio Felipe López Vigueras.

Dirección: David Psalmon.

Actuación: Bernardo Gamboa.

Teatro Helénico. Av. Revolución 1500, Guadalupe Inn. Lunes y martes a las 20:00 horas. Hasta el 1 de junio.

Costo: 155 pesos. Los boletos se pueden adquirir en la taquilla del teatro y por www.helénico.gob.mx.

Debido a las medidas actuales sanitarias y en seguimiento a la nueva cultura de sana distancia, la capacidad máxima del teatro es del 30% por lo que se invita al público a prever su visita. Se siguen todos los protocolos de salud.



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