Romance del perdedor, escita y dirigida por Ignacio Escárcega, con la dirección musical de David Almaga, es una obra del Colectivo Escénico El Arce, Proyecto apoyado por Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales (MEGA) de la Secretaría de Cultura.
El espectáculo, ambientado en la década de los ochentas del siglo pasado, retrata la vida de un grupo de jóvenes artistas escénicos, deslumbrados por todo lo que pueden lograr en la ficción, y sus relaciones afectivas fuera y dentro de ella. Logros que están profundamente influenciados por el trabajo de sus maestros y también por el surgimiento de MTV, los videos musicales y la pandemia del SIDA.
Aborda las dificultades de un joven director de teatro para armonizar su crecimiento artístico con sus relaciones afectivas, recreando paisajes musicales del rock de los ochentas para integrarlos al desarrollo de la historia.
Platicamos con el autor y director de la conmovedora puesta en escena, Ignacio Escárcega, esta es la conversación.
¿Por qué Romance del perdedor?
Romance no en el sentido de lo romántico, sino romance en el sentido que dice el profe El romance del Mío Cid o sea como de una gesta heróica, cómo sobreponerse a las pérdidas. Porque en realidad el protagonista, su crecimiento emocional, va de la mano de pérdidas. Entonces por ahí le entré al título, luego, como también hago diálogo con colegas dramaturgas, y dramaturgos, cómo Vero Maldonado, Camila Villegas, Alberto Castillo, cuando la leyó y me dio sus notas me dijo, Oye ¿por qué no le pones El blues del perdedor? Dije, Sí. ese estaba mejor. Pero ya fue pocos días antes, lo que sí alcancé a poner fue en el programa de mano dónde vienen los créditos abajo del título dice: blues escénico.
Esta obra es para mi un Blues escénico, que me ha permitido dialogar y despedirme de personas que fueron muy importantes en mi formación, relacionándolas con el universo musical tan variado de la década de los ochentas.
Es una obra muy conmovedora, además me llegó porque yo soy de esa generación o más o menos, entonces la época, las referencias.
Reconociste cosas, seguro.
Me gusta investigar, escribir, pero si tengo acceso a la gente que sabe, pues que hable la gente que sabe, entonces es tuya la palabra.
Está bueno porque eso le da más matices y posibilidades a todo lo que haces Salvador, que está re bueno. Eres una presencia que siempre está ahí, en la escena y tienes un gran ojo y una gran sensibilidad, entonces me da mucho gusto que podamos charlar.
En Señora Kong y ahora en Romance del perdedor, obras de tu autoría, hay mucha autorreferencia, creo que hay mucho de ti, que tú estás presente en esas obras.
Sí, sí Salvador, no te equivocas. En el caso de La señora Kong yo sentía que cuando mi padre nos contaba sus historias de niño, que era una infancia de muchas limitaciones, producto de que la mamá era viuda, o sea mi abuela, y tenía que ver por sus tres hijos y trabajaba en un internado. Yo me acuerdo que mi padre me contaba muchas historias y me generaba muchas imágenes que se me fueron quedando, y pensé, ¿llegará al punto en que esto lo puede elaborar para la escena?. Y efectivamente así ocurrió con La señora Kong.
Y aquí también, digamos es un pasaje, en principio biográfico, que me toca y me significa mucho porque cuando yo comencé a estudiar teatro, bueno, cuando toda mi generación comenzó a estudiar teatro, fue cuando llegó la primera oleada del SIDA, que fue una cosa muy fuerte y muy tremenda, y que en ese momento era letal. Había mucha desinformación, había mucho prejuicio, y en aquel tiempo un profesor que fue muy importante para mí, ya en mi formación profesional hacia el teatro, riguroso pero cariñoso, muy observador, pues él fue una de las primeras víctimas del SIDA.Y yo recuerdo que cuando ya se sabía que tenía SIDA yo lo vi en un pasillo de la facultad, y eso un poco lo recreo en la obra, de hecho, entonces al verlo como que, venty pocos años, como que uno no tenía las herramientas para despedirte, porque ya estaba muy deteriorado, ya casi no veía.
Comenzó a estar en mí también la necesidad de hablar de ese momento y de despedirme a través de la escena misma de personas que me fueron muy significativas, en particular del profe, que en la vida real se llamaba Gustavo Torres Cuesta, que era director de teatro y profesor en la facultad, y de otro compañero en particular de mi generación, con quien compartí mucho trabajo y que también estuvo en esa oleada. Y esa generación, mi generación, un poco cómo se recrea en la obra Salvador, caían como fichas de dominó.
El otro día platicando con Luis Mario Moncada sobre este tema él me dijo una imagen que también era cierta, que en los velorios de estas personas que iban falleciendo, de repente la gente se miraba entre sí como diciendo ¿y ahora quién sigue?.
Entonces me parecía oportuno hacer esta obra, hacer esta despedida cariñosa. Cuando la obra comenzó a tener cuerpo, ya en la escena con estos actores, sí me tocó mucho el corazón porque dije, efectivamente es un acto de despedida, y pues yo me veo ahí, yo estoy reflejado un poco en el protagonista de la obra. Ese mundo tan fuerte y además tan creativo, porque tú recordarás Salvador, que esos años fueron increíbles para el teatro, para las puestas en escena, se hacían unos montajes poca madre, venían giras, venían grupos de gira muy importantes con el Cervantino. Conocimos a Tadeusz Kantor, a Peter Stein, en fin a presencias muy importantes y la llegada que también está recreada en la obra, de MTV, que era como de no creerse, un canal que pasaba videos musicales todo el día y toda la noche.
La música tiene un papel determinante en la obra, desde que uno entra a la sala, son bien bonitos estos telones a base de acetatos, y las cajas hechas con audio cassettes.
Ha sido un trabajo de mucha complicidad creativa con el elenco, con las diseñadoras, que entendieron perfecto al planteamiento, y entonces todo esta formulado en la escena como un concierto unplugged un poco. Esa es la idea, en donde cada escena es, digamos, como una rola, esa es la aspiración y entonces con eso jugamos, en esa emotividad nos movemos y ha conectado aún con gente que no vivió esos tiempos, porque en el fondo todas las personas tenemos despedidas no resueltas, o duelos no resueltos, y creo que la obra, de pronto, es una bonita oportunidad en la ficción para acercarse a esa sensación.
Y sabes Nacho, pasaba, y tal vez todavía sigue pasando, que no nos enseñaron a manifestar buenos sentimientos, los malos si, pero ¿cómo le ibas a decir a un amigo. Te quiero?
Exacto, exactamente, eso estaba absolutamente fuera de lugar. La ternura y el cariño estaban fuera de la órbita en un mundo heterosexual, digamos. No podía ocurrir y pues también en ese sentido para mí ha sido un reajuste del chip desde hace muchos años.
Y me divierto mucho trabajando con este grupo, les digo que ya se apropiaron de la obra, ya están volando con alas propias, dicen muchos chistes de los ochentas, les dan mucha risa frases que yo les comento y que ya están en desuso, ya son un anacronismo.
Para la gente que más o menos somos de esa generación, hay una empatía, un encabalgamiento, pero la gente que es mayor o menor, la obra está tan bien estructurada, tan bien hecha, que conecta con todo mundo. Hay una frase cuando van a estrenar, que dice: Nuestro estreno iba a ser el viernes 20 de septiembre, se sabe a que terrible fecha se refieren.
El viernes 20 es el estreno, y el ensayo general es el jueves 19, que es cuando fue el terremoto.
Me imagino que todos estos recuerdos, todas estas experiencias, que además vienen en desorden, no debe ser fácil darles una estructura y darles una teatralidad, primero en la letra y después en la escena. ¿Cómo le haces?
Eso es muy desafiante. Primero elaboro un boceto dramatúrgico ya muy avanzado, luego hacemos unas sesiones de exploración con actrices y actores, donde yo obtengo herramientas para enriquecer el mundo de los personajes que hacen, y luego ya en muy poco tiempo, en un tiempo récord, te diría yo, hacemos todo el montaje. Y ya a la hora del montaje queda en el papel la dramaturgia, y ya más bien lo vamos resolviendo de acuerdo a las necesidades del montaje, de acuerdo a lo que tenemos que ajustar, a lo que tenemos que incorporar.
Eso también ha sido gozoso, es muy complicado ya en estos tiempos poner una obra con seis actores, Salvador, porque es un lío el tema de las agendas y los compromisos. ¿Ahora cómo organizamos el ensayo?, entonces Siledi, la asistente de dirección, ya podría aspirar a un cargo en alguna secretaría de programación, porque hizo milagros para que pudiéramos juntarnos para ensayar.
Es notorio que todos los actores gozan, disfrutan y lo proyectan, como dices, se apropiaron de la obra. Que además, así es el proceso, el autor pierde la paternidad de su obra cuando cae en manos del director, y el director la pierde cuando deja la obra en manos de los actores.
Sí sí, totalmente. Yo de todos modos cuando voy a las funciones, religiosamente tomo notas y al final les doy algunas correcciones, ajustes, para mantenerla.
Pero han hecho un gran trabajo, todas y todos, y ha sido muy rico también trabajar con gente con la que no lo había hecho, por ejemplo Rafael Quezada, que en realidad es músico y se animó a hacer al hermano lasallista. O Iván Zambrano Chacón que ya lo tenía en el radar pero no habíamos trabajado juntos, y creo que aquí hace un trabajo muy bonito, muy bien elaborado.
Entonces sí, en ese sentido fue muy bueno, y también yo les hablé mucho, hicimos mucho trabajo de investigación con Bowie, porque en ese mundo de los 80s, si entro en el túnel del tiempo, veo que ya desde aquel entonces, yo veía a Bowie como con envidia, sabes, como alguien anticipado a su tiempo, como que hizo lo que quería y como lo quería, y ya cuando uno ve el documental que hay en HBO, se ve que en realidad la música era el medio que a él le resultaba más sencillo para comunicar lo que tenía adentro, para comunicarlo con la gente.
Entonces también visitar la música, toda la música de los 80s que está todo está ahí en la obra... ...incluidos Juan Gabriel y Rocío Dúrcal, Déjame vivir... ...exactamente y tenemos una Playlist que es como la Playlist de investigación dónde viene todo el universo musical de donde partimos.
Es de verdad un espectáculo muy gozoso, y reflexivo, empezando por el SIDA, previo a su aparición, se usaba el condón solo para evitar embarazos, había mucha libertad sexual, se podía caer en la promiscuidad, y después, fue el temor absoluto, miedo de acercarse a todo el mundo.
Totalmente, si un chorro.
Se paso a un miedo hacia lo sexual, terrible, también queda manifestado eso, como el terremoto, todo ello con el hilo conductor que es la música. Un trabajo redondo.
Nos quedan pocas funciones, nada más dos funciones, para que vaya la gente a La Titería.
Muy logrado trabajo, se ve tu madurez, tu crecimiento, y te ves en escena, y eso me parece maravilloso, porque ningún personaje se llama Ignacio, pero creo que todos los personajes tienen algo de ti.
Sí algo hay de eso Salvador, y ojalá tengamos un bonito cierre de temporada. Así va a ser, y que siga, que cierre esta, e inicie otra en otro lado, porque la obra tiene mucha vida. Que se pasee por muchos teatros, que la acerquen al público, en esta ciudad tan complicada, que también hablan de ello en la obra, tres horas de camino a la facultad, acá, tres horas de camino para llegar al teatro. Ustedes pueden acercarse un poquito a otros rumbos, ojalá que así sea.
La obra muestra el ocaso del mundo análogo, que es también el de la compañía de personas queridas, que se alejan y van desapareciendo de nuestras vidas. Con el uso del walk man, la música comenzó a habitar de otra manera nuestra mente y nuestras relaciones.
En la década de los ochentas del siglo pasado. Roberto, el protagonista, un joven director de teatro afable y cariñoso que quiere darse a conocer, tiene un trabajo creativo complicado, está enamorado de la cantante que será protagonista de su historia y no es correspondido. Ella tiene otros intereses. Por otro lado, un maestro muy importante de ese grupo de jóvenes es una de las primeras víctimas del SIDA, ellos son testigos de su deterioro y muerte. Poco después, varios comenzarán a caer en el abismo de esa pandemia.
El teatro es de todos. ¡Asista!
Absolutamente recomendable. Imprescindible.
Romance del perdedor de Ignacio Escárcega.
Dirección: Ignacio Escárcega
Actuación: César Alcázar, David Almaga, Nadia Cuevas, Rafael Quezada, Verónica Ramos e Iván Zambrano Chacón.
Dirección musical: David Almaga.
Diseño de escenografía y vestuario: Teresa Alvarado.
Iluminación: Thalía Palacios.
Producción: Cassandra Huerta.
Asistete musical y de dirección: Siledi.
Asistente musical y de producción: Akira Nobara.
Asistente general: Ivanna Camargo.
La Titería, Vicente Guerrero 7, Col. Del Carmen Coyoacán.
Martes y miércoles 20 horas, hasta el 2 de octubre,
$200, descuento de 50% a estudiantes, maestros e Inapam.
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