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En el arte no hay que hacer política. Texto y fotos: Salvador Perches Galván.

  • eseperches
  • 23 ago 2022
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 26 ago 2022



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Soy hombre sin precio.

Manuel Rodríguez Lozano









1942, la cárcel de Lecumberri, el temido palacio negro, el apando, así nombrado por José Revueltas, mientras realiza una de sus obras más emblemáticas: La piedad en el desierto, Manuel Rodríguez Lozano reconstruye el rompecabezas de su vida y su permanente soledad por ser diferente.

Rodríguez Lozano nació en la Ciudad de México el 4 de diciembre de 1895. Fue un pintor y muralista que abarcó diversos estilos y temáticas que difícilmente pueden clasificarse bajo una sola escuela o movimiento. También formó parte del grupo Los Contemporáneos.

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Fue hijo de Manuel Z. Rodríguez y de Sara Lozano. En 1906 se inscribió en el colegio militar. Hizo exámenes para entrar en el Servicio Diplomático, pero decepcionado de la carrera, la abandonó. Viajó a España donde conoció a Carmen Mondragón, hija del general porfirista Manuel Mondragón, y contrajo matrimonio con ella el 13 de agosto de 1913.

No hay obras que documenten sus inicios artísticos. En 1914, el matrimonio viajó a París, donde entró en contacto con el vanguardismo francés y conocieron a Henri Matisse, Georges Braque, Pablo Picasso, André Lhote, André Salmon y a Jean Cassou, entre otros. Más adelante viajaron a San Sebastián, España, donde ambos aprendieron a pintar de manera autodidacta.

En 1921 regresó a México (que coincidió con el de Diego Rivera) y comenzó a pintar bajo la estética de la Escuela Mexicana. Se separó de Carmen Mondragón, quien a su vez conoció a Gerardo Murillo (Dr. Atl) y fue bautizada por este como Nahui Olin. A diferencia de ella, Rodríguez Lozano fue excluido de la promoción del aparato estatal encabezado por José Vasconcelos. Inicia una apasionada relación con su discípulo Abraham Ángel.

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En 1923, Roberto Montenegro le presentó al coleccionista Francisco Sergio Iturbe quien se convirtió en su protector y mecenas. Para 1924, Rodríguez Lozano se convirtió en jefe del departamento de arte de educación primaria en la Ciudad de México. Fue durante aquella época que Rodríguez Lozano se hizo mecenas y amante de Julio Castellanos. El mismo año viajó a Argentina a donde llevó una exposición de Abraham Ángel y Julio Castellanos. Vivió más de un año en Buenos Aires y en junio de 1925 exhibió en el Museo Provincial de Bellas Artes. Ése mismo año, regresó a París para exponer doce de sus pinturas y dibujos infantiles de sus alumnos. La exposición se inauguró el mes de noviembre en el Cercle París Amerique Latine.

México, 1928, entabla amistad con Antonieta Rivas Mercado, con quien fundó el Teatro Ulises, donde se agruparon destacados artistas e intelectuales de la época. Algunos sugieren que mantuvieron una relación amorosa y otros que él no le correspondió, ella le escribió 87 apasionadas cartas de amor. En 1931, Antonieta se suicidó en la Catedral de Notre Dame con la pistola de José Vasconcelos.

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De 1932 a 1933 pintó la serie de Los tableros de la muerte por encargo de su mecenas Francisco Sergio Iturbe y en 1935 concluyó Il verdaccio, una de sus principales obras.

Fue nombrado Director de la Escuela Nacional de Artes Plásticas en 1940 e invitó a trabajar a Diego Rivera, Antonio Ruíz “El corcito”, Luis Ortiz Monasterio, Manuel Álvarez Bravo, Jesús Guerrero Galván y a otros artistas. Fundó la revista Artes Plásticas. Publicó tres monografías tituladas Arte tarasco, Imaginería colonial y Rodríguez Lozano, esta última con textos de José Bergamín. Además, colaboró en periódicos y otras revistas.

En 1941, debido a maniobras políticas, fue encarcelado en la Penitenciaría del Distrito Federal, la cárcel de Lecumberri, acusado por el robo de grabados de Alberto Durero y Guido Reni, de la colección de la Escuela de Artes Plásticas, los cuales en 1966, fueron devueltos a la propia Escuela.

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Con estoicismo, Rodríguez permaneció cuatro meses en la cárcel del Palacio Negro de Lecumberri. En 1942, pintó dentro de esos muros La piedad en el desierto, obra inspirada en La Piedad de Miguel Ángel. En la imagen busca revelar el sufrimiento del pueblo mexicano a manos de sus gobernantes y del sistema capitalista. Con el tiempo, la pintura tomó un corte religioso y los reclusos oraban ante él. Esta obra restaurada en el Centro Nacional de Conservación de Obras Artísticas, es trasladada al Museo del Palacio de Bellas Artes en 1966.

En la Penitenciaría puso en orden los manuscritos para el libro Pensamiento y pintura, publicados posteriormente. Un año más tarde, continuó la Época Blanca iniciado en el mural de la Penitenciaría. Exhibió obras anteriores en la Galería de la Editorial Séneca.

Para 1944, su casa se había convertido en el centro de la vida intelectual de México. Durante varios años se reunieron en ella, todos los miércoles, intelectuales y artistas distinguidos. En 1945, pintó el mural El holocausto en la residencia de Francisco Sergio Iturbe, hoy Edificio Isabel La Católica.

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En 1948 fue invitado por el Dr. Sarraihl, rector de la Universidad de París, y por el doctor Paul Rivet, director del Museo del Hombre, a exhibir en Francia, en el Museo de L’Orangerie. De 1954 a 1955, expone un par de veces en la Galería Clardecor y en la Galería Excélsior, lugar donde exhibió por primera vez al público cuadros de la Época Blanca y los Retablos de la muerte. En 1956 pintó Nostalgia considerado uno de sus cuadros más importantes.

Participó en la exposición colectiva de Pintura Mexicana Contemporánea en 1959, presentada en el Museo del Palacio de Bellas Artes. No conforme con el lugar asignado a sus obras, las retiró para exhibirlas en el Edificio Idaroff ubicado en la calle de Madero, lugar donde había exhibido anteriormente.

En 1960 publicó el libro Pensamiento y pintura, editado por la Imprenta Universitaria. Este libro contiene sus principales artículos y ensayos. Dentro del Programa Cultural de la XIX Olimpiada México 1968, se organizó en la Galería Reforma, una exposición retrospectiva de su obra. Se exhibieron 77 pinturas que abarcaron sus principales épocas.

Defendiendo sus convicciones, se separa de los muralistas, lo cual lo condena un poco al anonimato. Bajo la máxima “en el arte no hay que hacer política”, Rodríguez Lozano siempre se mantuvo alejado de los artistas orgánicos del sistema. En 1950 dejó de producir debido “a la decadencia que veía en el arte”. Falleció el 21 de marzo de 1971.

Manuel Rodríguez Lozano, vivió su homosexualidad con una apertura inusual para la época. En sus obras solía plasmar a sus parejas.

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Definir su obra resulta una tarea compleja, ya que no es posible acotarlo a una sola escuela. Temáticamente se centró en alusiones metafísicas de corte neoclásico. Tuvo gran habilidad para el dibujo, apartándose en ciertos momentos del clasicismo y la tradición naturalista, para dar lugar a un movimiento más libre y popular. En sus obras hay ausencia de color y melancolía, pero también expresiones de la cultura mexicana e indígena. Su obra muestra una importancia por el cuerpo masculino y andrógino, tema que para algunos tenía origen en su propia sexualidad. No evoca numerosas figuras ni hay saturación de imágenes, su pintura taciturna es concreta en lo que desea expresar.

La piedad en el desierto dio origen al montaje Solo en el desierto, que recupera fragmentos en la vida del pintor, su autor y director Vicente Ferrer, realizó una investigación de tres años, para poder armar el rompecabezas de la vida de este hombre, la obra abarca buena parte de la vida de este controvertido pintor, desde su niñez, su matrimonio con Carmen Mondragón, sus inicios como pintor, la relación amorosa con su pupilo Abraham Ángel, su relación con los muralistas y contemporáneos, su entrañable amistad con Antonieta Rivas Mercado, su violenta ruptura con Salvador Novo, en una época marcada por grandes cambios en la cultura y la sociedad, pero también por la moralidad estricta.

Adelantándose a su época, Rodríguez Lozano retó en todo momento las convenciones sociales que le tocó vivir, convirtiéndose en un referente de la resistencia, cosa que entendió perfectamente Leonardo Mackey y permite que el artista ocupe su cuerpo, su energía, su pasión, tan es así que, para mi gusto, la presencia oscura se podría omitir y Mackey, solo, podría permitir que visiten el escenario quienes fueron figurar principales en su vida, en una suerte de desdoblamiento, no así con la presencia de Abraham Ángel, a quien da vida con frescura y acierto Andrei Caballero.

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Manuel Rodríguez Lozano, el gran pintor mexicano que enamoró a hombres y mujeres: Carmen Mondragón, Abraham Ángel, Antonieta Rivas Merado, Julio Castellanos. Sin embargo, su verdadera lealtad estuvo con su pintura y ahora Vicente Ferrer, con la complicidad de Leonardo Mackey, le hacen un justo reconocimiento a quien, por su legado artístico así lo merece, muy al margen de su vida, tan teatral.

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Muy recomendable.



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Solo en el desierto. Escrita y dirigida por Vicente Ferrer.

Actuación: Leonardo Mackey y la participación de Andrei Caballero.

El Círculo Teatral. Av. Veracruz 107, colonia Condesa, cerca del metro Chapultepec, y del Metrobus Sonora).

Martes a 20:30 horas, hasta el 27 de septiembre.

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