Fedra fue, según la mitología griega, una princesa de la isla de Creta, hija del rey Minos y Pasífae; hermana de la princesa Ariadna y medio hermana del Minotauro.
Fedra se casó con Teseo, tras abandonar a Ariadna, y matar a su hermanastro. Al paso del tiempo, Fedra siente una enorme atracción por su hijastro, Hipólito, hijo de Teseo y una guerrera amazona, Hipólito no sentía lo mismo por ella. No era un amor correspondido. En un ataque de rabia a causa del rechazo, Fedra mintió a su marido haciéndole creer que Hipólito había intentado violarla.
Enfurecido Teseo, aprovechando que contaba con el favor de Poseidón pidió al dios de los océanos que matase a su hijo. Poseidón, cumpliendo su promesa, envió a un gigantesco toro que se elevó desde las aguas y asustó a los caballos de Hipólito mientras este montaba, hiriéndole de muerte.
Como todos los mitos, el de Fedra fue abordado por los grandes trágicos de la cultura helénica y existen sendas piezas escritas por Eurípides y Séneca.
Los griegos no crearon la tragedia, pero le dieron forma teatral. Y ella se nutrió de todos estos mitos que ponían al hombre en contacto con su destino, la sociedad de su tiempo y el designio de los dioses. La grandeza de aquel pensamiento ha traspasado el tiempo y servido de reflexión y modelo para más de dos mil años de historia y de teatro.
En el siglo XVII surge otra potente Fedra, de la pluma de Jean Racine, quien nació en 1639 en el seno de una modesta familia en La Ferté-Milon; quedó huérfano antes de cumplir los cuatro años, y fue criado por su abuela y su tía y recibió una educación clásica en griego, latín y oratoria. Gracias al conocimiento original de la lengua griega, pudo leer tanto a Sófocles como a Eurípides.
Uno de sus grandes triunfos es su entrada en la Académie Français en 1673, el haberse convertido en historiógrafo oficial del rey en 1677.
Como los griegos, los personajes de este poeta son antihéroes que se caracterizan por su debilidad y en el reconocimiento de sus conflictos íntimos, personajes que asumen su destino al considerarlo infranqueable.
Escribió once tragedias y una comedia durante 1664 y 1677, siendo la última Fedra.
La protagonista se encuentra entre dos posturas: la confesión y el silencio, la culpa y el engaño, al ser el principal delito el adulterio incestuoso con su hijastro, realizado en su mente. En cambio, Hipólito, aunque es inocente, es conducido a la muerte por su padre debido a una mentira. El conflicto de la pasión de Fedra la lleva a un callejón sin salida, en el cual el antihéroe, que es culpable, sólo puede confesarse mediante la palabra, cuya solución de la heroína trágica es la muerte física.
La fuente de inspiración de Racine proviene tanto de Eurípides como de Séneca, siendo este último destacable por la importancia que le concede a Fedra como la absoluta protagonista y portavoz de los conflictos de los demás personajes, invirtiendo los roles. El poeta comienza su tragedia con el conflicto ya estallado: Fedra se enamora perdidamente de Hipólito, primer hijo de su marido con una amazona, y se la caracteriza como más joven que su marido Teseo.
Cuando se estrena Fedra, el 1 de enero de 1677, Racine tiene 37 años, costándole el silencio y la despedida del teatro, la obra fracasó por culpa de las maniobras de la duquesa de Bouillon y el duque de Nervers, cuyo motivo era la supuesta inmoralidad de este autor, considerándose en nuestros días la pieza maestra de Racine, de obligado repertorio en las representaciones teatrales.
Tres siglos después, en el XX, Fedra resurge gracias a la relectura que nuestra compatriota Ximena Escalante hace del personaje, para entregarnos Fedra y otras griegas, que tuvo un memorable montaje inaugural dirigido por el maestro José Caballero en el Teatro Granero del Centro Cultural del Bosque hace justo una década, en agosto de 2002, con un gran elenco: Erika de la Llave, Arcelia Ramírez, Guillermina Campuzano, Lucero Trejo, Ari Brickman, Arturo Reyes, Gerardo Trejoluna y Guillermo Iván, entre otros.
El equipo creativo, de primera: como ya se comentó, director, José Caballero, Jorge Ballina fue el responsable de la propuesta espacial y escenográfica; la iluminación de Víctor Zapatero y el vestuario de Tolita y María Figueroa. Reiteramos, el resultado fue un espectáculo para la memoria.
La historia de base es la de Fedra, que se quedó con Teseo, la que luego habrá de enamorarse de su hijastro Hipólito con las nefastas consecuencias que ya sabemos.
El discurso de la obra es sobre las mujeres, por eso son ellas las que verdaderamente importan, alardeando de amar a quien sea, incluyendo a los toros, transgrediendo, invadiendo, constituyendo un referente que sustituye al destino y confronta a esa Fedra convocada como eje.
Diez años después, Antonio Peñúñuri interviene el texto de Escalante, claro, con la venia de ella, para conocer La estirpe de Fedra, o El tiempo es más laberinto, en clara alusión a nuestra décima musa.
¿Dónde se esconden los Dioses y héroes antiguos?, se cuestiona el audaz adaptador y director. Para la autora, una Feria en los confines de la humanidad es un reducto seguro, pero también patético, donde ocultar lo que queda de aquellas glorias. “Freaks” para la diversión y “monstruos” de vitrina conviviendo con acróbatas y clowns. Pero también en Carnavales, añadimos nosotros, aquellos seres mitológicos placean, al amparo de máscaras sobrepuestas, sus tercos apetitos.
Dioses, héroes y monstruos pululan por las avenidas clandestinas de nuestra despistada modernidad, recreando en cada época, en cada siglo, en cada era, el sello perverso de sus destinos.
La “Estirpe de Fedra…” es una saga de traiciones, caprichos, delirios y fatalidades que narra la potencia del deseo femenino, y el precio que dicho atrevimiento ha de seguir pagando.
“¿Qué hay en las profundidades del Deseo?”, se pregunta Fedra, encarando a la Moira que viene por ella. La respuesta, tan cruel y agria como despiadada, no es otra más que la obvia: El Destino.
Para el montaje de estas mujeres despechadas y necias en sus afanes, Peñúñuri y su joven y valiente equipo actoral han intervenido una casona en la colonia Álamos, la Quinta Aragón, ocupando todos sus espacios: jardín, sala, pasillos, habitaciones superiores, baño, etc., lugares revestidos para la convocatoria.
Los remedos de aquellos seres míticos y sus versiones femeninas de hoy, nos llevan por un laberinto doméstico para atestiguar la inagotable terquedad de las pasiones humanas.
La estirpe de Fedra, moderna versión del elixir que aquellos pobladores del mito helénico ahora liban: un buen mezcalito para calentar la mirada y aguzar los oídos.
El elenco básicamente todos hacen todo, o casi. No hay función en el que los actores hagan el mismo personaje que hicieron en la anterior. Por diversas e inexplicables razones, se metieron en esta muy compleja tarea, saliendo airosos de tan riesgosa aventura.
Aquí la lista de personificaciones y actrices y actores, que los interpretan:
Fedra: Heber Medina, Brandon Ramaci, Denisse Salazar, Diana Cásarez, Altea Santiago.
Ariadna: Denisse Salazar, Altea Santiago, Diana Cásarez.
Teseo: Heber Medina, Federico Lázaro
Tiresias/Hombre elegante: Denisse Salazar, Heber Medina, Federico Lázaro.
Hipólito: Heber Medina, Federico Lázaro.
Pasífae: Gabyta García
Sirenas: Denisse Salazar, Gabyta García, Brandon Ramaci, Alberto Quijano
Medusa: Diana Cásarez
Baco: Ramón Hernández
Nana: Denisse Salazar
Europa: Gabyta García
Dionisios: Ramón Hernández
Prostituta: Alberto Quijano
Moira: Gabyta García, Brandon Ramaci
Fedra es el símbolo de la imposibilidad de cambiar la genealogía, y esto se observa desde el significado de su nombre (brillante). Esta heroína es la nieta del sol, pues el sol cometió la grandísima afrenta de alumbrar los amores de Venus y Marte, lanzando esta diosa una condena no sólo al sol, sino a toda su estirpe. Fedra, consciente de esa fatalidad de su propia estirpe, se rebela contra su destino, aunque está condenada por él.
Esta heroína está condenada por esa estirpe tan sólo por amar, tragedia que reside en morir al no ser amada, pues Fedra es la tragedia de la palabra, puesto que esta no es sólo culpable porque ama, sino por confesar. Es decir, al hacerlo público la protagonista por medio de la palabra da a entender que esa pasión no puede ser compartida. En efecto, la pasión desbordante de Fedra es peligrosa, pues resquebraja el equilibrio de lo común; el amor no puede ser pasional.
La estirpe de Fedra es un fascinante viaje por los extraños caminos del laberinto del amor. Espectáculo inmersivo en el que el público no puede, ni debe permanecer cómodamente sentado en una butaca, debe estar alerta y con mente abierta para seguir la historia y quien la cuenta ante el intermitente switcheo que las actrices y actores hacen al cambiar de personaje, en la misma representación.
En hora buena a Antonio Peñúñuri y su muy talentoso y arriesgado equipo. Vientos nuevos sacuden la escena desde la colonia Álamos.
El teatro es de todos. ¡Asista!.
Absolutamente recomendable. Imperdible.
La estirpe de Fedra. De Antonio Peñúñuri, a partir Fedra y otras griegas de Ximena Escalante.
Dirección: Antonio Peñúñuri.
Quinta Aragón. Aragón 149 Colonia Álamos. Metro Xola.
Miércoles a viernes 20 horas, sábado y domingo 18 horas. Hasta el 27 de noviembre.
Cooperación $ 150.00
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