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Réquiem de cuerpo presente por el niño que aprendió a matar. Texto y fotos: Salvador Perches Galván.

  • eseperches
  • 21 jul 2022
  • 7 Min. de lectura


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Tar-tar. Tres letras que se repiten en dos sílabas. Sonido onomatopéyico que parece ser la reproducción de una lengua que se desconoce. Esta es una de las teorías sobre la etimología de la palabra tártaro. Otros la vinculan con el infierno griego de igual nombre. En la mitología griega, el Tártaro es tanto una deidad como un lugar del mundo inferior, más profundo, incluso, que el Hades. En antiguas fuentes órficas y en las escuelas mistéricas es también la “cosa” ilimitada que existió primero, de la que nacieron la Luz y el Cosmos.

El Tártaro es un profundo abismo usado como una mazmorra de sufrimiento y una prisión para los titanes. Se encontraba bajo el inframundo. Según el Fedón de Platón, el Tártaro era el lugar donde las almas eran juzgadas después de la muerte y donde los malvados eran castigados.

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En la mitología romana, el Tártaro es el lugar a donde se enviaba a los pecadores. Virgilio lo describe en el Libro VI de la Eneida como un lugar gigantesco, rodeado por el flamígero río Flegetonte y triples murallas para evitar que los pecadores escapen de él. Está guardado por una hidra con cincuenta enormes fauces negras, que se sentaba en una puerta chirriante protegida por columnas de diamante. Dentro, hay un castillo con anchas murallas y un alto torreón de hierro. Tisífone, la Furia, que representaba la venganza, hace guardia insomne en lo alto de este torreón, azotando un látigo. Dentro, hay un pozo que profundiza en la tierra el doble de la distancia que hay entre la tierra de los vivos y el Olimpo. En el fondo de este pozo están los Titanes, los Alóadas y otros muchos pecadores. Dentro del Tártaro hay muchos más pecadores, castigados de forma parecida a los de los mitos griegos.

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De esta forma, guiados de la mano del protagonista del montaje del mismo nombre, Tártaro, cual el Virgilio Dantesco, recorremos los nueve círculos del infierno narrados en La Divina Comedia.

A través de 90, minutos descendemos al inframundo, no de la ficción creada por Dante Alighieri, entre 1304 y 1321, sino de la lamentable realidad que aqueja a nuestro país, dominado por el crimen organizado desde hace décadas. De acuerdo con la obra de Dante, el infierno está dividido en nueve círculos, cada uno contenido dentro del otro. A cada uno le corresponde un castigo de acuerdo al tipo de pecado.

Todos estos “pecados”, llamémosles aquí, delitos, son cometidos, por la galería de personajes, que describe con maestría Sergio López Vigueras, ganador del Premio Nacional de Dramaturgia Gerardo Mancebo del Castillo, en su obra Tártaro. “Réquiem de cuerpo presente por el niño que aprendió a matar.

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Tártaro es un monólogo que reflexiona sobre las circunstancias a las que se enfrenta una gran parte de la juventud que construye nuestro país debido al narcotráfico imperante en todo el territorio, a partir del cruce entre la investigación sociológica y la poesía. Su autor ya había explorado la violencia con La bala, que narraba el traumático asalto en un transporte público, en aquella ocasión nos comentó en el estreno de la misma, el 1º de junio de 2018: A mí me interesaba específicamente el asalto, este marco de violencia justo como un ambiente, como algo que rodea a los personajes, un poco como el océano a los peces. Sin embargo, al mismo tiempo que se da este ambiente, que se da este marco, adentrarme en los personajes y poder observar sus trayectorias profundamente. Y la violencia, justo el asalto, me permitía condensar emocionalmente a estos personajes tenerlos en un punto muy distinto, donde empiezan a donde terminan, debido a que tienen que atravesar este acto traumático. El joven autor ha escalado de manera espectacular, al igual que la violencia que tan certeramente retrata.

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El protagonista, interpretado magistralmente por Bernardo Gamboa, narra la historia de un futuro sicario, hijo de una nación en ruinas, gestado en medio de una guerra fratricida. Estamos en el último instante de su último enfrentamiento: en medio de las ráfagas, siente el golpe del disparo que segará su vida e, intentando hallar sentido, recorre sus momentos clave, desde su anémica gestación y la agonía de su madre provocada por sus condiciones de trabajo. Contempló a su pueblo ocupado por camionetas de lujo y lo vio acallarse ante las ráfagas nocturnas. Vio a su hermana ser levantada y no volver. Casi jugando, se hizo halcón, luego escolta de un jefe de plaza. Ganó poder, mamó violencia, sembró muerte. Se hizo sicario y se convirtió en una máquina de muerte.

La obra cruza la trayectoria de vida de un joven, como hay miles en nuestro país. Un sicario, un asesino a sueldo. ¿Un monstruo o un mártir?

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TeatroSinParedes A.C. celebra 20 años de existencia con esta obra aclamada por crítica especializada y público.

Aquí me atrevo a reproducir lo que escribió hace un par de semanas la excelente cineasta e investigadora fílmica y mejor amiga Ana Cruz…

Anoche fui al teatro Helénico con unas amigas, después de más de un año de no asistir a este tipo de espectáculos por la pandemia.

Debo decir que íbamos con cierto temor del nuevo reencuentro con el público y el espacio teatral, pero desde el instante en que ingresamos a la sala, llena en el aforo permitido, el gozo interior empezó a invadir mi cuerpo.

El inicio de la obra, con un cuerpo colgado en medio del escenario, fue provocador pero al mismo tiempo desconcertante.

Por unos minutos, no entendí lo que sucedía con el personaje y el esfuerzo físico de su postura, se trasladó al mío.

¿Qué sentirá? ¡Pensé!

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Qué condición física tan estupenda para poder expresar su diálogo en esa posición.

Poco a poco, el texto de Sergio López y la interpretación de Bernardo Gamboa, bajo la magistral dirección de David Psalmon, se apoderaron del público en mente y espíritu.

De este lado del escenario, la energía resonaba emocionada ante la experiencia teatral.

La dramaturgia lograba su mágica captura en el silencio cómplice.

¡Que gozoso espectáculo!

¡Que manera de contar una tragedia escuchada tantas veces en los medios, la prensa y los discursos!

¡Que obra tan originalmente puesta en escena!

¡Mil, mil felicidades a todo el equipo de Teatro sin paredes!

¡Una emoción que hacía siglos, no me provocaba ninguna experiencia escénica!

Hasta aquí el texto de la documentalista.

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Como mencionábamos líneas arriba, la obra es una creación del Colectivo TeatroSinParedes, bajo la dirección del reconocido director de escena David Psalmon, director escénico, actor, editor y productor teatral nacido en Francia en 1973. Se desempeñó inicialmente como actor en su país natal para luego dedicarse a la dirección escénica. Fundador de TeatroSinParedes, entre sus direcciones destacan La excepción y la regla (2006), Emigrados (2008) y La Inauguración (2011), por las cuales fue nominado en tres ocasiones como Mejor director por la Agrupación de Periodistas Teatrales (APT). Ha dirigido también Los Náufragos (2016), Humboldt México para los mexicanos (2015), UTOPYA (2013), IRA (2012), El que dijo sí/no de Brecht y muy recientemente Vórtice.

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Psalmon se caracteriza por llevar a cabo propuestas escénicas arriesgadas y profundamente conectadas con la realidad contemporánea. Esta vez indaga en los orígenes de la violencia a través de la trayectoria de vida de un joven sicario, de una suerte de “mártir contemporáneo” sacrificado por un sistema que no se cansa de generar exclusión y desigualdad. Un joven que no tuvo otra opción para sobrevivir, que nutrir las filas del crimen organizado siempre ávido de nuevas y desechables reclutas, procedentes de los extractos más vulnerables de nuestra sociedad. Que pena que las becas del gobierno federal no sean una solución a tan terrible problema.

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El diseño sonoro es de Daniel Hidalgo Valdés, premiado con el Ariel por película a Amores Perros en este ámbito y miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del FONCA, el vestuario fue diseño por Mario Marín del Río, creador del vestuario de más de 70 montajes teatrales con proyección nacional e internacional; y el videoarte y dispositivo multimedia corresponden a Miriam Romero, quien colabora en este rubro por tercera ocasión con la compañía.

Renglón aparte merece la memorable actuación de Bernardo Gamboa, actor, director y dramaturgo nacido en CDMX, egresado de la Escuela Nacional de Arte Teatral (ENAT). Cofundador y codirector de la Compañía Luna Avante, y cofundador del grupo Teatro Bola de carne. Paralelamente, ha trabajado como actor bajo la dirección de Martín Acosta, Mauricio Jiménez, Enrique Singer, Boris Schoemann, Larry Silberman, Richard Viqueira, Hugo Arrevillaga, Alberto Villarreal, David Jimenez, David Psalmon, Julia Geröcs y Howard Lotker.

Gamboa brinda una clase magistral de histrionismo. Poseedor de un amplio rango actoral, plenamente demostrado a través de décadas sobre los escenarios, siendo aún muy joven, con Tártaro corona una impecable trayectoria en el teatro nacional. Bernardo Gamboa logra una profunda transformación, tanto física como emocional y psicológica, no solo del protagonista de la historia, sino de los personajes periféricos en torno a él. ¡Enhorabuena¡.

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Algo que se antojaba imposible, lo logra el muy talentoso Gamboa, mejorarse a sí mismo, gracias a la madurez que la puesta en escena a adquirido desde su estreno en el Teatro Helénico, pasando por el CNA y ahora, la que se anuncia como cierre definitivo de temporada en el entrañable teatro Julio Castillo. Imposible olvidar … de la calle, uno de los últimos montajes del célebre Castillo, en donde, justamente exploraba la violencia en el primer lustro de la década de los 80 del siglo pasado, en el otrora Teatro del Bosque, y que desde hace décadas lleva merecidamente el nombre de uno de los transformadores de la escena nacional, Julio Castillo.

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Tártaro es una tragedia contemporánea, un réquiem de cuerpo presente, un reflejo de lo que sucede en los ranchos, en los pueblos, en las calles donde el crimen organizado hace sentir cada vez más sus estragos.

Después de dos exitosas y cortas temporada, con funciones llenas y ovaciones de pie, Tártaro bajará el telón de manera definitiva este domingo 24 de Julio en el Teatro del Bosque, Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque.


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El teatro es de todos. ¡Asista!


Imprescindible. ¡Deje todo y corra a verla!.



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Tártaro. De: Sergio Felipe López Vigueras.

Dirección: David Psalmon.

Actuación: Bernardo Gamboa.

Teatro Julio Castillo, del Centro Cultural del Bosque. Reforma y Campo Marte, atrás del Auditorio Nacional. Metro y metrobus auditorio. Hasta el 24 de julio.

Costo general, 150 pesos, los jueves 30 pesos y los viernes 75 pesos, se aplican descuentos a estudiantes, maestros e INAPAM y el viernes de al teatro en bici 45 pesos.


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