Samuel, quise decírtelo aquella noche y no pude. Luego no me atreví, no me atreví. Aunque tú me hubieras entendido, Samuel. Tú sabes lo que puede llegar pesar un recuerdo dentro. Nunca me lo dijiste, no hizo falta. Llegaste aquí huyendo de algo. Como yo. Eso nos unió. Lo que nos empujaba sin saber dónde. Los dos sabemos lo que pesa un recuerdo. Por eso estoy aquí. Por eso sigo hablando. Por eso dentro de ti todas las palabras tienen mi voz. Tendría que habértelo dicho: por qué no pude estar contigo, por qué no pude estar con nadie.
Silvia en Todas las noches de un día..
Se escribe teatro y se anhela intimidad con otros seres humanos. Porque, como dice Enzo Cormann, los dramaturgos no escribimos teatro, sino que escribimos para el teatro. Y por eso la escritura teatral contiene siempre la vocación de encuentro con otros imaginarios. Quizá escribir teatro es en primer lugar citarse con quien uno quisiera o teme o intuye ser. O de otro modo: escribir teatro es concertar una cita con el desconocido que nos habita. Escribo para lanzar preguntas para las que no tengo respuestas. La escritura me cuestiona como individuo y como ciudadano. Escribo porque dudo. Escribo también porque no aprendí a rezar, pero tengo la necesidad de algo que no está pero a lo que debemos atender. Al igual que Perseo utilizaba el escudo para enfrentar a Medusa, yo empleo la escritura teatral para enfrentar mis miedos, mis anhelos o mis pasiones ingobernables. Cada obra es un laberinto donde espera un Minotauro que nos recuerda que, como todo misterio, la vida siempre tiene algo maravilloso y monstruoso a la vez. Y escribo teatro porque me hace profundamente feliz y siento la ilusión de libertad y plenitud escribiéndolo.
Son palabras de Alberto Conejero, Licenciado en Dirección de Escena y Dramaturgia por la Real Escuela Superior de Arte Dramático y doctor por la Universidad Complutense de Madrid. Es autor, entre otras, de: La piedra oscura; Ushuaia; Húngaros y Fiebre, accésit. También ha sido responsable de diversas dramaturgias y reescrituras: Fuenteovejuna (2017; Troyanas: Rinconete y Cortadillo; Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín; Proyecto Homero / Odisea, Macbeth y La Tempestad de Shakespeare.
De su producción dramática destaca Todas las noches de un día, en ella, Rodeado de urbanizaciones, en algún lugar cerca de nosotros, sobrevive un viejo jardín con su invernadero. Pero ha pasado mucho tiempo desde que los vecinos vieron por última vez a Silvia, la dueña de la casa. Allí sólo queda Samuel, el jardinero, afanado en preservar ese rincón olvidado. Todas las noches de un día comienza cuando la policía acude a la casa para intentar descubrir el paradero de Silvia. Empieza entonces un combate entre la vida y los recuerdos, entre el amor y sus fantasmas.
A punto de concluir temporada, Todas las noches de un día se presenta en el Foro Shakespeare, protagonizada por Mauricio Pimentel y Samantha Coronel, quien interpreta a Silvia y con quien tuvimos oportunidad de conversar.
¿Qué sueles hacer los lunes?
Reposar
Y vaya que se debe de requerir reposo después de esta obra.
Sí, sí está exigente.
Exige en muchos sentidos, físico, emocional, pero hacen un gran, gran trabajo.
Que personaje te tocó interpretar, Silvia, emulando a Simone de Beauvoir, una mujer rota.
Sí, sí es una mujer rota en la historia, objetivamente está rota a partir de lo que sucede con su hermano, que también es como un misterio que uno va dilucidando a partir de que va avanzando, y los pequeños detalles que va soltando de la relación con el hermano y en el monólogo con la familia.
Cuando lo empecé a armar, necesité armarla de más atrás, no a partir de ese suceso, como la tendencia, la herencia, como que se me movió la idea de esa oscuridad de la que tanto ella habla, y pensar que esa oscuridad es eso que me duele, pero no puedo nombrar, y entonces no queda más que decir la oscuridad, y entonces ya toca fibras más profundas, no tienen forma, no tienen nombre, y siento que entonces tocan niveles más inconscientes como de la naturaleza de ella y de su dolor.
Como público, uno va y toma un fragmento en la vida de un personaje, que es el que está uno viendo, pero ustedes para construirlo deben de crearle una biografía… …sí… …y pueden ser incluso mucho más dolorosas esas indagaciones.
Sí bueno yo para Silvia, cuando leí la obra, la leí hace 5 años y no sabía que la iba a hacer, y me acuerdo que cuando la leía, yo tenía 25 años, y no podía, me ganaba el sentimiento mientras la leía en voz alta, y yo dije: Es que yo la entiendo, yo la entiendo. Yo la quiero. Y dije, Cuando sea grande seguro la voy a hacer.
Y la haces.
Por cosas de la vida se me regaló la oportunidad y me di cuenta que estaba más difícil de lo que creí hace 5 años. Y se movió mucho este “Yo la entiendo, yo me identifico” y se movió a que siempre, siempre me recordó a mi mamá. Es curioso porque Mauricio Pimentel me dice, Es que a mí Silvia me recuerda mucho a mi mamá.
Empecé a pensar mucho en mi mamá y en la experiencia, mucho esta palabra, la digo mucho, de la "hijitud", de mi experiencia de hija hacia ella, y en cómo ves a una mujer en la cotidianidad de la infancia, de vivir con tu mamá, de habitar la cocina, el comedor, la sala. En estos momentos de soledad donde no hay nadie más que tú y ella, entonces empecé a pensar mucho en cómo ella se veía en esos momentos de silencio, y me acuerdo mucho de cómo se reía, se reía grande y fuerte y de repente la mueca se hacía así como de tristeza, y a mí eso me marcó porque todavía me sigo acordando. Entonces como que le regalé ese gesto a Silvia, que a mí me hace conectar de una manera muy física con ese estar roto. Como que se me movió mucho, de pensar que solo yo, yo, yo, empecé a pensar en mi mamá y entonces, en toda esta herencia que viene más allá de ella, que viene de mi abuela, de mi bisabuela, de las mujeres que yo he visto, que, porque no hay herramientas o porque no está la educación, no están las oportunidades, se hacía chiquita la persona porque algo no pasó, o algo pasó, y se ve en ese estar neutro del cotidiano, se ve el dolor y se ve lo roto. Entonces se me movió mucho de lugar.
Obviamente hace 5 años te hubiera sido extremadamente más difícil hacerla, o no podrías haberla hecho. Te faltaba vivir.
Sí, una pandemia de introspección.
Entre otras cosas, madurez como actriz, crecimiento.
Sí estoy muy agradecida fue un timing perfecto. Cuando Mauricio director pensó en la obra pensó en una actriz más grande, como en sus cuarentas, y entonces por eso cuando la terminé de leer dije, Yo en unos años también la voy a hacer, y por una u otra cosa pues me tocó hacerla a mí, aunque la obra está pensada para una mujer más grande y alguien más chico, pero como también es una cosa de recuerdos, pues se vale el viaje de la memoria y como recuerdas las cosas que siempre están. Tu memoria es el recuerdo del recuerdo que recordaste, también eso lo trabajamos y se puede jugar con la edad y la apariencia.
Además uno, como público, tiene que entrar a convenciones teatrales, en algún momento mencionas algo de la barba de Mauricio y tiene barba y uno no podría decir, ¿Por qué no lo rasuraron? No, uno tiene que entrar en esas convenciones, tiene que haber una complicidad con la historia, y con los actores que le dan vida.
Si el público tiene que ir dispuesto a que le cuenten una historia y entrar al juego, así como estamos parados nosotros jugando a contar esto, ellos también que disponerse a jugar, si no, pues te la vas a pasar mal en el teatro.
No sé qué tan prudente sea en este momento, que el feminismo está muy fuerte el metoo y etcétera, Silvia como que no encajaría muy bien en esto, porque ella misma decide muchas cosas que serían reprobables en términos convencionales, morales.
Claro es que siento que no tiene que ver, hablando de lo que ella decide hacer con su cuerpo, es que es muy fácil cuando no has vivido violencia, desde el feminismo y con todas las buenas intenciones que tiene, es muy fácil también, decir que está bien y que está mal y juzgar.
Silvia no es muy consciente tampoco de lo que hace, es una consecuencia de la herida que tiene, siento que tiene muchas lecturas muy complejas. Hay gente que ve la obra y se queda con la historia de amor, tengo amigas que son súper feministas que dicen: Es que no me gustó que hayan romantizado todo esto, y que se haya enamorado por su fragilidad y esas cosas. Y luego están las personas que se acercan y me dicen: Yo tengo alguien cercano que le pasó igual, se rompió y ya no pudo seguir.
Yo creo que Silvia no tenía las herramientas, no había como nombrarlo, pero no siento que esté fuera de época, siento que pasa mucho, que vivimos en una burbuja de privilegio en la que recibimos, tenemos acceso a la información, le podemos poner palabras, pero incluso yo hace 10 años no tenía las herramientas para saber si sufrí o no sufrí abuso, si fui violentada, sabes, yo creo que hay mucha gente que está así o lamentablemente peor. Y el teatro para eso está, para cuestionarnos estas cosas, pero sí sería cuestionada, obviamente Silvia, pero va más allá el comportamiento de alguien que sufre ese tipo de violencia y cómo es despojada también de su capacidad de amor propio, lo que pasa con Silvia es que siente que no merece amor y se siente incapaz de dar amor.
Exacto, y esta mujer que se rompió, que se fracturó, ni uniendo todos los pedazos que la conforman logra ser una mujer entera. Es un personaje fascinante, digno de mucho estudio y de mucho análisis, a mí no me provoca rechazo, me provoca ternura, no lástima. ¿Qué opciones tenía esta mujer?.
Sí, de hecho los dos son personajes rotos, y aun así, él, teniendo la fórmula del cuidado, sabiendo como atender, como cuidar lo delicado, aun así, con toda esa intención y esa necesidad, el que su personaje tiene de reparar y contener, ni siquiera con esto es capaz Silvia de sentirse segura, porque siento que se rindió, se rindió, está rota, y a mí me gusta pensarla, me sirve en mi viaje pensarla, qué es algo que ya estaba desde antes de haber sufrido, de haber sido rota, ya llegó defectuosa, ya hay tendencias, y que todos de repente cedemos a la melancolía y cedemos al azote y a la auto conmiseración.
Y no pienso como en un diagnóstico que tiene, traté de no ponerle etiquetas, traté de no definirla, traté de no definir qué fue lo que le pasó exactamente, si, si hubo un abuso, pero yo también en mi cabeza, en mi viaje, en mi tren de pensamiento en Silvia, en cada función es muy distinto, ahí sí Mau Pimentel y yo decimos: ¡Lo que salga!, porque una vez que entras ya no puedes parar, es de esas obras que no puedes ni trazar camino, ni asegurar los escalones, la obra te sorprende de una escena a otra, lo que ya tenías aquí, valió, pero encuentras otra cosa allá que nunca se te había ocurrido. Te conmueve lo que pensaste que no te iba a pasar, entonces la obra nos mueve siempre de lugar, y si me dice Mau Pimentel: Pues yo me persigno, porque yo no sé qué va a pasar. Y siempre vamos a la función, antes de la tercera llamada nos ponemos nerviosos y nos da mucho, mucho miedo, y ya que sale, ya en las gracias, nada más los dos nos agarramos la manita y decimos: Hay, bueno, sí nos gusta.
Pero está ese miedo y siento que es porque no quise poner etiquetas, no definir, no quise ponerme unos pasos, ni describir exactamente qué es lo que sucede en la psique de Silvia, ni en las emociones, ni en el trauma de Silvia, porque es más complejo que eso. Obviamente yo soy mi referente y entonces más bien trabajo con preguntas. En esta escena Silvia la deja su prometido entonces yo me pregunto: ¿qué se yo de que me digan que ya no?, y esa pregunta a mí ya me pasa por el cuerpo, aunque no la responda. En otra escena, cuando beso a Mau y al final siento que no me merezco esto, ni él merece que yo lo hunda conmigo, que sé yo, de no sentir que merezco algo bello, y entonces esas son las preguntas con las que armo mi situación, el contexto y lo que pasa, y obviamente lo hago todo desde la perspectiva de Silvia, claro que hay una bifrontalidad, porque si no, me vuelvo loca.
Pero sí tiene que ser, yo tengo la necesidad de que sí sea cercano a mi experiencia sensorial y emocional para poder regalárselo a Silvia y para eso hay que estar bien en la vida real, para poderse ir verdaderamente al carajo en la ficción, sin miedo.
Así fue como la fui armando, haciéndome preguntas, no asegurando nada, porque en esta obra por lo menos en el momento el que tú asegures algo, te vas al carajo, o sea, no son matemáticas, no es una hoja cuadriculada, es una hoja en blanco que va y viene y se rompe y se arruga y se vuelve a extender, y ese es el teatro y hay que fluir. Y siento que tiene que ver en cómo armamos a Silvia y a Samuel y la obra. Siento también que ese momento en el que resolvimos es porque la obra se cocinó muy generosa, muy suave, muy creativa, muy libre y pues Mau García Lozano si es así como: ¡es teatro!.
Yo creo que debe haber sido un proceso padre entre ustedes tres, reconocemos perfectamente el trabajo de García Lozano, por supuesto el trabajo y amplio rango histriónico de Pimentel, creo que se formó un equipo idóneo.
Sí, yo no soy de aquí, yo empecé a ir al teatro cuando me vine a vivir y a estudiar teatro aquí, y me acuerdo que la primera vez que vi a Mau Pimentel actuar fue en La belleza, y yo dije ¡Qué es esto!, yo todavía no tenía ni mi primer trabajo profesional después de haber salido de la escuela ni nada. Yo estaba encantada, a Laura Almena ya la había visto muchas veces que también me parece fenomenal.
Antes de eso, Mau García Lozano dirigió una Medea con Ilse Salas y ahí entró Pimentel de Creonte, yo era parte del coro y ahí trabajé con Mau, muy chido, la compañía se armó muy padre, y de repente nos reencontramos aquí para leer la obra y si dije ¡Wow!, como fan, y ya entramos a trabajo de mesa, como que empecé a sentir mucho encuentro entre cómo trabaja él, cómo aborda la ficción y como lo abordo yo, entonces a la hora de la hora no hubo miedo, porque yo soy intensa y sí necesito que me agarren, y él es igual, con una emocionalidad muy afín a la mía, entonces no hubo miedo ni de lastimar, ni de ser lastimado el uno por el otro, no hubo miedo de eso, hubo una gran confianza y una gran conexión desde el principio.
Me parece excelente que productores privados le estén entrando a este teatro propositivo, arriesgado, valiente, en este caso Claudio Sodi, David Castillo, Oscar Uriel, entre otros, a diferencia de productores privados que hacen teatro muy comercial, traen éxitos probados en otros lados, y que bueno que lo hagan, y que bueno que haya público para eso, pero en este caso me parece maravilloso que hagan estas obras, y conjunten equipos así, porque no se traen a las estrellitas de la telenovela para garantizar taquilla, que no es ninguna garantía tampoco.
Sí con Mau Pimentel hablamos en el camerino una vez, me dijo que qué padre que haya tanto teatro de palabra otra vez en cartelera, que padre que se estén haciendo estas obras de texto, mucho teatro de palabra, con Un tranvía llamado deseo, con esta, con Cómo aprendí a manejar, que son obras más exigentes dramatúrgicamente hablando, de cómo se aborda la escena, de que hay que hablar. Que padre, y la gente está yendo entonces la gente como que también está necesitando la palabra, escuchar afuera lo que tienen adentro, como dice Samuel, y ayer salgo del teatro, y una persona me dice: Muchas felicidades, me gusta mucho el trabajo. Es la segunda vez que vengo, y yo ¡Órale, qué masoquista!. Y me dice, es que el texto me parece hermoso y yo: Muchas gracias por haber ido. Pero sí el texto es maravilloso.
Hay una exigencia dramatúrgica que implica una exigencia histriónica para sus intérpretes, en este caso, de verdad es una obra redonda: un texto brutal muy bien construido y dialogado, muy bien dirigido y espléndidamente bien actuado. Se ve que hay una buena química entre los dos.
Sí, siempre calentamos en el espacio y nos preparamos Mau García Lozano luego llega al teatro y dice yo quería venir a cotorrear antes de que dieran su función, ¡Pero qué densos!. Porque los dos, haciendo sus rituales cada uno, calentando, estando, porque lo pide la obra. Cada obra, cada personaje te exige una energía distinta. En otras si puedes llegar y chacotear y entrarle desde ahí, pero en esta los dos llegábamos a ensayar, y llegábamos a ensayar; llegábamos a leer y llegábamos a leer, llegábamos temprano porque íbamos a repasar.
Como que los dos teníamos el objetivo ahí: Vamos a hacer teatro, vamos a hacer esta obra bien, esta obra está difícil, los dos, y Mauricio director también. Era como ¡Que padre es llegar y todos a trabajar, todos a hacer teatro, todos apuntando ahí!. También nosotros tenemos nuestros rituales antes de escena. Yo tengo ahí unas cosas que son ilusiones que me hacen sentir que sí va a estar bien. Mau también tiene las suyas y también coincidimos con esa mística dentro del teatro, y sus personajes.
Y todo se ve en escena. Este tipo de teatro que sales pensando, con más dudas que cuando llegas, que refleja lo complejos que somos los seres humanos y muchas veces nos metemos en situaciones difíciles.
Sí, que tú dices: ¿qué estoy haciendo aquí? más bien en la vida te metes en problemas, complicas todo, luego pasa el tiempo y dices: ¿qué necesidad?, claro, claro, por estúpido hice eso, pero ¿para qué?, pero ya que pasa, y es así de complejo. Pues en el presente no te puedes parar y preguntarte ¿por qué? y ¿para qué? estas viviendo.
Yo estoy muy agradecida con esta obra, con este personaje y con los dos Mauricios, por supuesto con Claudio porque dijo que sí, que yo sí.
Quiero hundir las manos y llenar mis heridas de la tierra limpia.
Sola, de pie, con el vientre lleno de raíces, y los ojos abiertos a las constelaciones. ¿Por qué hay siempre que esperar?
¿Por qué una mujer no puede decidir cuándo irse?.
Silvia en Todas las noches de un día.
El teatro es de todos. ¡Asista!
Absolutamente recomendable. Imprescindible.
Todas las noches de un día. De Albero Conejero.
Dirección: Mauricio García Lozano.
Producción general : Claudio Sodi y Mauricio García Lozano.
Actuación: Mauricio Pimentel y Samantha Coronel.
Viernes, 20:30 horas, sábado 19, domingo 8 horas. Hasta el 1 de septiembre.
Foro Shakespeare, Zamora 7 Colonia Condesa. Metro Chapultepec
Boletos en taquilla y foroshakespeare.com
Comments