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Seres marginados, artistas, mujeres y homosexuales. Texto y fotos: Salvador Perches Galván.





Tengo la conciencia aguda de estar “desterrada” de este mundo

Antonieta Rivas Mercado










Manuel Rodríguez Lozano era cadete en el Colegio Militar. Cuando Carmen Mondragón lo conoció, se cuenta, quedó tan impresionada por su físico que le exigió a su padre que lo quería, para casarse con él. Antes de un año se estaba casando con la veleidosa hija de Manuel Mondragón, Secretario de Guerra y Marina de Victoriano Huerta. Al ser derrocado ese régimen, viajaron a París, en donde se encontraron con artistas como Picasso, Matisse, Modigliani y Braque. Migraron a España y ahí iniciaron su acercamiento a las artes pictóricas. Ahí también ocurrió el desafortunado deceso de su único hijo, y su separación.

En 1921, la situación política en México parecía estabilizarse, el gobierno de Álvaro Obregón nombró a José Vasconcelos como Secretario de Educación y Cultura lo cual generó el retorno de artistas que se encontraban en Europa: Diego Rivera y Adolfo Best Maugart entre otros. Ante esa expectativa Rodríguez Lozano, decide regresar a México, donde encuentra rechazo de parte del nuevo régimen por los vínculos que tuvo con el gobierno Huertista. A su retorno a México, Rodríguez Lozano predicaba la locura de aquella mujer de ojos penetrantes e intensos, más tarde conocida como Nahui Olin, al asegurar que ella había asfixiado a su hijo en un ataque de locura cuando descubrió su homosexualidad.



Si tú me hubieras conocido con mis calcetas y mis vestidos cortitos.

Hubieras visto debajo y mamá me habría enviado a buscar

unos gruesos pantalones que me lastiman allá abajo.

Nahui Olin.




Carmen Mondragón fue bautizada como Nahui Olin por el doctor Atl, con quien mantuvo una apasionada y controvertida relación amorosa. El nombre náhuatl que le puso Atl alude a la renovación de los ciclos del cosmos. Aunque no llegó a triunfar por su pintura, ni por sus libros de poesía, sobresalió por su belleza, pero sobre todo por su actitud y su forma de actuar. Sin proponérselo, se sumó a otras mujeres de su época que se anticiparon a la transformación de las costumbres, rescatando la posición que ocupaba la mujer en el México posrevolucionario. El ámbito y los medios que cada una de ellas empleó fueron muy diversos; todas hicieron a un lado prejuicios y costumbres convertidas en prácticas cotidianas. Muchas de estas mujeres, dispuestas a vivir una vida propia, huyeron de ataduras, sin una visión anticipada de lo que implicaría el cambio, se encontraron flotando en un vacío, en un ambiente al que ya no pertenecían. Podría decirse que ellas se inmolaron para abrir un camino de mayor libertad, preparación y participación para la mujer mexicana. Entre ellas podemos mencionar a Antonieta Rivas Mercado y Nahui Olin.

Nahui rompió con todo prejuicio, y lo privado en su vida se volvió público, mostrando su inquietante intimidad. Esta no sólo fue captada por la cámara de Antonio Garduño, para quien posó desnuda, o los retratos que le hiciera el fotógrafo norteamericano Edward Weston, su obra y sus textos revelan su mundo interior, palpitando con la intensidad del vacío, de la soledad y de la marginación que produce una búsqueda.

El Dr. Atl supo que Nahui era adictiva y desquiciada y así lo escribió: “…Una de esas noches, después de una breve discusión, yo me dormí profundamente, pero en medio de mi sueño empecé a sentirme inquieto, como si fuese víctima de una pesadilla y abrí los ojos. Estaba sobre mí, desnuda, con su cabellera revuelta sobre mi cuerpo, empuñando un revólver cuyo cañón apoyaba en mi pecho. Tuve miedo de moverme, el revólver estaba amartillado y el más leve movimiento mío hubiera provocado una conmoción nerviosa en ella y el gatillo hubiera funcionado. Poco a poco fui retirando el revólver, y cuando mi cuero estuvo fuera de su alcance, rápidamente le cogí la mano y le doblé el brazo fuera de la cama. Cinco tiros que perforaron el piso pusieron fin a la escena”.

Nahui Ollin es quizá la primera que se acepta como mujer-cuerpo. Poderosa, libre, se derrama a sí misma sin muros de contención. Abre compuertas y fluye.

Su ex marido, Rodríguez Lozano, con un carácter soberbio y narcisista, tuvo grandes romances con hombres y mujeres. Era odiado por su temperamento, su antipatía lo convertía en un gran seductor. Al conocer a Antonieta Rivas Mercado, la influye en todas sus decisiones y se genera entre ambos una relación platónica ante la imposibilidad de él de corresponder de manera física por su, ya entonces, abierta homosexualidad. Su relación genera una codependencia emocional, intelectual, registrada en las cartas que Antonieta le enviaba desde su exilio. Manuel Rodríguez Lozano corresponde a estas deferencias realizando un retrato de Antonieta, el cual manifestaba todo lo que ella le significaba. Al terminarlo parte a París para entregárselo personalmente, pero al desembarcar en España se entera de que ella se ha suicidado.

Antonieta Rivas Mercado tuvo un papel activo e influyente en la vida cultural de México durante la posrevolución. Sin ella habría sido imposible concebir el Teatro Ulises, la revista Ulises y la revista Contemporáneos, proyectos culturales de los cuales fue mecenas y que se separaban de manera radical del movimiento monumental representado por Rivera, Orozco y Siqueiros.

Rivas Mercado fue desafiante a su tiempo y una vanguardista cuya labor fue clave en la modernización de la cultura en México, y que, sin su injerencia, esta, en nuestro país, sería muy diferente, ya que sentó las bases de lo que ahora existe, por cierto muy abandonada. Perteneció al grupo de artistas e intelectuales que se resistieron al discurso oficial que colocaba a la Revolución como el mito que sustentaba el quehacer artístico.

El tiempo que pasó en Europa y la influencia que generó en ella el teatro de vanguardia de París despertaron en Antonieta la inquietud de promover en México un teatro que renovara la escena mexicana marcada por el acartonado nacionalismo. De esta manera, Rivas apoyó con su fortuna a los Contemporáneos para poner en marcha el Teatro Ulises, que, a pesar de tener una vida relativamente corta influenció de manera importante al teatro en México por su corte experimental y de vanguardia, y generó múltiples reacciones en la crítica poco acostumbrada a obras extranjeras y propuestas alejadas de la oficialidad y el nacionalismo.

“Compartía con los Contemporáneos su visión de la cultura mexicana (…) Hasta tal punto conectó Antonieta con los Contemporáneos que (…) se convirtió en una ‘inesperada mujer-Ulises’ (…) Como ellos, entendió que la literatura tenía su propia tradición universal y autónoma, y que era necesario incorporar la literatura mexicana a esa tradición si se quería que adquiriese la mayoría de edad y la fortaleza suficiente para expresarse con voz propia”, señala Rosa García Gutiérrez en Antonieta Rivas Mercado en sus textos.

La labor cultural de Rivas Mercado fue muy diversa, además de ser promotora cultural, fue editora de libros como Dama de corazones de Xavier Villaurrutia, Novela como nube de Gilberto Owen y Los hombres que dispersó la danza de Andrés Henestrosa. Además, fundó y financió la Orquesta Sinfónica Mexicana, que tuvo como director al compositor Carlos Chávez. Incursionó en la producción de la naciente industria cinematográfica.

La inteligencia e inquietud de Rivas Mercado se inmiscuyeron en la política, tuvo una destacada participación en la campaña electoral de José Vasconcelos, quien en 1929 se postuló como candidato a la presidencia de México. Antonieta Rivas Mercado se encargó de realizar la crónica de la campaña de Vasconcelos, quien buscaba llegar a la silla presidencial frente a Plutarco Elías Calles y Pascual Ortiz Rubio. Antonieta fue una gran crítica de la realidad cultural y política que tenía lugar durante el régimen callista.

Antonieta se suicidó, tal vez por el abandono de Lozano a quien le escribió “me tendió la mano en el momento en que todo zozobraba en mi vida. Me levantó tan alto como su afán quiso llevarme. En mi alrededor todo se volvió armonioso y fuerte, sosegado y ordenado, limpio y luminoso. Toda mi dicha se la debo a usted y quisiera decirle a todo el mundo: esto que ahora soy, lo hizo Manuel un día. Yo no era nada; sólo era el barro que esperaba ser modelada en el torno del amor. Soy algo más que su obra y por eso lo amo con pasión". Se suicidio frente al altar mayor de la catedral de Notre Dame de París, con una pistola que sacó de su bolso y una bala que dirigió a su corazón. Su destino fue el mismo que el de otro de los amantes de Lozano: Abraham Ángel.




"Yo soy la única responsable de este acto

con el cual finalizo una existencia errabunda".

Antonieta Rivas Mercado






Las mujeres no querían ser hombres, pero sí poseer los elementos para ser como los hombres: tener su libertad para el goce de su sensualidad, sin los proverbiales castigos posteriores.

Deseo infinito es una obra de ficción basada en momentos de las vidas de los cuatro artistas mexicanos del siglo xx arriba narrados: Manuel Rodríguez Lozano Nahui Olin, Antonieta Rivas Mercado, y Gerardo Murillo, el Dr. Atl, que fueron parteaguas en la cultura y el pensamiento de la época, donde, a partir de sus escritos se plasman sus emociones y su particular forma de ver la vida, creando su propio universo y cómo se van entrelazando sus historias, en su lucha por conseguir el deseo infinito de ser.

No es contar su vida, el objetivo de la obra, sino como veían su vida.

Fruto de un riguroso trabajo de investigación de la historia tanto de Rivas como de Mondragón, surgió la presencia de un personaje masculino importante en la vida de ambas. Manuel Rodríguez Lozano, habiendo estado casado con Nahui Olin y siendo el amor imposible de Antonieta Rivas Mercado, llevando a cuestas su propio conflicto: ser homosexual. Seres marginados, artistas, mujeres y homosexuales en una sociedad poco tolerante son los que pueblan Deseo infinito.

En Deseo Infinito cada cuadro tiene su propio universo, su principio, nudo y desenlace, que lleva a cambios importantes en su vida, para darles su propio sentido, construyendo las circunstancias dadas del personaje en ese momento.

En la actualidad donde se habla tanto del empoderamiento de la mujer y contradictoriamente el porcentaje de feminicidios ha aumentado, surge la duda de cuál es la posición de la mujer en estos momentos, de donde viene y que tanto ha evolucionado en su forma de ser y estar, hace cien años Antonieta Rivas Mercado hablaba de la mujer mexicana como inacabada, yo la sigo viendo igual (en otro sentido, pero igual: inacabada) y le agregaría enojada, confundida, que sigue buscando su libertad, son palabras del autor y director Alberto Castillo. Ha conseguido derechos, pero más obligaciones, una mujer más fuerte sí, pero angustiada y sola, la mujer actual puede que no comulgue con estos dos personajes, en busca del amor romántico e ideal, capaces de dejarlo todo y hasta morir, pero luchaban por el querer ser y el deber ser, ahora, deben de ser sin querer ser y en esta libertad han renunciado al “amor” teniendo una flexibilidad sexual, y su amor se ha convertido en “virtual” provocando un gran vacío y soledad, donde las apariencias se han vuelto el motor de su trágica existencia, ¿Dónde nos perdimos? ¿En qué nos quedamos? ¿Qué queremos?

Los artistas, las mujeres y los homosexuales, puntos que toca esta puesta en escena, siguen siendo relegados, marginados, despreciados, de una forma más oculta, maniquea, llena de doble moral, creyendo que se han logrado más cosas, solo se han desvirtuado. Dicen que quien no conoce su pasado, está condenado a repetirlo… y peor.”’


No me hallo extraña, pero tengo el corazón en el filo de una crisis.

El corazón como avanzada. Todo está vivo.

Sé que es momento de andar o aflojar definitivamente.

Que estoy sola, ante mí misma, para hacerme o hundirme.

Antonieta Rivas Mercado a Manuel Rodríguez Lozano,

Nueva York, 6 de octubre de 1929.



El teatro es de todos. ¡Asista!


Absolutamente recomendable.



Deseo infinito. De: Alberto Castillo.

Dirección: Alberto Castillo.

Actuación: Karen Vila, Sofía Sylwin, Francisco Mena.

Teatro Orientación. Centro Cultural del Bosque, a espaldas del Auditorio Nacional.

Metro y metrobus Auditorio.

Jueves, viernes y sábados 19 horas, domingos 18 horas. Hasta el 10 de abril.

Entrada general $ 150.00 Jueves $ 30.

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